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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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Hechos, y sólo con titubeos se refiere a sus visiones y revelaciones (2 Co. 12:1). Judas, en efecto, condena los sueños carnales de<br />

los herejes (v. 8).<br />

b. Ausencia de sueños alegóricos y de interpretaciones. En el NT no hay sueños alegóricos. Aparece Dios, o un ángel, o un mensajero<br />

o un hombre, y da direcciones claras acerca de lo que va a pasar o lo que hay que hacer (cf. Hch. 27:23; Mt. 1:20, etc.). De manera<br />

que en el NT no hay interpretación de sueños. Cuando Dios habla por medio de sueños, lo hace sin ambigüedades.<br />

c. La naturaleza elevada de la vida de sueños <strong>del</strong> NT. Sobre la base <strong>del</strong> AT, los sueños <strong>del</strong> NT se comparan muy favorablemente con<br />

los de la antigüedad profana. No hay en ellos nada de vulgar, de repugnante, de antinatural sexualmente, ni de egocéntrico. No<br />

tienen que ver con el destino personal sino con Cristo y con la misión cristiana. No aterrorizan, sino que por medio de ellos Dios<br />

dirige a su pueblo. Se resuelve la tensión entre superstición e iluminación.<br />

C. Los sueños y su interpretación en el mundo postapostólico. Los términos no figuran en los Padres Apostólicos y son pocos<br />

comunes en los Apologistas. Los Hechos gnósticos abundan en sueños y visiones. Mártires como Policarpo tienen sueños (Mart.<br />

Pol. 5.1–2; cf. Perpetua, Saturo y Cipriano). Sinesio elabora un sistema de interpretación sobre una base filosófica ecléctica. Promueve<br />

el llevar un libro de sueños y de ensueños, y sigue el principio de que lo semejante sigue a lo semejante. [p 677] Acmet<br />

hace uso de los sueños <strong>del</strong> AT, y remonta la interpretación a Dios, pero también se basa en diversas fuentes, y sus sugerencias<br />

detalladas suelen ser triviales, p. ej. que el cortarse los cabellos a los lados denota un mal manejo de los ingresos. Así, las aguas<br />

cenagosas de la antigüedad dejan pasar una nueva inundación de superstición.<br />

[A. Oepke, V, 220–238]<br />

ὀνάριον → ὄνος<br />

ὄνειδος [descrédito, afrenta], ὀνειδίζω [injuriar, desacreditar], ὀνειδισμός [insulto, afrenta]<br />

ὄνειδος. Esta palabra parece provenir de una raíz con el sentido de «injuriar», y significa «descrédito», «injuria» u «objeto de<br />

descrédito o de vergüenza». En la LXX el hecho <strong>del</strong> pecado significa que la vida terrenal está marcada por la vergüenza, de modo<br />

que todos nosotros despreciamos y somos despreciados. El ser liberados de la vergüenza es parte de la liberación divina (Is. 25:8;<br />

Jl. 2:19). Los malvados desprecian a Dios, pero él por su parte acumula vergüenza sobre ellos. El pecado significa descrédito para<br />

un pueblo (Pr. 14:34), pero Dios también puede hacer caer el descrédito sobre los justos como prueba, y cuando se acepta en el<br />

nombre de Dios (Sal. 69:7–8) esto trae gozo y aliento (cf. 73:23ss). En el NT, el único caso se halla en Lucas 1:25, donde Isabel se<br />

goza de que Dios le haya quitado la «afrenta» de la esterilidad.<br />

ὀνειδίζω. Esta palabra significa «injuriar», «insultar», «lanzar reproches o quejas». En los Salmos los enemigos injurian a Dios, a<br />

Israel, a los justos, etc. En Mateo 11:20, Jesús tiene autoridad para reprochar (cf. Mr. 16:14). Sin embargo, en su pasión él mismo<br />

es injuriado (Mr. 15:32). Los discípulos también serán injuriados (Mt. 5:11). Pero les sobrevendrá bendición cuando sean injuriados<br />

a causa <strong>del</strong> nombre de Cristo, e. d. en cuanto a cristianos (1 P. 4:14). La generosidad de Dios es tal que él da sin reproche (Stg.<br />

1:5). En Romanos 15:3, Pablo cita el Salmo 69:9 al exaltar a Cristo como mo<strong>del</strong>o de desprendimiento. Esa palabra es también una<br />

variante en Marcos 15:34, donde suaviza el «abandonado», y en 1 Timoteo 4:10, donde apenas parece encajar en el contexto.<br />

ὀνειδισμός. Esta palabra significa «insulto», «injuria», «afrenta». Es bastante común en la LXX. En el NT el obispo debe tener<br />

buen nombre, no sea que caiga en «descrédito» (1 Ti. 3:7). En Hebreos 10:33 los lectores estuvieron antes expuestos a «injurias»,<br />

en 11:26 Moisés prefiere el «oprobio» por causa de Cristo antes que los tesoros de Egipto –siendo la historia de la salvación lo que<br />

establece el vínculo entre Moisés y Cristo–, y en 13:13 los lectores deben ir fuera <strong>del</strong> campamento junto con Cristo, soportando<br />

por él el «oprobio» como portadores mesiánicos de la cruz que tienen parte en los sufrimientos de su Señor.<br />

[J. Schneider, V, 238–242]<br />

ὄνομα [nombre, persona], ὀνομάζω [nombrar, poner nombre, llamar], ἐπονομάζω [apodar], ψευδώνυμος [que lleva un<br />

nombre falso]<br />

A. Trasfondo histórico. Es creencia común de la antigüedad que el nombre no es una simple etiqueta, sino parte de la personalidad<br />

de quien lo lleva. Se emplean diversos ritos para encontrar nombres para los niños. Con frecuencia en la pubertad se ponen nombres<br />

nuevos. El nombre comporta voluntad y poder. Hay que saber los nombres de los dioses para tratar con ellos o tener poder<br />

sobre ellos. El nombre conjura a la persona; hay por eso un deseo de conocerlo y una reticencia a manifestarlo. La posesión de<br />

nombres secretos es una salvaguarda para la libertad.<br />

B. El mundo griego y el helenismo.

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