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UNIVERSIDADE DE SANTIAGO DE COMPOSTELA FACULDADE ...

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78) apresenta uma conceituação do sujeito espanhol. Assim, para ele, o espanhol identificase<br />

com o guerreiro, entendido como “el individuo en plena acción de sus impulsos<br />

personales que, recabando para sí toda la responsabilidad del esfuerzo, actúa con arreglo a<br />

sus propias normas”. Como tal, tende ao “individualismo hipersensible” e constrói<br />

sociedades anárquicas, sendo incapaz de se vincular corporativamente para desenvolver<br />

uma cultura nacional. Diz Las Casas: “No se puede hablar en cambio de una cultura<br />

española, sino de individualidades hispánicas, porque entre nosotros el individuo es<br />

siempre superior a su escuela y – no lo atribuyáis a jactancia – siempre superior a su arte”.<br />

Álvaro de Las Casas também expõe a sua idéia sobre a Espanha – o país do “gênio”, o país<br />

com cuja “raça” ele se identifica – contrapondo-a à que tem sobre a França – o país da<br />

razão –. Embora esclareça que ele não pretende valorizar e julgar qual dos dois países<br />

possui uma maior excelência, concede, indiretamente, o mérito à Espanha, o país que em<br />

situações extremas gera “doidos”, frente à França, o país que, nessas situações, só produz<br />

“bobos”:<br />

Decir Francia es tanto como decir armonía y proporción y tanto como decir exactitud ordenada,<br />

instinto metódico, espíritu analítico, sentido crítico y otras mil virtudes que adornan al probo<br />

empleado bancario, al experto maquinista de trenes, al fiel corrector de pruebas, al abnegado maestro<br />

de escuela, al erudito conferenciante de ateneos, etc., etc.; decir España es tanto como decir<br />

desorden, desproporción, desarmonía y otras mil locuras que son, precisamente, las que caracterizan<br />

al genio. Las cosas como son: con nuestros vicios se puede parar en loco, mas con sus virtudes se<br />

puede parar en tonto. Claro está que yo no cambio por toda la razón del universo la divina locura de<br />

mi raza: sólo estando locos pudimos resistir a los romanos en Numancia, salvar la literatura clásica<br />

de las hordas visigodas, enfrentar la batalla de Covadonga, salir a descubrir América, lanzarnos a dar<br />

la vuelta al planeta, empeñarnos en derrotar al protestantismo, desafiar a Napoleón Bonaparte y en<br />

los mares de Cuba, con cuatro cáscaras de nuez, aguantar la embestida de toda la escuadra<br />

norteamericana. Pero aquí no es cuestión de afirmar si los españoles somos mejores o peores que los<br />

franceses, sino de sentar el principio de que somos diametralmente opuestos.<br />

Y puestos a hacer teoría de las argumentaciones, enhebraríamos esta otra: en Francia, porque no hay<br />

paisaje, se inventó el arte de la jardinería; en España, porque todo es paisaje, no hay un solo jardín<br />

español. En mi patria hay dos jardines famosísimos y ambos son obra de franceses: los de Aranjuez,<br />

que Felipe V trazó con un cetro borbónico para que sus herederos se hartasen de lises y que –<br />

y mucho más con la esperanza de que su espíritu pueda infiltrarse en todo el continente; España no quiere<br />

hijos adoptivos ni que se trate de emperadores, y cifra su mayor orgullo en ser evidentemente inconfundible,<br />

en mantener pura su personalidad, buena o mala, de modo que nadie la equivoque. Por eso el prototipo del<br />

francés es el diplomático y el del español el guerrero. Y no diplomático por la suavidad y guerrero por la<br />

rudeza de los modales, sino por razones mucho más hondas”.<br />

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