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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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[p 590] 4. El concepto de recompensa en el NT.<br />

(1) Los Sinópticos.<br />

466<br />

a. Los Evangelios Sinópticos se refieren libremente tanto a recompensas como a castigos. Hacer la voluntad de Dios es acumular un<br />

tesoro en el cielo (Mt. 6:19ss). Los discípulos fieles serán recompensados (Mt. 5:12). El joven gobernante rico podría encontrar un<br />

tesoro en el cielo (Mr. 10:21). Se ofrecen recompensas por el servicio (Mt. 20:2; 24:45ss; 19:27). La retribución puede ser una<br />

recompensa por lo logrado (Mt. 5:7) o una compensación por aquello a lo que se renunció (Mt. 10:39). La recompensa es el reino<br />

de Dios. Como el castigo con el que también se amenaza (cf. Mt. 11:20ss; 18:23ss; Mr. 12:9), es futura; la suerte de los discípulos<br />

en esta vida es la persecución. La única excepción se halla en Marcos 10:29–30, donde aquellos que renuncian a la familia por el<br />

evangelio hallarán una nueva familia en la comunidad de fe. La comunidad es el signo de la irrupción <strong>del</strong> señorío de Dios con la<br />

venida de Cristo y su resurrección de entre los muertos.<br />

b. Muchos de los dichos acerca de la recompensa y el castigo tienen paralelos obvios en el judaísmo. Por eso los estudiosos han<br />

planteado la pregunta de en qué medida se derivan <strong>del</strong> propio Jesús y en qué medida pueden haber sido configurados o adaptados<br />

por la comunidad. Marcos 10:29–30; 11:25; Mateo 13:36ss; 25:14ss; y Lucas 16:19ss son todos pasajes que han sido sometidos a<br />

un minucioso análisis. Pero ciertos dichos como Marcos 9:43ss; 3:28–29; 12:1ss; Mateo 7:13–14; 10:28; 18:23ss; y Lucas 13:1ss<br />

parecen ser innegablemente auténticos.<br />

c. El concepto de recompensa es importante para Jesús. Pero Dios retribuye como un padre, no como un juez (Mt. 6:1ss; 25:34).<br />

Exige obediencia, pero la recompensa excede con mucho lo merecido, y por lo tanto es cuestión de generosidad divina antes que<br />

de mérito humano. Esto eleva el concepto sacándolo de la esfera <strong>del</strong> cálculo. En Mateo 20:1ss el igual trato dado a los jornaleros<br />

muestra que la recompensa no se da conforme a lo logrado, sino conforme a la prodigalidad <strong>del</strong> amor. Lucas 17:7ss deja claro que<br />

el concepto de mérito se repudia totalmente. La promesa <strong>del</strong> reino a los niños en Marcos 10:15 da fuerza a esta idea. Sólo Dios es<br />

bueno (Mr. 10:18), y esto significa que, como niños, nosotros debemos simplemente permitir que se nos otorgue el reino. En Jesús<br />

el reino ya ha irrumpido en el tiempo, y atrapa a los discípulos con su poder viviente, de modo que las acciones morales de ellos no<br />

son logros autónomos que merezcan una recompensa sino manifestaciones de un poder divino que avanza hacia una consumación<br />

futura. Para Jesús, los discípulos se hallan bajo los ojos de un Dios santo y le deben obediencia a él, pero la salvación es obra de<br />

Dios, y en su generosidad Dios les otorga a los corazones receptivos una recompensa que encuentra en el reino su comienzo y su<br />

consumación. El concepto de recompensa es asumido así en el <strong>del</strong> reino, como la gloria divina inmerecidamente recibida.<br />

(2) Pablo.<br />

a. También Pablo habla de la doble recompensa (cf. 2 Co. 5:10; Gá. 6:7–8; Ro. 2:1ss). A sus admoniciones añade promesas y<br />

amenazas (cf. Gá. 5:21). Se compara a sí mismo con un corredor que va en busca de un premio (1 Co. 9:24ss). El juicio es conforme<br />

a las obras (1 Co. 3:13ss). Pablo mismo procura la alabanza de Dios (1 Co. 9:14–15). Al mismo tiempo, el día <strong>del</strong> juicio es para<br />

Pablo un día de victoria y de alegría, por cuanto la recompensa es conforme a la gracia (Ro. 4:4). El hecho de que la justificación<br />

sea por la fe, y de que la fe misma sea obra de Dios, deja por fuera toda idea de mérito. Hay una nueva realidad que ha venido con<br />

la vida, la muerte y la resurrección de Cristo. El Espíritu imparte esa realidad a los creyentes, de manera que la vida y obra <strong>del</strong><br />

cristiano no son ya cuestión de su propia volición y logro, sino de que el Espíritu los llene por dentro y los impulse (Ro. 8:14; Gá.<br />

5:22; Fil. 2:13). Así, si Pablo hace más que todos los demás, no es él, sino la gracia de Dios que está con él (1 Co. 15:10). No hay<br />

lugar para la jactancia humana (Ro. 3:27). Dios, en su gracia, otorga la recompensa incomparable de su reino (1 Co. 15:50), de la<br />

gloria de Cristo (Col. 3:4).<br />

b. Aunque se puede ver entonces en Pablo cierta tensión, hay que señalar que él sigue hablando de recompensa y retribución porque<br />

Dios es el Dios santo que exige obediencia, porque el Espíritu se manifiesta principalmente en la esfera ética más que en la extática<br />

(Gá. 5:22), y porque la justificación [p 591] misma implica la seriedad <strong>del</strong> juicio divino. Para Pablo, entonces, la doble recompensa<br />

es una salvaguarda contra el libertinaje, el extatismo y la pasividad moral. Pero dentro <strong>del</strong> marco de la gracia y de la fe, no<br />

implica dependencia alguna respecto al mérito. Puede acompañar, entonces, a una gozosa certeza de la salvación que no necesita ir<br />

añadiendo logros sino que, incluso en medio de la lucha moral, conoce la gracia de Dios y se halla en el poder viviente de su reino.<br />

Pablo suele hablar en términos tradicionales, pero eleva el concepto de recompensa hacia el aire puro de la gracia y de la fe, <strong>del</strong><br />

Espíritu y <strong>del</strong> gozo, donde no queda sitio alguno para el externalismo ni para el legalismo.<br />

c. Efesios es totalmente paulina en su modo de pensar acerca de la recompensa. La vida de los creyentes se basa en la obra salvífica<br />

de Dios (2:5). Sólo como hijos de la luz pueden realizar las obras que Dios espera de ellos (2:8–9). Sólo en Cristo hay poder para<br />

la verdad y el amor (4:13). La elección divina descarta toda idea de derecho o mérito (1:4). La seguridad de la herencia se basa en<br />

el Espíritu que mora dentro <strong>del</strong> creyente (1:13–14). Es en este contexto que la admonición de 6:8 contiene la idea de una recompensa<br />

divina.

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