30.04.2020 Views

Ponencia_Experiencia_en_el_Taller_de_arte ambiental

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

ASINEA 93/ MORELIA

Definitivamente, esos cinco o seis años de estudio intenso habían sido insuficientes

para lograr una formación integral. El joven arquitecto no sólo se arrepentía de no

haber aprovechado hasta el último minuto de las asignaturas de construcción y administración

de obra, sino también de haber desaprovechado la biblioteca de la escuela

en sus tiempos libres.

Los años pasaron y el arquitecto, ya no tan joven, descubrió otra cosa: la realidad era

cambiante y había retos jamás previstos en un mapa curricular, o al menos advertidos

por el docente más propenso al futurismo.

Ya se sabía que la proliferación de computadoras tendría algún efecto en el quehacer

arquitectónico y que las destrezas para trabajar rápida y limpiamente con la regla paralela

y el Leroy acabarían en el archivo muerto. No obstante, el arquitecto descubrió

gratamente que ya bien entrado el XXI el dibujo a mano alzada sigue vivo, no tanto en

el proyecto, sino en la obra, pues mientras los planos sigan extraviándose y no todo

albañil cuente con instructivos cibernéticos, sigue siendo útil dibujar sobre una superficie

más estable y duradera –como un muro inconcluso- y a la vista de todos.

Lo que nadie imaginaba, era otro efecto derivado de la informática y el teléfono celular:

la casi total desaparición del polifacético estudiante-dibujante-maquetista-residente,

tan común en los despachos del pasado. Si el arquitecto o el ingeniero en jefe

se ausentaban, los trabajadores de la construcción no poseían teléfonos celulares para

llamarlos en caso de dudas, por lo que acudían al estudiante que trabajaba como dibujante

y quien tenía una visión amplia del proyecto. Dichos estudiantes solían tener un

promedio académico desastroso, pero estaban bien ligados a la realidad profesional.

Aparecieron nuevos términos: “domótica” sonaba a algún sistema de construcción de

domos; “sustentabilidad” sonaba a estructuras a prueba de terremotos, pero cuando

el arquitecto averiguó su significado, descubrió que muchas de las técnicas constructivas

aprendidas con tanto cariño y esfuerzo eran en realidad peligros sociales y ambientales.

O sea, su formación integral se “desintegró”.

También la población empezó a envejecer y los discapacitados comenzaron a contar,

por lo que las escultóricas y artísticas escaleras de acceso -en las cuales siempre se

esmeraba el estudiante y que tanto esfuerzo costaba realizar al joven arquitecto- empezaron

a ser consideradas como simples barreras arquitectónicas.

Más tarde, se multiplicaron los clientes que solicitaban una casa construida con madera,

material que en tiempos estudiantiles se consideraba indigno de las estructuras

modernas y sólo se empleaba para hacer puertas o closets. El estudiante sólo concebía

la madera en grandes cantidades para construir cimbras. Para horror de los defensores

de la modernidad, resucitó el adobe, un legendario material ausente en el cuento de

los tres cerditos y en las obras de los gurús del siglo XX, sólo defendido por Van Lengen

o por el marginal egipcio Hassan Fathy.

61

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!