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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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4. La racionalización de la idea de revelación. La filosofía griega se inclina hacia las explicaciones causales e inmanentes. Podría<br />

dar la impresión de que esto deja por fuera la idea de revelación. Pero el significado, abarcado por el pensamiento, se inyecta en la<br />

naturaleza. El ser y el pensamiento forman una unidad, ya sea como λόγος, como νοῦς o como idea. El cosmos manifiesta el<br />

espíritu pensante, y cuando Poseidonio le da a esto un matiz religioso, el resultado es la idea de revelación natural. Es así como<br />

Cicerón infiere a partir de la creación que ella debe tener o un creador o un gobernante. Escondida de los sentidos, la deidad, como<br />

el espíritu humano, puede ser captada por el νοῦς, sin necesidad de una revelación especial.<br />

5. El misticismo y el gnosticismo. El gnosticismo acepta la condición oculta de la deidad y el hecho de que ocurren revelaciones<br />

especiales. Los iniciados, sin embargo, conocen a la deidad, aunque sólo sea paso a paso, de modo que la deidad sólo queda velada<br />

por la falta de iniciación, no por esencia. Las raíces <strong>del</strong> misticismo se hallan en la magia. Se postula un mejoramiento de la vida<br />

por la divinización, y esto se alcanza mediante el uso de los métodos o fórmulas correctas. Esto descarta la singularidad histórica<br />

en la revelación. A medida que las acciones sacras son espiritualizadas, van dando paso gradualmente a la visión y la contemplación,<br />

las cuales pueden ser puramente interiores y cognoscitivas más que emocionales. Se puede hacer entonces una síntesis con el<br />

gnosticismo y la filosofía, como en los escritos herméticos. Estos recogen el conocimiento esotérico confiado a Hermes Trismegisto.<br />

Dios ha dado la palabra de revelación que conduce a la regeneración, que ha de recibirse con reverencia y gratitud, que ha de<br />

mantenerse en secreto, pero que también impele a dar testimonio. A pesar de los términos, aquí tampoco hay ninguna revelación<br />

histórica, sino simplemente la transmisión de un conocimiento <strong>del</strong> fundamento <strong>del</strong> mundo –en efecto pero no intrínsecamente<br />

escondido– que puede ser tanto impersonal como personal.<br />

6. Uso de los términos. Cuando los griegos hablan de algo análogo a la revelación, usan en su mayor parte otras palabras. El corpus<br />

hermético usa ἀποκαλύπτειν para la revelación ilegítima de los misterios, la cual es execrable. Jámblico, sin embargo, la usa para<br />

una manifestación beneficiosa. El sustantivo [p 403] tiene generalmente sentidos ordinarios tales como descubrirse la cabeza o<br />

encontrar una fuente oculta. Sin embargo, es un término técnico en la adivinación, halla un puesto en la astrología y la alquimia, y<br />

puede significar cultualmente la revelación de asuntos secretos. El uso teológico ya sea <strong>del</strong> verbo o <strong>del</strong> sustantivo es fundamentalmente<br />

ajeno a los griegos, y tal vez se derive de la Biblia griega, aunque esto es debatible desde el punto de vista filológico.<br />

C. La revelación en el AT.<br />

1. El fundamento en la historia religiosa. También la religión <strong>del</strong> AT conoce medios de revelación tales como las señales (Gn.<br />

24:12ss), los videntes (1 S. 9:6ss), los sueños (Gn. 28:12ss), los oráculos (1 S. 14:37ss), las directrices sacerdotales (Dt. 17:9, 12),<br />

y el éxtasis y la profecía. El ayuno puede servir de preparación (Dn. 9:3).<br />

2. La revelación <strong>del</strong> Dios viviente. El factor nuevo es que el Dios de Israel es el Dios viviente (Jos. 3:10; Is. 37:4; Dt. 5:23) a<br />

distinción de los ídolos muertos. Como Dios verdadero, está escondido (Is. 45:15). Se revela según él mismo quiere. De modo que<br />

tenemos una auténtica revelación, la cual se va desarrollando en tres direcciones principales.<br />

a. Dios se revela a sí mismo como el Señor de la historia. Aquí es básico el éxodo (Éx. 14:18). Por su intermedio Dios separa a Israel<br />

para sí (Éx. 19:4ss). Esto no confiere privilegio alguno, puesto que él gobierna a todas naciones (cf. Am. 9:7). Pero es constitutivo<br />

de la alianza. Lo que cuenta no es tanto lo que es, como lo que sucede. La historia es obra de Dios (Is. 7:1ss). Los reinos están<br />

sujetos a él y a sus designios (Is. 7:18ss). Él se sirve de Asiria y la quebranta; él hace de Ciro un agente de restauración después <strong>del</strong><br />

exilio (Is. 45:1ss). La revelación, entonces, no es simplemente la impartición de conocimiento, si bien el conocimiento viene por<br />

medio de ella. Es la acción de Dios, que quita el ocultamiento esencial y se ofrece él mismo para la comunión sobre una base moral.<br />

b. Dios se revela como bondadoso y santo. Es santo en el sentido ético (los Diez Mandamientos). El pueblo suele inclinarse hacia la<br />

religión natural o cúltica, pero los profetas emiten constantemente un llamado a la obediencia, sin la cual el culto es una abominación<br />

(2 S. 12:7ss; 1 R. 17:1; Am. 2:6ss; Os. 6:6; Is. 1:10ss, etc.). En su santidad, Dios se interesa por su gloria (Éx. 20:5). No es<br />

regido por una idea abstracta de bondad. Su voluntad es buena, aun cuando esa bondad puede no siempre ser evidente (cf. Sal. 73;<br />

Job). Pero Dios es también bondadoso. Muestra misericordia y perdona (Éx. 34:6–7). Su soberanía conduce, por medio <strong>del</strong> juicio,<br />

a la bendición (Is. 40:1ss; 53; 61:1ss). En esto se manifiesta su fuerza todopoderosa como Creador y Señor.<br />

c. Dios se revela a sí mismo como Creador y Sustentador <strong>del</strong> mundo. Él hizo el cielo y la tierra (Is. 37:16). A partir <strong>del</strong> hecho de que<br />

él actúa con poder, se puede ver que el mundo tuvo su origen en su voluntad y en su palabra. Es así como en los relatos de la creación<br />

las cosmogonías mitológicas quedan radicalmente purificadas. El mundo existe por la palabra, y por la misma palabra es<br />

mantenido y gobernado (cf. Sal. 18:7ss; 19:1ss; 29; 33; 96:10ss; 97:1ss; 104; 148; Is. 40:12ss, etc.; Am. 5:8; Job 38–39). En contraste<br />

con la concepción griega, que implica un dominio <strong>del</strong> mundo por medio <strong>del</strong> pensamiento, Dios ocupa aquí el lugar central.<br />

No somos nosotros quienes develamos a Dios, sino Dios quien se revela a nosotros.

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