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Ponencia_Experiencia_en_el_Taller_de_arte ambiental

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ASINEA 93/ MORELIA

La arquitectura contemporánea no puede limitarse a fórmulas preestablecidas de programas

de cómputo, estas se agotan y se repiten en un determinado momento, es por

ello que ocupan de la topología, la ciencia de las transformaciones continuas.

Hay bellezas específicas que nacen del lenguaje, a través del lenguaje, por el lenguaje.

Pensándolo bien, el estudio sistemático de la imaginación literaria tiene para nosotros

una ventaja: la de que, al reducir nuestro problema, lo hemos precisado. Estamos, por

cierto, frente a una imaginación ofrecida con toda sencillez, en la más simple de las

intimidades, la de un libro y su lector. La imaginación literaria es el objeto estético que

ofrece el literato amigo de los libros. La imagen poética puede caracterizarse como un

vínculo directo de un alma a otra, como un contacto de dos seres felices de hablar y

de oír, en esa renovación del lenguaje que es una palabra nueva. (Gastón Bachelard).

Bien cita Bachelard, el poeta del espacio, que el medio para expresión es el lenguaje y

su creador, la imaginación. Ahora bien ¿qué lenguaje debe dominar el arquitecto para

expresar su creación imaginaria? Ese debe ser un lenguaje que permita al lector leer

su obra, apropiándose de códigos que le permitan comunicarse sin coartar su imaginario,

mediante los que pueda ser fiel resultado de su mundo fantástico, su mundo de

creación estética.

A la arquitectura se le lee por su estilo, esa lectura de estilo es aplicable a esas corrientes

arquitectónicas del pasado, hoy con las nuevas tecnologías, los nuevos materiales

y la integración de otras disciplinas al quehacer arquitectónico, se requiere de otro

elemento de lectura, lo que da paso a la búsqueda de nuevos códigos y elementos

significativos que enriquezcan su lenguaje, misma que debe de realizarse dentro de

otras disciplinas, para poder apropiarse de ellas, y conjugar en un nuevo andamiaje, el

de los “impulsos”.

El dibujo debe romper con las viejas formas o los tabús de que siempre debe de plasmar

lo que se ve, ¿no se debe plasmar en el dibujo lo que se piensa, lo que nuestra

mente imagina? el imaginario es el motor para el trazo, hay que dibujar la forma. El

liberar nuestro pensamiento, hacia el acto creativo y no ver lo que se está dibujando,

para que nuestro cerebro no lleve la imagen de lo que plasmamos, para no limitarnos

con las convenciones formales de la técnica del dibujo, sino todo lo contrario, permitir

ese flujo del pensamiento hacia el papel. Hoy, ese papel es un algoritmo que permite

captar los flujos emocionales, el pensamiento y sin reserva alguna, manifestar las más

inimaginables formas plásticas en el diseño de la forma.

El dibujo debe permitir el fluir, lograr la plasticidad, cual barro en las manos del artista

que va moldeando su creación sin modelo físico alguno, solo el que recrea en su imaginación

y lo plasma con sus manos a través del barro y su frescura, ese frio que le permite

sentir el material, que le dice su consistencia, que le habla, que se comunica con

él, para poder estar en armonía; material y artista, concurriendo en el acto creador, así

es como debemos de sentir ese flujo electrónico, el de los impulsos, es alcanzar esa

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