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UNIVERSIDADE DE SANTIAGO DE COMPOSTELA FACULDADE ...

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En julio, la naturaleza parece reeditar los primeros días del génesis, y es más dulce la melodía de la<br />

fuente, más amorosa la estrofa del pajarillo, más sentimental el mugido del buey, y más rica la<br />

bondad en el alma de los hombres.<br />

Hay amapolas en los trigales y en el rostro de las doncellas; idilios en el campo y en los poblados,<br />

porque cuando la tierra triunfa, igualmente triunfa la fe en los corazones y la esperanza en la vida por<br />

el milagro de la luz y cae desde las alturas para encender dos cielos en los ojos de la mujer.<br />

En julio quisiéramos ser mariposas y peregrinar de flor en flor, de vega en vega, todo acariciándolo,<br />

besándolo todo, la rosa y el cardo, el sendeño musgo y el hiriente guijarro porque que sólo así<br />

conseguiríamos descongestionar la ternura y el júbilo que nos llena el alma.<br />

Pero el encanto del mes de julio, crece para los que como yo, tuvieron la ventura de nacer en la<br />

ciudad de Compostela, a la sombra augusta de la majestosa catedral, que guarda en rica urna de plata<br />

repujada los restos mortales del Apóstol Santiago, el propagador del Evangelio en España.<br />

El mes de julio agolpa a la memoria del santiagués emigrado recuerdos de suave religiosidad<br />

deliciosa mezclados con otros de sabor profano que ni el tiempo, ni la distancia consiguen apagar de<br />

las retinas: la óptica y la espiritual<br />

En cualquier rincón del mundo en que el santiagués se encuentre, tendrá, en julio, la visión de los<br />

clásicos gigantes y cabezudos, los juegos de cucaña en la grandiosa plaza sin rival en el mundo, y<br />

gozará el deslumbramiento que no ofrece ninguna página de las “Mil y una noches”, cual es el<br />

contemplar en la osanidad de una noche tibia y perfumada, la gran Basílica fulgiendo con cambiantes<br />

de piedras preciosas en una adivinación del arte de la pirotecnia. Y cuándo las bandas regimentales<br />

estacionadas en palenques callan sus metálicas estridencias, llegan a nuestro oído, dulces y<br />

acariciadoras de la gaita alta como si en mutación teatral, pasásemos de la ciudad en fiesta a la<br />

tranquila Arcadia de los Pastores.<br />

Durante muchos días la ciudad de monacal silencio llénase de sonoridades, y, si unas se extinguen en<br />

las sombrías calles de la Jerusalén de Occidente, otras suben al cielo en los cánticos de los peregrinos<br />

para bajar, después, como el agua vaporizada de los ríos, en abundante lluvia de dones.<br />

No olvidemos los españoles que bajo la esclavina orlada de conchas del Apóstol Santiago, se<br />

esconde la cota de malla del guerrero, y que su bordón puede transformarse en espada de prodigioso<br />

temple.<br />

¡Santiago y cierra España! Este grito de guerra aun no puede enmudecer su eco. Caballeros de<br />

Santiago son todos nuestros hermanos que pelean en África, escribiendo con su propia sangre la cruz<br />

encarnada que han de ostentar sobre su pecho.<br />

Respetamos, pues, las multitudes que van proernarse ante el sepulcro del Hijo del Trueno en la<br />

ciudad bañada por las aguas del Sar y Sarela, porque la plegaria también es arma y expresión de vida.<br />

Terminadas las fiestas, Santiago se despuebla. Los propios indígenas emprenden el éxodo hacia<br />

playas y balnearios, mientras los “snobs” sin dinero, corren a esconderse en cualquier aldehuela para<br />

reaparecer, pasado 1 o 2 meses, cantando las excelencias del veraneo en San Sebastián o Biarritz.<br />

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