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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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B. La creencia en la creación en el AT.<br />

374<br />

1. Desarrollo de la creencia <strong>del</strong> AT en la creación. La creencia en la creación es muy antigua en Israel, pero hay pocos enunciados<br />

preexílicos (Gn. 1:1ss; 2:4ss; 14:19). Las referencias se vuelven más comunes recién más cerca <strong>del</strong> exilio (cf. Jer. 5:22ss; Ez.<br />

28:13). En un principio, el énfasis principal se pone en [p 473] Dios como Señor de la historia y de la elección. El movimiento va<br />

desde el Dios de Israel hacia el Creador, no viceversa. El Dios de Israel es el Sujeto verdadero y personal de la acción histórica.<br />

Actúa con voluntad y con propósito. Se mueve en el tiempo y en el espacio, de modo que su acción es también acción en la naturaleza.<br />

Toda la naturaleza es la esfera de su operación (Am. 9:2ss). Él ha establecido el orden de la naturaleza (Jer. 5:22ss). Así, su<br />

poder absoluto en la historia y en la naturaleza se pueden hacer remontar al hecho de que él es el Creador (Jer. 27:5). En efecto, la<br />

historia misma es una creación o configuración (Is. 22:11; 27:11). La palabra que adquiere carácter técnico para crear puede figurar<br />

entonces en el contexto de la acción extraordinaria de Dios en la historia (Éx. 34:10). Con este término, ארב, y la idea de acción<br />

por la palabra todopoderosa de Dios, está plenamente presente el concepto de creación.<br />

2. Terminología y concepciones de la creación en el AT. En conexión con la creación se usan términos diversos. Estos comportan los<br />

sentidos de «hacer para sí» (Sal. 78:54), «formar, mo<strong>del</strong>ar» (p. ej. el alfarero y la arcilla, aunque este uso suele ser figurado),<br />

«hacer», y «crear» en el sentido estricto que se reserva para Dios. También aparecen diversas expresiones poéticas referentes a la<br />

obra creadora de Dios, p. ej. desplegar los cielos, afirmar el cielo, la tierra, las estrellas, las montañas, etc., o cimentando la tierra<br />

sobre pilares. También se encuentran imágenes antropomórficas, p. ej. referencias a la diestra de Dios o a su voz, pero con claros<br />

indicios de que Dios no es simplemente una persona gigantesca (cf. Is. 51:3). Por último hay alusiones mitológicas, aunque sólo en<br />

un uso teológico que da por entendido que los monstruos <strong>del</strong> mito son meros objetos de la acción divina (Sal. 89:10). (Para detalles,<br />

cf. el TDNT en inglés, III, 1007–1009.)<br />

3. La creencia <strong>del</strong> AT en la Creación.<br />

a. Todos los enunciados acerca <strong>del</strong> Creador están relacionados con el Dios de Israel.<br />

b. En Génesis 1 la creación es creación a partir de la nada mediante la palabra (cf. Sal. 33:9). Como en Romanos 4:17, Dios hace lo<br />

que es a partir de lo que no es. Su palabra no es un encantamiento sino una palabra de mando en un acto personal de voluntad. La<br />

creación de este tipo sólo es propia de Dios, y enfatiza la distinción entre Creador y criatura. La criatura no puede hacerse Creador<br />

como el hijo se hace padre. En cuanto a la naturaleza básica de esta distinción cf. Éxodo 33:23; 1 Reyes 19:13; Isaías 6:5; 45:15.<br />

Es por ser Dios tan superior que toda la naturaleza lo alaba (Sal. 8; 95; 104; 19). Su creación manifiesta su majestad trascendente.<br />

Dios puede destruir así como crea (Sal. 102:26ss; 104:29). Entre la creación y su disolución se halla su acción de preservación, e.<br />

d. su continua creatividad en la naturaleza y en la historia. En la naturaleza su poder se puede revelar en una actividad violenta,<br />

pero sus decretos también han de verse en el orden de los procesos naturales.<br />

c. La creación mediante la palabra es lo que mejor expresa la visión <strong>del</strong> AT sobre la creación; no es una emanación sino un acto<br />

personal. La palabra expresa la voluntad consciente y el acto, y al mismo tiempo destaca el carácter espiritual y trascendente de lo<br />

que se está haciendo (cf. Is. 41:4; 49:13; Am. 9:6; Sal. 33:6; 148:5, etc.). La creación mediante la palabra es creación a partir de la<br />

nada. Si Génesis 1:2 comienza con el caos, va precedido de Génesis 1:1. Dios siempre es; la creación llega a ser. El principio,<br />

entonces, es el de la creación. Dios no está sujeto a ninguna condición previa. La creación manifiesta su sabiduría y su omnisciencia<br />

(Jer. 10:12; Sal. 104:24). Establece su derecho ante la criatura (Sal. 24:1–2). Es la base de su acción histórica (Jer. 27:5), y de<br />

los deberes humanos de confianza y obediencia (Is. 17:7; Sal. 119:73). En razón de ella la criatura no puede escapar de Dios (Sal.<br />

33:14). La creación diferencia al Dios de Israel de los ídolos (Jer. 10:12ss). Asegura que todas sus obras son correctas (Job 34:12–<br />

13). Da propósito y sentido a todas las cosas (Is. 44:6; 48:12). En particular las criaturas humanas tienen una tarea querida por<br />

Dios. Esta incluye el trabajo (Sal. 104) pero llega a su culmen en la alabanza (Is. 43:21; 45:23).<br />

d. Los relatos de la creación pasan a la caída y a una vuelta al desorden con la expulsión <strong>del</strong> huerto y el diluvio. La acción creadora<br />

de Dios toma entonces la forma de restauración con la promesa de Génesis 9:2–3 y el llamado a Abraham. La idea de una creación<br />

caída se da a entender con las esperanzas [p 474] de Isaías 11 y 66:22, pero no se enuncia claramente. La distinción de alimentos<br />

no enseña un dualismo. Pero la alabanza de la creación puede ser fuerte y clara porque es al Creador a quien se glorifica, no a la<br />

criatura.<br />

e. La idea que el AT tiene de la creación fija el papel de la humanidad tanto como parte de la creación cuanto como diferente de ella,<br />

debido a una relación especial con Dios (Gn. 1:26ss; 2:7). El ser a la imagen de Dios no se pierde con la caída (cf. Gn. 9:6), y, no<br />

importa cómo se entienda, implica una relación particular con Dios en virtud de la cual los seres humanos son personas constituidas<br />

que confrontan la naturaleza y a la vez la trascienden, de una manera análoga a la de Dios. Así como los animales deben reconocer<br />

a los humanos como amos suyos, así los humanos deben reconocer a Dios (Is. 1:3). El que no lo hagan es antinatural. Este<br />

misterio <strong>del</strong> pecado tiene su raíz en el corazón (Jer. 17:9; Gn. 6:5). La restauración promete un corazón nuevo (Ez. 36:26ss; cf. Jer.

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