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Ponencia_Experiencia_en_el_Taller_de_arte ambiental

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Reflexión

co pertinente a los objetivos de una determinada investigación, se quedaría pues, en

un conjunto de opiniones o una crónica sin esencia.

Haré uso de un ejemplo, esperando no caer en una divagación: si los arquitectos (y no

es una generalidad) pensáramos que somos los únicos capacitados para opinar sobre

asuntos relacionados con la ciudad y su arquitectura, estaríamos condenándonos hacia

un estancamiento, ya que en lo urbano-arquitectónico inciden muchos factores que

trascienden y que preceden la construcción y el diseño de edificios, su emplazamiento

y su relación con el entorno. Pero, al mismo tiempo, no habría por qué descartar

(para la construcción del objeto de conocimiento) las opiniones que resultan de una

comunidad asentada en determinado territorio respecto a cómo pudiera adecuarse su

hábitat. Justamente, para reemplazar el saber cerrado por un conocimiento abierto y

dinámico, ¿no será pertinente la incorporación de lo culturalmente significativo en el

ámbito de la arquitectura y el diseño urbano?

Miguel Jarquin, propone la transubjetividad argumentando que es imposible abandonar

nuestra manera de ser y de pensar. Para obviar la explicación de cada uno de los

principios que la constituyen, me remitiré a enunciar los que me han resultado más

reveladores en el marco de mi trabajo de tesis. Así, me dedicaré simultáneamente a

situar ejemplos con base en experiencias personales más o menos recientes.

El primer principio de la transubjetividad enuncia: No voy a hablar de mí, pero sí desde

mí. “Al actuar estaré tomando en cuenta mi forma de comprender el mundo, lo cual

me ayudará a ver por qué defino las cosas de tal o cual modo, por qué pongo mayor

atención en ciertas situaciones, por qué me afectan determinadas circunstancias”

(Jarquin, 1998: 43). Ante la búsqueda de los actores sociales que pudieran responder

algunas preguntas de investigación veo como algo insoslayable la incorporación

de la práctica (o las prácticas) del diseño y las diversas nociones con que contamos

arquitectos y urbanistas. Ahí, sería difícil abandonar mi posición, divorciarme de manera

tajante de ciertas nociones que derivan de la disciplina en la cual me formé y

que he ejercido desde hace 13 años. De lo contrario, no habría manera de encontrar

las tensiones que hay entre las tan distintas prácticas de quienes planifican (o toman

decisiones), entre quienes habitan (o se apropian de) los espacios y entre quienes le

confieren significados a estos lugares.

El segundo principio dice: Nadie me puede obligar a ver su verdad. “El nosotros sólo

podrá existir cuando los linderos del tú y del yo se hayan fundido en una actitud de

comprensión y no de juicio. Tu verdad no es mi verdad, lo cual no quita que desees

participármela, pero sin olvidar mi realidad de sujeto” (Jarquin, 1998: 45). Al solicitar

mi ingreso a un Doctorado en Estudios Socioculturales, una cantidad nada despreciable

de colegas me cuestionaba el por qué en esa área, qué tendría que ver eso que yo

estudiaría con la arquitectura y si no representaría algún obstáculo para mi formación.

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