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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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como una realidad y no una simple teoría. Son indispensables, no para los mensajeros, sino para el mensaje. El descartarlas como<br />

adiciones legendarias es descalificar el apostolado como una institución religiosa básica, reduciéndolo a un oficio legal. El pensamiento<br />

relacionado con estos signos apostólicos halla su mo<strong>del</strong>o en Moisés como el mensajero divino respaldado por signos (Éx.<br />

3:12). Sin lugar a dudas, Cristo como Señor resucitado actúa en la comunidad entera, no sólo en los apóstoles. Pero los apóstoles<br />

tienen una significación especial como líderes que gozan de la plena acreditación <strong>del</strong> Señor, con un encargo universal a lo que ha<br />

de ser una comunidad universal. El Señor sigue estando detrás de lo que ellos dicen y hacen. Él mismo es el sujeto <strong>del</strong> mensaje de<br />

ellos. En esta nueva comisión, sin embargo, este es un mensaje constante para el mundo.<br />

b. El Evangelio de Juan confirma estos hallazgos, aun cuando no use el término «apóstol». En él los relatos de Pascua muestran<br />

cómo el Señor unió a los discípulos a sí mismo y les dio plena autoridad (cf. Tomás en 20:24ss; Pedro en 21:1ss). Aquí, nuevamente,<br />

de lo que se trata es de la obediencia y el servicio, y no <strong>del</strong> logro personal. Los creyentes son las ovejas de Cristo, y Pedro<br />

ha de apacentarlas, no dominarlas. El compromiso y la responsabilidad van junto con el encargo. Sólo con el Espíritu se puede<br />

cumplir ese encargo (20:21ss). El uso de ἀποστέλλω y πέμπω en 20:21 muestra que la obra es a fin de cuentas la propia obra de<br />

Cristo, en la cual él les da a los discípulos una participación al enviarlos (πέμπω). La autorización de los mensajeros es subsidiaria<br />

a la de Jesús. Sin embargo, por la misma razón, es él quien los sostiene a ellos en su oficio; de ahí la importancia <strong>del</strong> παράκλητος<br />

a quien él envía (πέμπω) (14:26; 15:26). Probablemente, el énfasis en Cristo como aquel que actúa con el Padre de principio a fin<br />

es lo que hace que Juan evite el término ἀπόστολος, si bien no niega que los discípulos fueran representantes plenamente acreditados.<br />

c. Fue quizás en Antioquía donde por primera vez se llegó a usar ἀπόστολος para traducir חי ַ ִל ָשׁ, en primera instancia para la misión,<br />

luego para los misioneros. Pablo pudo haber intervenido en ello, ya que él es el primero que claramente usa el término para referirse<br />

al mensajero individual de Jesús. Sólo pudo ser adoptado a causa de una relación existente entre ἀποστέλλειν y ח ַל ָשׁ. Un problema<br />

es el de distinguir entre ἀπόστολοι en forma absoluta y los ἀπόστολοι de las iglesias (cf. Hch. 13:1), pero, como Jesús es<br />

el principio de la acción de las iglesias, como el Espíritu tiene la iniciativa, como sólo Pablo y Bernabé son enviados, y como<br />

ἀποστέλλειν no se usa para designar lo que hace la iglesia en Antioquía, Pablo y Bernabé son obviamente apóstoles de Cristo, no<br />

de los cristianos de Antioquía.<br />

d. Si bien la base principal <strong>del</strong> apostolado es la voluntad y el encargo de Cristo bajo la dirección <strong>del</strong> Espíritu, la elección de Matías<br />

muestra que el testimonio presencial es también uno de los requisitos. La nueva comisión es entonces una continuación de la antigua,<br />

y la historia de Jesús es considerada de suprema importancia. Pablo es inferior en este sentido, y por eso busca una base adicional<br />

para su apostolado, mientras que al mismo tiempo entra en la corriente plena de la tradición histórica (1 Co. 11:23ss;<br />

15:1ss).<br />

3. La forma clásica <strong>del</strong> apostolado en la persona de Pablo. Pablo ofrece el caso clásico de un apóstol a causa de la información que<br />

nos deja, su posición inusitada, sus esfuerzos especiales, su fuerte sentido de llamado y de oficio, y su necesidad de vindicar su<br />

apostolado contra las objeciones.<br />

a. La entrada de Pablo en el apostolado implica un rompimiento neto en su vida, que él sólo puede atribuir a la voluntad eterna y la<br />

acción especial de Dios. Su sentido apostólico está determinado por su encuentro con Jesús en el camino a Damasco. Su respuesta<br />

a este encuentro es, no de vacilación, sino de súbito y resuelto compromiso con ese Jesús a quien anteriormente había perseguido.<br />

Para Pablo este encuentro no es una experiencia visionaria sino un acto objetivo de Dios que habla por medio de Jesús. Por eso él<br />

se convierte en apóstol de Jesucristo, pero por la voluntad de Dios (1 Co. 1:1; 2 Co. 1:1; Ef. 1:1). [p 79] Ser apóstol significa haber<br />

sido «apartado para el evangelio» (Ro. 1:1) «desde el vientre de su madre» (Gá. 1:15). El apostolado es, pues, un signo de la gracia<br />

divina que conduce a una sujeción obediente (1 Co. 15:10). En este sentido Pablo se enlaza con los profetas <strong>del</strong> AT, especialmente<br />

Jeremías, en quien vemos una completa consagración al mensaje, el predominio <strong>del</strong> concepto de Dios, la eliminación <strong>del</strong> elemento<br />

extático, una autoconciencia profética desarrollada, una unión determinativa con Dios, el hecho que su llamado abarca la totalidad<br />

de su vida, y una poderosa restricción a la palabra. Ya sea que Pablo siga conscientemente o no a Jeremías en su sentido de misión,<br />

lo hace en su evaluación <strong>del</strong> sufrimiento como un elemento de la vida apostólica, su concentración en la palabra, su rechazo de<br />

cualquier base extática para el apostolado (cf. 2 Co. 12:1ss, donde Pablo puede en efecto jactarse de experiencias extáticas pero se<br />

niega a conectarlas con su apostolado para que no se oscurezca la gracia), y su paralelo desprecio de los signos apostólicos (2 Co.<br />

12:12, donde los menciona sólo para mostrar la justicia de su causa, no la significación de su persona). Es en el servicio de su<br />

mensaje (la palabra de la cruz, 1 Co. 1:18; de reconciliación, 2 Co. 5:19) que Pablo enfatiza su autorización apostólica. El apóstol,<br />

como el profeta, es un portador de la revelación divina. Puesto que esta revelación halla su cumplimiento en Cristo, se necesita un<br />

nuevo término en lugar de «profeta»: un término que corresponda a la nueva situación pero que se refiera todavía al encargo divino.<br />

Los profetas <strong>del</strong> NT, desde luego, no corresponden a los <strong>del</strong> AT, aunque se les tiene en alta estima. Es el apóstol el que tiene,<br />

en la nueva situación, la función <strong>del</strong> profeta en la antigua.

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