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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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cuidar a las viudas. Es posible que ambos puntos de vista sean correctos, y que se trate de obligaciones recíprocas. Las viudas no<br />

deben descuidar sus deberes inmediatos, ni sus parientes deben olvidar sus deberes para con ellas, en beneficio de deberes para con<br />

la iglesia y la atención que esta da a las viudas.<br />

b. Las viudas jóvenes. También las viudas más jóvenes tienen tareas inmediatas, y con facilidad caen presas de la frivolidad o de la<br />

sensualidad. Si se les confía el oficio de una viuda en el contexto de la iglesia, y después se casan, van a romper su lealtad primordial<br />

para con Cristo. En el desempeño de sus deberes, corren también el riesgo de volverse ociosas y chismosas y por lo tanto de<br />

acarrear mala fama a la iglesia. Por eso es mejor que se vuelvan a casar (5:14), y asuman así deberes que les darán menos oportunidad<br />

de meterse en dificultades.<br />

c. Las «verdaderas» viudas. Las que son «verdaderas» viudas han de ser honradas y apoyadas (vv. 3ss). Se trata de mujeres que de<br />

veras están solas y que han resuelto no casarse de nuevo (v. 5). Ponen toda su confianza sólo en Dios, se entregan a la oración día<br />

y noche (cf. 1 Ts. 3:10), y realizan diversas tareas en pro de la iglesia (v. 10).<br />

d. El ministerio. Las «verdaderas» viudas son escogidas para el servicio en la iglesia (v. 9). Esto va implícito en la «lista» de los vv.<br />

9, 11. Los requisitos para ser escogidas son que no tengan familia (v. 5), que den prueba de buenas obras (v. 10), que tengan al<br />

menos sesenta años (v. 9), que hayan tenido sólo un esposo (v. 9) y que no tengan deseos de casarse de nuevo (v. 11). Se discute si<br />

la mención de un solo esposo se refiere a unas segundas nupcias tras la muerte de un primer esposo, o a un nuevo matrimonio<br />

después de un divorcio. Jesús permite lo primero pero no lo segundo (Mr. 12:24ss; 10:12). Pablo deja abierta en principio la primera<br />

posibilidad (Ro. 7:2–3). Lucas 2:36–37 elogia a la viuda que se ha casado sólo una vez. Las tareas de las viudas incluyen la<br />

oración, los deberes correspondientes a los de una esposa, y probablemente el adiestramiento de mujeres más jóvenes, como se les<br />

manda a las πρεσβύτιδες en Tito 2:3ss. También es posible que las viudas ricas hayan tenido a su cargo iglesias en sus casas (cf.<br />

Lidia, María la madre de Marcos, Cloé y Ninfa en Col. 4:15). Cuando es posible, los parientes deben proveer para las viudas. La<br />

iglesia asume esa responsabilidad cuando no hay nadie más que pueda hacerlo (1 Ti. 5:16).<br />

5. Santiago. Santiago 1:27 equipara el interés activo por las viudas con el servicio puro a Dios.<br />

6. La viuda en sentido figurado. En Lucas 18:2ss la viuda es una figura <strong>del</strong> pueblo escatológico de Dios, que puede esperar una<br />

respuesta a la súplica de fe por una vindicación final. En Apocalipsis 18:7 Babilonia la ramera –que representa a Roma– se compara<br />

a sí misma con una reina y no con una viuda. Pero pronto se revertirán los papeles. La viuda oprimida va a ser una novia regia<br />

(21:2), y la altanera Babilonia va a ser una viuda enferma. La imaginería combina los dos motivos <strong>del</strong> pueblo de Dios como una<br />

novia y de la ciudad como una mujer. Las dos ciudades, Jerusalén y Babilonia, representan dos pueblos humanos: el pueblo con<br />

Dios, la novia, y el pueblo sin Dios, la viuda. La iglesia, que reemplaza al Israel <strong>del</strong> AT, se parece ahora a una mujer sin marido,<br />

como pasaba con Israel durante el exilio. Pero en la parusía será la novia que sale al encuentro <strong>del</strong> Novio celestial (22:17).<br />

[p 1301] D. La viuda en la iglesia antigua.<br />

1. Alusiones bíblicas. En los primeros escritos encontramos muchas citas y alusiones bíblicas (1 Clem. 8.4; Justino, Apología 44.3,<br />

etc.). Se dan ejemplos de auténtica viudez (cf. Constituciones apostólicas 3.7.6, 8). Bernabé 20.2 asocia a las viudas con los huérfanos;<br />

Policarpo 6.1 a las viudas con los pobres, e Ignacio, Esmirniotas 6.2, a las viudas con los oprimidos. Bernabé 20.2 se queja<br />

<strong>del</strong> mal trato que se da a las viudas. Hermas, Mandatos 8.10, elogia el socorro a las viudas como una obra de amor que es agradable<br />

a Dios. Los ricos que no tienen compasión de las viudas y huérfanos sufren tormentos en el infierno.<br />

2. La atención a las viudas. Las constituciones eclesiásticas disponen sobre el cuidado a las viudas y a los enfermos. Iglesias como la<br />

de Roma y la de Antioquía proveen sustento diario para centenares de viudas. Se establecen hogares para ellas. Los obispos llevan<br />

listas, y se hacen donativos por medio de los obispos (cf. Ignacio, A Policarpo 4.1; Constituciones apostólicas 2.25.2). Los presbíteros,<br />

y especialmente los diáconos, les prestan ayuda (Hermas, Semejanzas 9.26.2). Los laicos ricos proveen alimentos. En el<br />

culto, las viudas ocupan un sitio especial junto con las matronas. Los diáconos no deben aceptar donativos de parte de malhechores,<br />

ni convertir su ministerio en una forma de enriquecimiento propio. Las mujeres más ancianas reciben preferencia sobre viudas<br />

más jóvenes que podrían sustentarse a sí mismas. Bajo Constantino, las leyes proveen concesiones tributarias y auxilio legal para<br />

las viudas, de modo que el cuidado de las viudas y huérfanos pasa a manos <strong>del</strong> estado.<br />

3. Reglas acerca de las viudas. Las viudas no deben enseñar, chismorrear, ni buscar ganancia. Deben quedarse en casa y orar. No<br />

deben beber demasiado vino ni reírse demasiado, y si tienen bienes deben usarlos para beneficiar a los pobres. Tertuliano argumenta<br />

que no deberían casarse otra vez, sino usar su viudez como ocasión para la continencia. Pueden concertar un matrimonio<br />

espiritual con viudos para realizar los oficios domésticos. Normalmente a las viudas más jóvenes se les permite casarse de nuevo<br />

una sola vez, pero no hay que permitir que la necesidad las obligue a ello, y posteriormente las tendencias ascéticas conducen a<br />

legislar en contra de las segundas nupcias.

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