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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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b. El envío <strong>del</strong> Hijo de Dios. Pablo adopta y reconstruye el mo<strong>del</strong>o tradicional en Gálatas 4:4–5; Romanos 8:3–4. En Gálatas el<br />

envío <strong>del</strong> Hijo es único y está relacionado estrictamente con la encarnación y la muerte por los pecadores. Romanos enfatiza la<br />

destrucción judicial <strong>del</strong> pecado en la carne de Jesús. El [p 1197] Hijo que es enviado se relaciona con los actos de Dios en la historia<br />

de Israel. Él es el heredero de Abraham que supera la maldición de la ley, vindicándola sin ocasionar nuestra muerte eterna.<br />

c. El Hijo sufriente. Pablo describe la filiación en el sufrimiento de Cristo en Romanos 5:10; 8:32; Gálatas 2:20. «Hijo» describe el<br />

lazo de amor entre Dios y Jesús, y por lo tanto la grandeza <strong>del</strong> sacrificio. El título se relaciona no tanto con la preexistencia cuanto<br />

con el prodigio <strong>del</strong> acto salvífico. Está fundamentado en la pasión de Cristo más que en su exaltación y realeza.<br />

d. Otras referencias. En Romanos 1:3, 9 el Hijo es el contenido <strong>del</strong> evangelio e implica la singularidad de Cristo. En Romanos 8:29 y<br />

Gálatas 4:6 la raíz de la designación estriba en la resurrección y la expectación apocalíptica con ella relacionada.<br />

5. Juan.<br />

a. Los pasajes escatológicos y el ὁ υἱός absoluto. Juan 3:35–36 destaca el amor <strong>del</strong> Padre y el Hijo y la dotación apocalíptica <strong>del</strong><br />

Hijo con poder; de ahí la exigencia de fe y obediencia. En 5:19ss el Padre sale a nuestro encuentro en el Hijo. Las obras mayores<br />

de la resurrección se relacionan con el actual despertar de la fe. La referencia es a la voluntad persistente <strong>del</strong> Padre por la cual<br />

podemos tener vida eterna por medio <strong>del</strong> Hijo. En 1 Juan 2:22ss no se puede tener al Padre sin el Hijo. Por eso es fatal perder al<br />

Hijo (2 Jn. 9). El absoluto ὁ υἱός figura en la fórmula de envío en 1 Juan 4:14.<br />

b. El envío <strong>del</strong> Hijo de Dios. Juan presupone la preexistencia, pero la singularidad la encuentra en la grandeza <strong>del</strong> amor de Dios (Jn.<br />

3:16). La fórmula de envío apunta hacia la cruz (vv. 14–15). La entrega <strong>del</strong> Hijo significa vida eterna (3:17; 1 Jn. 4:9). La afirmación<br />

de filiación, que implica el ser enviado para hacer las obras <strong>del</strong> Padre, es lo que acarrea la muerte de Jesús (10:36ss). Mediante<br />

el envío vienen la fe y la liberación <strong>del</strong> juicio. La salvación es estar en el Hijo (1 Jn. 5:20), lo cual es estar en la verdad y no en<br />

el mal.<br />

c. El Hijo como contenido de la confesión. Para Juan, el Hijo a quien Dios envía es también el Rey de Israel y el Cristo (Jn. 1:49;<br />

11:27). La formulación en 3:18 destaca su singularidad. Como el carismático helenístico, él realiza milagros pero sus títulos son<br />

diferentes. 1 Juan 4:15 y 5:5 repiten Juan 20:31, aunque sin el título de Cristo. Creer en Dios y creer en el Hijo son lo mismo (1 Jn.<br />

5:10). La vida eterna se halla en el Hijo (5:11). El Hijo es el contenido <strong>del</strong> testimonio de Dios (5:9), y los creyentes confiesan al<br />

Hijo (2:22–23); tienen comunión con el Padre y con «su» Hijo (1:3).<br />

d. La filiación en Juan. En Juan la filiación presupone una unidad esencial de Padre e Hijo. Esta tiene por base el amor mutuo entre<br />

ellos, en virtud <strong>del</strong> cual el Padre quiere y da, y el Hijo escucha y obedece. Manifestada en los actos de Jesús, se fundamenta en las<br />

profundidades <strong>del</strong> ser divino y por ende implica la preexistencia de Cristo (cf. Jn. 8:56), aunque el énfasis no se pone aquí sino en<br />

la unidad de amor.<br />

6. Otros escritos.<br />

a. Hebreos se refiere a la exaltación <strong>del</strong> Hijo de David al dominio eterno. El nombre de Hijo implica una dignidad divina superior<br />

incluso a la de los ángeles (Heb. 1:5 citando Sal. 110:1). El Hijo es también el Sumo Sacerdote en 4:14; 5:5; 7:28. De este modo la<br />

pasión y la filiación vienen juntas. La posición especial de Melquisedec sirve para destacar la singularidad de Cristo como Hijo y<br />

Sumo Sacerdote; es peligroso rechazar a tan gran Libertador.<br />

b. 2 Pedro 1:17, refiriéndose a Marcos 9:7, encuentra en ese título dignidad y majestad.<br />

c. El Apocalipsis usa «Hijo de Dios» solamente en 2:18 sobre la base de Salmo 2:7. Como Señor de los jefes terrenales, el Hijo está<br />

cerca de los mo<strong>del</strong>os judíos pero sólo como testigo fiel que por su sangre nos liberó de los pecados (1:5).<br />

[p 1198] IV. Los hijos de Dios humanos.<br />

1. Fuera de Pablo. En el NT la filiación de Jesús es determinante. Dios es Padre común pero no todos son hijos suyos; insinuaciones<br />

de que lo sean por creación se dan sólo en Lucas 3:38 y Hechos 17:28. En Marcos 5:45 los justos son hijos de Dios sobre la base<br />

<strong>del</strong> amor paterno de Dios que hace posible la obediencia. Pero en Lucas 6:35 esto encuentra su realización sólo escatológicamente.<br />

En Lucas 20:36 los hijos de la resurrección son seres en el ámbito celestial, inmunes a la muerte y a la corrupción. Pero al ser liberados<br />

de la ley, los discípulos de la ley son ya una compañía de hijos libres en Mateo 17:25–26. En Apocalipsis 2:26–27, la vida<br />

escatológica como hijo significa compartir el señorío apocalíptico de Cristo. En Juan 1:12 ya hay una filiación actual por la autoridad<br />

otorgada en el Logos, e. d. en el Señor encarnado. Pero Juan reserva υἱός para Cristo y usa τέκνα para los creyentes como<br />

quienes han nacido de Dios. Hebreos 2:10–11 muestra que los creyentes sólo llegan a ser hijos en cuanto a que el Hijo los llama<br />

hermanos suyos.

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