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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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(5) La religión romana. La religión romana da mucha importancia a una relación contractual con los dioses, en la cual hay votos y<br />

ofrendas como pago por la ayuda. En los sacrificios, los adoradores le recuerdan a la deidad los dones que le han ofrecido, y esperan<br />

a cambio ser escuchados.<br />

(6) La muerte como recompensa. En la antigüedad, el reconocimiento supremo por parte de la deidad toma la forma de ser llevado<br />

hacia la deidad. Es por eso que la muerte terrenal puede ser considerada como una recompensa. La muerte también puede implicar<br />

la deificación mediante una visión mística que llega a su clímax en el viaje celestial.<br />

[H. Preisker, IV, 695–706]<br />

2. La creencia <strong>del</strong> AT en la recompensa.<br />

(1) Origen. La creencia <strong>del</strong> AT en la recompensa es antigua, y tal vez tenga su origen en la idea de que las buenas acciones acarrean<br />

resultados felices y las malas resultados infelices. La creencia en un Dios personal le da a esta idea la forma de la recompensa en el<br />

sentido más estricto. Es Dios quien relaciona los actos con el destino. Al ser un Dios justo, asigna a las acciones las debidas recompensas<br />

o castigos.<br />

[p 589] (2) Sentido y significación. En Jueces 9:23–24, el pleito entre Abimelec y los hombres de Siquem se interpreta como una<br />

retribución divina por el pecado cometido contra los hijos de Jerobaal. En 1 Samuel 15:2–3, la guerra contra Amalec se entiende<br />

como una visitación divina. En ambos casos Dios se sirve de instrumentos humanos para cumplir el propósito de la recompensa.<br />

Este concepto vincula acontecimientos históricos y los explica. Dios está en acción en esos acontecimientos, y su justificación<br />

interior sale entonces a la luz. La historia no es arbitraria. Como se puede ver por Génesis 2:4–11:9, el pecado humano es responsable<br />

por el estado lastimoso de la humanidad, por cuanto va en contra de la rectitud divina. La idea principal, entonces, no es<br />

tanto que Dios recompense las buenas acciones, cuanto que castiga las malas. La iniciativa salvífica de Dios en el llamado de<br />

Abraham va mucho más allá de la idea de recompensa.<br />

(3) Esta creencia en los profetas. En los profetas, el Dios santo está en contra de todo pecado, y su juicio de aniquilación cae sobre él.<br />

Dios nunca pasa por alto el pecado, ni siquiera en su pueblo elegido (Am. 1:3–2:16). La relación entre Dios e Israel es una relación<br />

personal, en la cual la obediencia y la desobediencia implican decisión, y la recompensa descarta un concepto frívolo de la elección.<br />

La retribución divina proclama la realidad de Dios y la naturaleza incondicional de lo que él reclama. La aceptación o rechazo<br />

de este reclamo significa la decisión para el futuro. Dado que Israel es una unidad, la recompensa es primeramente colectiva, y<br />

recae sobre el inocente así como sobre el culpable, y sobre los hijos así como sobre los padres. Pero, si se aplica en una forma<br />

demasiado estricta, este principio puede inhibir el arrepentimiento. Por eso los profetas proclaman que Dios a su vez se «arrepentirá»<br />

de sus juicios si el pueblo se arrepiente (Jer. 18:1ss). Ezequiel lleva este asunto hasta el punto de una retribución individual<br />

que no permite en absoluto el echarles a otros la culpa <strong>del</strong> destino de uno (Ez. 18:21ss). Pero no se trata de una postura doctrinal,<br />

sino de la seguridad de que Dios siempre está dispuesto y listo para liberar al penitente de un desastre inminente.<br />

(4) La doble recompensa. El concepto de recompensa, así como de retribución, es fuerte en el Deuteronomio (cf. cap. 28). El énfasis<br />

es ahora positivo, e. d., vivir de tal modo que uno no simplemente escape <strong>del</strong> juicio, sino que reciba bendición. La historia de Israel,<br />

tal como se narra en Jueces y en Crónicas, ilustra este principio. Hasta al malvado Manasés se le concede una larga vida, en<br />

vista de su tardío arrepentimiento (2 Cr. 33).<br />

(5) La literatura sapiencial. La idea de una doble recompensa es importante en los Proverbios (cf. 11:21, 31; 19:17). Aquí la meta es<br />

la felicidad, y la obediencia a Dios es el camino para alcanzarla. Job, sin embargo, muestra que hay un peligro en servir a Dios con<br />

la motivación ulterior de lograr la felicidad (Job 1:9). Si el Eclesiastés señala que a fin de cuentas los buenos pueden sufrir y los<br />

malos florecer (8:14), Job deja claro que Dios mismo no tiene porqué quedar atado a los principios de la recompensa, y el Salmo<br />

73 trasciende totalmente el principio con su fe en que la comunión con Dios significa más que toda recompensa en el cielo o en la<br />

tierra (73:25–26).<br />

[E. Würthwein, IV, 706–712]<br />

3. El concepto de recompensa en el judaísmo posterior. El judaísmo posterior adopta el principio de la recompensa y lo combina con<br />

la expectativa escatológica. La vida eterna se les promete a los justos como recompensa. Ya en esta vida hay recompensas y penas,<br />

pero también la muerte sirve para castigar a los malos y para expiar los pecados de los justos. A veces la idea de recompensa se<br />

presenta con imágenes comerciales, pero también está presente el concepto de la gracia y la misericordia divinas. La recompensa<br />

constituye un fuerte incentivo para guardar la ley, aunque algunos rabinos insisten vehementemente en que la ley hay que guardarla<br />

por su propio valor y no sólo por las recompensas que aporta. Si bien en última instancia la salvación dependerá <strong>del</strong> perdón de<br />

Dios, el énfasis sobre el logro humano induce una nota común de incertidumbre y conduce en ciertos círculos hacia la acumulación<br />

legalista de méritos con el fin de contrapesar las transgresiones.

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