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Ponencia_Experiencia_en_el_Taller_de_arte ambiental

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ASINEA 93/ MORELIA

moda y las tendencias que privilegian lo visual. Poca reflexión teórica, el alejamiento

de los procesos artesanales que brindan tiempo al análisis y la maduración, carencia

de sensibilidad y conexión a los procesos creativos, parecen ser cada día más signos

de la vida académica contemporánea, que ha dejado atrás el ejercicio del croquis de

arquitectura como hábito cotidiano y como herramienta de pensamiento y expresión.

Desde mi ejercicio profesional de treinta años en la arquitectura, ligado siempre a la

vida universitaria, me propongo rescatar los valores del dibujo arquitectónico tradicional,

y exponer algunas innovaciones didácticas practicadas en años recientes, durante

un continuo peregrinar por diferentes instituciones dedicadas a la enseñanza de la

arquitectura, a lo largo y ancho del país.

Considero que la formación del arquitecto debe incursionar cada vez más en terrenos

de lo experimental, en la práctica que se apuntala en la solidez del conocimiento teórico

profundo y la reflexión; en la sensibilización que provoca la manualidad creativa

del proceso artesanal; y mucho de esto lo brinda el dibujo.

Regresando al trabajo realizado en la oficina de Libeskind, en Berlín, Richard Olsen 2

establece que “se ha venido desarrollando en direcciones inesperadas a través de una

práctica que no imita los procedimientos existentes, sino que va intentando abrirse

paso en la emoción, la aventura y en el misterio de la arquitectura”. Por ello, la magia

de la arquitectura no puede ser apropiada por cualquier operación singular, ya que

siempre está flotando, progresando, subiendo, volando… Los medios de representación

arquitectónica, entonces, deben ofrecer mayores posibilidades de expresión, más

cercanas al mundo de las ideas, de los sentidos y la fenomenología.

El dibujo como medio de representación arquitectónica no es nada nuevo. Hacia el

año 3,000 a.C. se data ya el ejemplo más antiguo del plano de un edificio, estampado

en una tableta de arcilla, en Asmar, Iraq; aunque el reconocimiento del primer dibujo

de arquitectura, en sentido estricto, se remonta a principios del siglo IX, y es la famosa

planta del monasterio de Saint Gallen, en Suiza. Sin embargo, para encontrar algún

texto en el que se trate desde una perspectiva teórica el tema de la representación

gráfica de la arquitectura debimos esperar hasta los inicios del Renacimiento.

El tratado De re Aedificatoria, de Leon Battista Alberti, de 1485, expone un concepto

de disegno que no contiene nada que dependa de la materia y que se puede identificar

como algo invariable con independencia de los edificios concretos. Los dibujos

constituyen el único signo observable y transmisible de las ideas y son por tanto, junto

con maquetas, el medio idóneo para su posterior realización física. Alberti es quien

establece desde el principio las diferencias entre el dibujo de los arquitectos y el de los

pintores.

2 Richard Olsen, et. alt.(Eds.), Daniel Libeskind, The space of encounter, Editorial Universe Publishing, New York, 2001, pp. 10-23.

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