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DERECHO Y RAZÓN TEORÍA DEL GARANTISMO PENAL. LUIGI ...

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5. SI Y POR QUE CASTIGAR, PROHIBIR Y JUZGAR. LAS IDEOLOGIAS <strong>PENAL</strong>ES<br />

vestido de forma tan singular? Aunque se escapase desnudo, sería delatado por el de-<br />

fecto de la orejan (ibid., pp. 87-88).<br />

117. Ibid., p. 89: *Por otra parte, todos abrigan la esperanza de que sometién-<br />

dose, aguantando y dejando correr el tiempo, encauzan su futuro hasta el día que pue-<br />

dan alcanzar su libertad*.<br />

118. Ibid., lib. 11, pp. 165.166: *Casi todos los delitos son castigados con la es-<br />

clavitud. Están convencidos de que ésta no es menos terrible que la pena capital. Y es<br />

más ventajosa al Estado que hacer desaparecer inmediatamente a los malhechores.<br />

Porque un hombre que trabaja es más útil que un cadáver. Por otra parte, el ejemplo de<br />

su castigo inspira durante mucho tiempo en los demás un temor saludable. Sólo cuan-<br />

do tales esclavos se rebelan y son recalcitrantes, se les mata como a bestias salvajes e in-<br />

dómitas que ni la prisión ni las cadenas pueden ya sujetar. A los que aguantan, sin em-<br />

bargo, no se les hace perder la esperanza. Si tras haber sido doblegados por larga<br />

condena, dan pruebas de arrepentimiento, que demuestre que detestan más el pecado<br />

que la pena, se les suaviza la esclavitud o se les libera, unas veces por gracia del príncipe<br />

y otras por sufragio del pueblo.. Extrañamente Tomás Moro, al igual que el retribu-<br />

cionista Campanella (de quien recuérdense los pasajes citados en la nota 48), es consi-<br />

derado por algunos un «negador del derecho a castigar,>: cf. en este sentido F. Costa,<br />

Delitto e pena, cit., p. 92; G. Maggiore, Derecho penal, cit., t. 11, p. 250; S. Borghese,<br />

La filosofia della pena, Giuffr;, Milán, 1952, p. 84.<br />

119. Tomás Moro, o. c., lib. 1, p. 119: «Yo iría todavía más lejos: ¿por qué no<br />

experimentar el sistema con respecto a los vagabundos? Se han dado contra ellos leyes<br />

y leyes y, sin embargo, en la realidad estamos peor que nunca.. La sugerencia se pon-<br />

drá en práctica con la fundación en Londres, en 1555, de la primera casa de trabajo<br />

-el Bridewell Roya1 Hospital, destinado a dejar libre la ciudad de mendigos y vaga-<br />

bundos- y más tarde con una ley que extendió la nueva institución a todos los con-<br />

dados. En las décadas siguientes surgieron casas semejantes en Amsterdam, Bremen,<br />

Lübeck, Hamburgo, Danzig, Berna, Basilea y Friburgo. Sobre el nacimiento de la cárcel,<br />

véase el apartado 29.3.<br />

120. G. Vico, De uno universi iuris principio et fine uno (1720), trad. ir. de<br />

C. Sarchi (1866), ahora en Opere giuridiche. 11 diritto universale, Sansoni, Florencia,<br />

1974, lib. 1, cap. LXXVIII, p. 82: «El que peca, cae por ignorancia: así lo enseña<br />

Sócrates, que igualmente pretende que la ciencia ha de contemplarse de algún modo<br />

como una virtud.; ibid., cap. LXIX, p. 84: .Con sumo acierto se da el nombre de pena<br />

a ese género de castigo, derivándolo de poenitendo, es decir, de la conciencia del<br />

haber obrado mal, que no es otra cosa que la vergüenza de haber ignorado la verdad,<br />

puesto que al ignorar la verdad va unido un carácter de deshonestidad*.<br />

121. Ibid.: «Ya que para los que pecan por error es pena bastante el reconoci-<br />

miento de la verdad por ellos desconocida, y es su castigo la vergüenza de haber errado.<br />

Los que pecan deliberadamente, conservando en todo momento algún respeto por la<br />

razón eterna, a los que Aristóteles llama 'incontinentes' y cuyas culpas considera 'sa-<br />

nables' Platón, son castigados por la conciencia con más agudas punzadas. Pero en<br />

cuanto a aquellos que al pecar por mala costumbre o mal genio no conservan sentido<br />

alguno de vergüenza respecto a la razón eterna (que son llamados 'intemperantes' por<br />

Aristóteles y cuyas culpas considera Platón 'incurables'), su gravísimo castigo es la con-<br />

ciencia entorpecida y estúpida, el extinguirse casi total de cualquier sentido humano.<br />

Los filósofos excluyen a estos hombres perdidísimos del género humano y de la sacie-<br />

dad humana, encuadrándolos entre las bestias, y por ello puede decirse con agudeza que<br />

su castigo es el encontrarse relegados fuera de la humanidad ... En la sociedad de lo justo<br />

las penas se adecuan a cada delincuente. Tiene para los ignorantes la confesión ingenua<br />

del pecado, y la vergüenza, fuente de toda purificación. Los maliciosos, mientras se

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