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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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La ilustración racional destruye la creencia en los dioses de juicio, pero el concepto de juicio después de la muerte persiste tanto en<br />

la creencia popular como en la enseñanza filosófica.<br />

D. El concepto de juicio en el judaísmo. Es un artículo cardinal <strong>del</strong> judaísmo el que Dios juzga, que resiste al mal y recompensa el<br />

bien, que mantiene en alto la ley y que hace que se cumpla a pesar de las infracciones. Se ven juicios individuales para pecados<br />

individuales, pero puesto que esto no siempre se manifiesta, se desarrolla una expectación de un juicio futuro sobre los pecadores<br />

(tanto judíos como gentiles) que también traerá salvación a Israel. Puesto que el juicio recaerá sobre los pecadores judíos individualmente,<br />

los grupos farisaicos experimentan cierta tensión entre el temor al juicio y la confianza que les confiere la observancia<br />

escrupulosa de la ley. En cuanto a los detalles <strong>del</strong> juicio existe la variedad de opiniones más amplia posible. Desde luego, nunca<br />

desaparece la esperanza de perdón.<br />

[p 463] E. El concepto de juicio en el NT.<br />

1. El Bautista. Juan el Bautista proclama la inminencia directa <strong>del</strong> juicio divino, y por lo tanto la urgente necesidad de arrepentirse y<br />

ser bautizado, con miras al perdón divino y a la enmienda de vida (Mt. 3:7ss).<br />

2. La predicación de Jesús en los Sinópticos. Jesús emite un llamado similar al arrepentimiento, debido a la gravedad <strong>del</strong> pecado y al<br />

juicio de Dios sobre él (cf. Mt. 5:22ss; 7:21ss; 10:28, 33; 13:47ss; 24:50–51; 11:20ss; 23:13ss). Los méritos no sirven (Lc. 17:7ss).<br />

La norma es la ley, e. d. la ley <strong>del</strong> amor. El juicio puede ser ejecutado por Dios (Mt. 10:32–33) o por el propio Jesús (Mt. 7:22–<br />

23), y recae tanto sobre judíos como sobre gentiles (Mt. 25:32), ya que todos son responsables ante Dios. La base para la liberación<br />

es el perdón. Se trata de un don de gracia, prometido por Jesús (Mr. 2:9; Lc. 7:36ss), de modo que sus discípulos pueden anhelar el<br />

último día, y orar por la venida <strong>del</strong> reino (Mt. 6:10). El perdón se disfruta solo en la comunión personal con Jesús. Hay que pedirlo<br />

en oración (Mt. 6:12), e implica la disposición a perdonar a los demás (Mt. 6:14). No quiere decir que el perdón divino se condicione<br />

a nuestro perdón humano; quiere decir que la ausencia <strong>del</strong> perdón humano es absurda y sin sentido allí donde se conoce el<br />

perdón divino. El hecho de que el predicador sea el juez (cf. Mr. 14:62) da una urgencia singular al mensaje de Jesús. Significa que<br />

el mensaje mismo entraña una decisión eterna. Si se lo rechaza, no deja ningún otro fundamento para la esperanza en el juicio<br />

final. Si se lo acepta, trae la verdadera liberación <strong>del</strong> juicio. Los oponentes de Jesús no pueden entender esta seguridad de liberación<br />

(Mr. 2:7), y por consiguiente condenan a Jesús a la muerte por medio de la cual se realiza esa liberación. El concepto que<br />

Jesús tiene <strong>del</strong> juicio es crucial. Si es incorrecto, su ministerio no tiene pertinencia alguna para nuestra relación con Dios. Si es<br />

correcto, nuestra situación es sin esperanza e intolerable aparte de su palabra de perdón.<br />

3. Pablo. Pablo proclama el día venidero <strong>del</strong> justo juicio de Dios (Ro. 2:1ss). Todos deben comparecer ante el tribunal de Dios (2<br />

Co. 5:10). La ira de Dios sobre las obras malvadas ya es manifiesta (Ro. 1:18ss), pero su bondad da cabida al arrepentimiento (Ro.<br />

2:4). El dictamen final sigue quedando para el futuro, y esto hace que la cuestión de la justificación sea la cuestión crucial en la<br />

vida humana. La respuesta radica en la gracia justificante de Dios manifestada en Cristo (Ro. 5:9–10). Sobre esta base los pecadores<br />

pueden tener la seguridad de la salvación en el juicio (Ro. 8:31ss; 1 Co. 3:15).<br />

4. Juan. También Juan espera un juicio final en que los muertos sean resucitados (Jn. 5:28–29; 1 Jn. 4:17). El juicio se pone en<br />

manos <strong>del</strong> Hijo (Jn. 5:22). Jesús ha venido a salvar, no a juzgar (Jn. 3:17), pero aún así su palabra va a juzgar en el último día<br />

(12:48). En efecto, el juicio tiene lugar ya sobre los que no creen (3:18–19). De modo parecido, los creyentes no vendrán a juicio<br />

(5:24). No necesitan temer el último día (1 Jn. 4:17). Este mundo y su jefe también están ya juzgados (Jn. 12:31; 16:11) con la<br />

entrega propia <strong>del</strong> Hijo (12:27ss). En la seguridad de la fe, lo eterno es presente en el tiempo.<br />

5. El Apocalipsis. El Apocalipsis presenta un cuadro aterrador <strong>del</strong> juicio (20:11ss) y emite serias advertencias a las iglesias (2)3).<br />

Cristo mismo tiene un papel crucial en el juicio que establece el gobierno de Dios y da inicio al nuevo cielo y la nueva tierra.<br />

6. Pedro y Hebreos. 1 Pedro insta a temer a Dios como Juez (2:17) y advierte que el juicio debe comenzar en la casa de Dios (4:17).<br />

Hebreos tiene un alegato contra el tomar el juicio demasiado a la ligera (10:26ss) y una exhortación a servir a Dios con reverencia<br />

y temor, porque él es un fuego consumidor (12:28–29).<br />

7. El juicio humano. A la luz <strong>del</strong> juicio de Dios, no debemos juzgarnos unos a otros (Mt. 7:1–2; Stg. 4:11; Ro. 14:4, 10; 1 Co. 4:5).<br />

Esto no significa una blanda indiferencia ante el mal moral, sino un reconocimiento de la solidaridad en la culpa. Así, la disciplina<br />

eclesiástica no debe ser ruda ni condenatoria; debe recurrir a los métodos de la edificación y la cura pastoral. La propia seriedad<br />

<strong>del</strong> juicio divino preserva a la iglesia de un talante enjuiciador y legalista.<br />

[p 464] 8. Conclusión. En el NT el juicio no tiene los aspectos caprichosos y emotivos que caracterizan a los juicios divinos en los<br />

mitos. Todos los actos humanos son un sembrar (Gá. 6:7–8). El juicio de Dios es una retribución (Ro. 1:27). Existe una relación<br />

orgánica entre el acto y la consecuencia. Dios juzga con ira santa, no con mera pasión. En calidad de Creador, ha establecido un<br />

orden moral <strong>del</strong> ser. Sus exigencias corresponden a la estructura misma de la vida humana y por tanto deciden su destino. La obediencia<br />

o desobediencia a ellas significará integración con el orden creado o fricción con él. Si la obediencia trae vida, la desobe-

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