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Ponencia_Experiencia_en_el_Taller_de_arte ambiental

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ASINEA 93/ MORELIA

De modo similar a la máxima que dice que “nada es perfecto, pero todo es perfectible”,

podemos asumir que, aunque no podemos aspirar a la formación integral, eso no

significa que desfallezcamos en la búsqueda de máximos logros posibles. Dicho de otro

modo, en un océano de imposibilidades, es posible construir islas de posibilidades.

EL RETORNO A LA ARQUITECTURA

No todo está perdido. En los últimos años la arquitectura también ha recuperado territorios

que le habían sido arrebatados temporalmente por tecnologías y supuestos

“saberes” que parecían la panacea y que fracasaron.

A mediados del siglo XX la proliferación de equipos de aire acondicionado y calefacción

había hecho que los arquitectos se volcaran ciegamente hacia la moda de envolver con

vidrio todo un edificio, sin importar la orientación o las conexiones visuales. Augusto

H. Álvarez decía que la orientación de las fachadas y el exceso solar no importaban

y que él prefería la luz. Decía que los equipos de aire acondicionado estaban para

elegir la temperatura interior y que él no tenía por qué cambiar su forma de hacer

arquitectura.

El mundo se llenó de arquitectos que pensaban igual y hasta los estudiantes de preparatoria

podían definir edificios con estas características, hasta que, décadas más tarde,

el hartazgo de los costos de acondicionamiento del aire, la eterna incomodidad del

rayo de sol sobre el cuerpo, la falta de intimidad, la deplorable hacia el interior (mostrando

los cestos de basura y las cajas de cartón) y el riesgo constante de accidentes

con los vidrios hicieron reconsiderar las ventajas de un muro bien pensado. También el

arquitecto volvió a interesarse en la posición de los puntos cardinales y de las trayectorias

del sol y de los vientos. Vitruvio no estaba tan equivocado.

Otro logro tecnológico del siglo XX se volvió contra su creador y el arquitecto de hoy

tiene la oportunidad de ir al rescate. El automóvil fue creado para resolver los problemas

de la sociedad, no para incrementarlos. El urbanismo del siglo pasado es un

fiasco, pues el automóvil tuvo prioridad sobre el peatón, la Carta de Atenas validó

moralmente las actividades mafiosas de la venta de suelo y ayudó en gran medida a

propiciar el Urban Sprawl, es decir, la dispersión de una ciudad de baja altura por kilómetros

de horizonte, sólo alcanzable mediante un transporte motorizado, siempre

problemático e insaciable.

Paradójicamente, las calles concebidas en siglos anteriores a la invención del automóvil

tienen menos embotellamientos que las vialidades modernas, hechas ya con pleno

conocimiento del comportamiento vial. Hoy, el arquitecto con criterio retorna a la conciencia

urbanística, reconcilia a las personas con la ciudad y ha dejado de ser comparsa

del desarrollador inmobiliario. Bohigas anota que:

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