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Ponencia_Experiencia_en_el_Taller_de_arte ambiental

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ASINEA 93/ MORELIA

En vez de nombre y apellido, el usuario es conocido como una cantidad de salarios;

tiene un número fraccionario de hijos y se adapta a cualquier clima, por lo que su casa

puede ser clonada en Toluca o Villahermosa; su color favorito es una pintura rendidora,

prefiere los acabados más rentables para la inmobiliaria y acepta la misión de completar

las instalaciones insuficientes. El usuario es tan sociable, que aspira a tener una

casa idéntica a la de los 5000 colonos del conjunto y no se incomoda al escuchar los

gritos de sus 4.7 vecinos a través del muro de la recámara. Al usuario no le interesan la

arquitectura, el paisaje, o los espacios públicos, sino pagar el enganche de la casa, para

que el desarrollador inmobiliario repita el esquema por todo el país.

Pero si algún usuario estuviera en desacuerdo y quisiera convertirse en una persona de

verdad, modificaría su casa. No acudirá a un joven arquitecto, sino a un ingeniero civil

o un maestro de obras, pues el arquitecto sólo sabe diseñar aeropuertos y centros culturales.

El usuario no invitará al profesionista a modificar la estancia y el baño, pues su

render sugiere la demolición de media casa para aplicar una geometría de merengue

a lo Gehry, pero sin dibujos de estructura, instalaciones o detalles técnicos (que debe

resolver el ingeniero, pues el arquitecto egresó de un plan flexible, donde eludió las

asignaturas duras que abollaran su fantástico promedio). Si el usuario decide refrescar

su casa, pedirá a un herrero modificar las ventanas, pues el arquitecto propondría azoteas

y muros verdes con vegetación inspirada en Miami, que consumirían toda el agua

de la familia; también habría que reforzar la losa y recurrir nuevamente al ingeniero

civil.

El usuario requiere un arquitecto competente, no un título profesional obtenido en un

plan flexible que elude asignaturas cruciales.

Tradicionalmente, el arquitecto ha delegado algunas funciones a otros colaboradores,

pero hoy la situación se excede. Empezó por dejar las estructuras y las instalaciones

en manos del ingeniero civil, luego delegó el diseño interior a un interiorista y turnó

el diseño exterior a un paisajista, la cocina fue adjudicada a una empresa especializada

y finalmente, los diseños de puertas, ventanas y closets fueron asignados a Home

Mart, al igual que los letreros del inmueble (originalmente encargados a un diseñador

gráfico, quien rechazó el ofrecimiento, pues su plan flexible sólo le permitía elaborar

páginas web).

¿Qué queda de la labor del arquitecto, después deslindarse de casi todo? No se deben

confundir las bondades de trabajar en equipo, con la incompetencia asistida. Hace

tiempo que el arquitecto fue marginado –o más bien, automarginado- del diseño de la

ciudad, de la infraestructura territorial, de la filosofía y de las artes plásticas (la escultura

y la pintura se desintegran de la arquitectura mexicana y migran hacia un coto de

especialistas lejano al arquitecto, quien suple el vacío modelando edificios como si se

tratara de plastilina, sin compromiso social y funcional). Buena parte del diseño de viviendas

ya también queda al margen de la profesión y de las asignaturas de proyectos,

fenómeno que no es exclusivo de México:

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