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Ponencia_Experiencia_en_el_Taller_de_arte ambiental

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Reflexión

revistas y no para un usuario definido. En ellos, la forma da dirección al todo, los espectaculares

renders y modelados 3d convencen a los inversionistas de su elevado costo,

elaborados con sofisticados materiales industrializados, transportados de los confines

de la Tierra, con el argumento falso que salvaran al Planeta, cuando en realidad, las

externalidades en la extracción, producción y transporte, así como, el excesivo consumo

de materiales y energéticos, son colaboradores la problemática ambiental antes

señalada.

Entre más místico y sublime sea el chispazo que nos lleva a la idea rectora del diseño,

mayores glorias recibe el diseñador, la llamada “caja negra” que oculta el proceso

lógico y racional del diseñador se constituye en el velo perfecto para la expresión de

las más retorcidas y caprichosas formas que hagan alarde a la alta tecnología y sofisticados

cálculos estructurales, insultando al contexto social con derroche de recursos

económicos, en países con grandes distancias entre pobres y ricos.

Muchos de los casos de arquitectura bio-mimética recurren a la forma de estructuras

encontradas en la naturaleza para dar plasticidad y originalidad a sus proyectos, sin

embargo, la apariencia formal de tales edificios, no corresponden a su utilidad, ni compromiso

socio-ambiental del cual hacen alarde.

El arquitecto y su responsabilidad socioambeintal

El arquitecto del siglo XXI se enfrenta a varios retos, entre los más importantes, es el

desempleo, producido por la masificación de la profesión (Lárraga 2014); la crisis de

la profesión al no satisfacer la necesidad del 70% de los que requieren vivienda; las

recurrentes crisis en la construcción producto de los desajustes económicos de los

países emergentes; y los grandes monopolios de la vivienda en serie. Frente a tales

retos el arquitecto debe innovar en su oferta, debe ajustarse al concepto revitalizado

del “arte de hacer arquitectura” –como se concebía antes del Renacimiento- concepto,

que como fue revisado, es la capacidad de hacer bien el cobijo del hombre, con

elemento adicional, utilizando los recursos -naturales, sociales, institucionales, económicos,

culturales- sin poner en riesgo los recursos que permitan cubrir las necesidades

de las futuras generaciones.

Un arquitecto que dirija su atención a las comunidades, que busque auto-emplearse

facilitando el desarrollo local. Un arquitecto que sabe dialogar y aportar en un ambiente

multidisciplinar, interdisciplinar y metadisciplinar (Lárraga 2014), sin olvidar la

fortaleza de su disciplina para “hacer bien el cobijo del hombre”.

En este siglo se requiere un arquitecto, que transforme su entorno, alejado de la penumbra

incierta de la “caja negra” donde salta la chispa de la invención divina, que lo

caracterizo en los últimos tres siglos. Sino por el contrario, se desenvuelva en lugares

públicos donde facilite las concurrencias del imaginario colectivo, donde el diseño colaborativo,

y democrático hace valer los saberes ancestrales y da respuesta a las ne-

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