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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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perturbada. Por una parte se ha acortado (Gn. 6:3), por otra ha sido hecha amarga, en razón <strong>del</strong> pecado humano. El árbol de la vida<br />

significa un destino de vida eterna que fue malogrado con la caída y la expulsión <strong>del</strong> huerto. Más importante que el origen de la<br />

vida es la relación real de la vida con Dios, quien es Señor tanto de la vida como de la muerte, que controla el libro de la vida (Éx.<br />

32:32), y que, habiendo dado la alianza, determina la preservación o pérdida de la vida según la respuesta a su palabra. La vida no<br />

queda garantizada mediante ritos mágicos, sino mediante una decisión de obediencia (Dt. 30:15ss; 32:47). No depende sólo <strong>del</strong><br />

pan, sino también de la palabra de Dios (Dt. 8:3). Ezequiel es quien elabora este tema con la máxima agudeza, con su llamado al<br />

arrepentimiento y la promesa anexa de vida. La vida se entiende, entonces, exclusivamente en términos de gracia. Es la base misma<br />

de la salvación, y sólo se la puede tener por fe, adhiriéndose al Dios salvador (Hab. 2:4). Si bien es por una parte el disfrute de<br />

las bendiciones, es por otra la comunión [p 289] con Dios; pero en cualquiera de las dos formas se entiende como don de Dios. Los<br />

libros sapienciales ponen como su objetivo principal el ofrecer la vida, o conducir a la vida, mediante una decisión correcta en<br />

cuanto al verdadero orden de vida. La única diferencia es que ahora la sabiduría reemplaza a Dios o a la palabra como fuente o<br />

dadora de vida. Cierto es que la idea que la palabra o la sabiduría confiere vida en un sentido físico, y no solamente espiritual,<br />

implica cierta contradicción con las crudas realidades de la experiencia; y el AT tiene conciencia de esto, pero sólo puede ofrecer<br />

una solución en cuanto que la muerte no es considerada como fin irrevocable de la vida.<br />

2. La muerte en el AT. La terminación de la vida con la muerte en la vejez se acepta como cosa lamentable pero natural. La<br />

condición que se espera después de la muerte es carente de alegría. La individualidad se pierde, y no se espera reencuentro alguno.<br />

A los sepulcros se les niega toda calidad sacra, y los cadáveres son impuros (Dt. 21:23). Los muertos quedan excluidos de la alabanza<br />

a Dios (Sal. 115:16–17). La separación <strong>del</strong> Dios de la vida es el verdadero aguijón de la muerte (Is. 38:18). Si la vida viene<br />

por la relación con Dios, la muerte se caracteriza por la ausencia de tal relación. La perpetuación de la nación, aun por la restauración<br />

(Ez. 37), está garantizada por la alianza, mientras que sobre la vida individual pende el hechizo de la muerte.<br />

3. La victoria sobre la muerte en el AT. Aunque siempre se considera que Dios gobierna sobre las esferas superiores, hacia las cuales<br />

puede arrebatar a los justos (Gn. 5:21ss; 2 R. 2:9–10), esto no se enfatiza; y para después de la muerte se llega a esperar la fe en la<br />

justicia divina, ese cumplimiento de la promesa de la alianza (Sal. 16:9–10; 49:16; 73:23ss; Job 19:25). El concepto de la gracia<br />

subyace a la certeza que aquí se enuncia. El mismo concepto se halla detrás de Isaías 26:19 y Daniel 12:2, aunque aquí la justicia<br />

de Dios significa la retribución de los malos así como la continua comunión con Dios para los creyentes.<br />

[G. von Rad, II, 843–849]<br />

4. El concepto de vida en el AT. Si el hebreo םי ִיּח ַ corresponde más a βίος (en cuanto duración) que a ζωή, la palabra שׁפֶ ֶנ, que<br />

denota la potencia sobre la cual se basa la vida, está más cerca de ζωή. La esencia de םי ִיּח ַ se puede ver en las expresiones de vida<br />

cuyo sujeto es שׁפֶ ֶנ p. ej. el hambre y la sed, los anhelos y deseos. Pero el שׁפֶ ֶנ no es a la vez el sujeto de la vida intelectual, ya que<br />

el concepto de vida va ligado al de carne, todas las criaturas vivientes quedan bajo la categoría de שׁפֶ ֶנ, y cuerpo y alma se pueden<br />

usar como paralelos o de manera combinada. Si bien el שׁ ֶפ ֶנ está en nosotros, o en la sangre, no se puede escrutar, ya que sólo está<br />

sujeto al dominio de Dios (Gn. 6:3, 17, etc.). La vida la tenemos sólo como préstamo. Dios es el Señor de la vida (Sal. 104:29–30).<br />

Él es el Dador, que mata y que da vida (Sal. 36:9; Dt. 32:39). Sólo él tiene vida en sí mismo. Nosotros los mortales sólo podemos<br />

sustentarla mediante el alimento y el trabajo. Para nosotros la vida es temporal e implica movimiento, posibilidad, orientación y<br />

deseo. Se caracteriza por el esfuerzo y la esperanza, así como por el hambre y la sed. La mera existencia no es vida. La enfermedad<br />

es tan mala como la muerte (Job 27:15), y la curación es vida. La verdadera vida es larga y feliz. La vida es el bien supremo; el<br />

peor sufrimiento es «hasta la muerte» (Jon. 4:9). La muerte pone fin a la vida; no puede darle plenitud. La vida significa conocimiento<br />

de sí; de ahí el vínculo con la luz (cf. Ec. 11:8). La vida es individual; la muerte pone a todos en igualdad de condiciones<br />

(Job 3:19). Esta individualidad está presente con la vida misma; no hay que alcanzarla mediante el modo en que uno vive, ni perdura<br />

después de la muerte. La muerte es un descanso (Job 3:17–18), y uno puede morir contento cuando está lleno de días. Esta<br />

vida presente es verdadera vida si es larga y feliz, y mediante la obediencia a la ley o a la sabiduría uno puede labrarse esa vida<br />

larga y feliz, escogiendo así la vida en vez de la muerte.<br />

[R. Bultmann, II, 849–851]<br />

C. ζωή y βίος en la LXX. La LXX casi siempre usa ζῆν y ζωή para los términos hebreos. βίος no figura en absoluto en la ley ni en<br />

los profetas, y se usa en Job, Proverbios 3:2, 16, la Sabiduría, y 2 y 3 Macabeos sólo para referirse a la duración de la vida. Adquiere<br />

un sentido ético sólo en 4 Macabeos. ζωή figura unas 278 veces, 191 en el canon, 10 sin corresponder a ningún original, y<br />

19 veces en una traducción libre. Significa primeramente duración de la vida o vitalidad, a diferencia de la enfermedad [p 290] y la<br />

muerte. Dios es el señor de la vida y de la historia, que castiga y sana. Posteriormente, la vida que es un don divino es la vida eterna<br />

(cf. 4 Mac. 18:18). En las inscripciones funerarias tempranas las referencias son a la vida terrena, pero a veces se aducen textos<br />

<strong>del</strong> AT para apoyar la creencia en la vida después de la muerte (cf. 1 S. 25:29; Gn. 3:22ss; Job 19:25 para sugerencias de la LXX<br />

en esta línea; también Is. 26:19; Lv. 18:5; Sal. 119; Sal. 49:7). (Para un estudio completo cf. el TDNT en inglés, II, 851–854.)

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