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Los hermanos Karamazov.pdf - Ataun

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Volvió presuroso a su alojamiento. ¡Tenía tantas<br />

cosas que hacer...! Se sentía más animado.<br />

«He de enterarme por Smerdiakov de lo que<br />

ocurrió ayer por la noche. ¿Iría Gruchegnka a casa<br />

de mi padre? Esto sería horrible.»<br />

Así, aún no había llegado a su casa y ya apuntaban<br />

los celos en su inquieto corazón.<br />

¡<strong>Los</strong> celos!... «Otelo no era celoso; era un hombre<br />

confiado», ha dicho Pushkin Esta observación<br />

atestigua la profundidad de nuestro gran poeta.<br />

Otelo cree enloquecer cuando ve fracasado su ideal.<br />

Pero no acecha escondido, no escucha tras las<br />

puertas. Es un hombre confiado. Ha sido necesario<br />

que le abran los ojos, que le hablen de la traición<br />

con insistencia para que él crea en ella. El verdadero<br />

celoso no es así. Es increíble la degradación en<br />

que se puede hundir un celoso sin que se lo reproche<br />

su conciencia. Y no son siempre almas viles las<br />

que proceden de este modo, sino que personas de<br />

altos sentimientos y que sienten un amor puro y<br />

fervoroso son capaces de acechar desde un escondrijo,<br />

comprar miserables espías y entregarse ellas<br />

mismas al más innoble espionaje.<br />

Otelo no se habría resignado jamás a sufrir la<br />

traición —no digo que hubiera perdonado, sino que

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