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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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B. La idea de poder en el AT. La diferencia decisiva en el AT es que el poder de un Dios personal reemplaza a la fuerza neutral de<br />

la naturaleza que es equiparada con la deidad. En el AT se pueden encontrar vestigios de una idea neutral <strong>del</strong> poder (cf. el poder<br />

<strong>del</strong> arca), pero, a diferencia de los dioses de la naturaleza, Yavé es un Dios de la historia, de manera que los elementos originalmente<br />

[p 188] naturalistas quedan todos absorbidos. Tampoco es el poder en sí lo principal, sino la voluntad que ese poder debe<br />

ejecutar y a la cual debe servir. El éxodo es entonces el ejemplo supremo <strong>del</strong> poder divino (cf. Éx. 15:6, 13; 32:11; Dt. 9:26, etc.).<br />

Deuteronomio 3:24 da expresión clásica a la significación <strong>del</strong> éxodo. El poder de Dios queda demostrado en este acto decisivo que<br />

está en el corazón de la fe y el culto <strong>del</strong> AT. Este poder debe ser declarado a las naciones, e Israel ha de ser el pueblo de Dios y<br />

obedecerle y servirle a él. En tiempos de necesidad Israel puede buscar con confianza una manifestación ulterior de ese mismo<br />

poder (cf. Neh. 1:10; Is. 10:33). La descripción de Dios como el «Señor de los ejércitos» (δυνάμεις se usa a veces para ejércitos<br />

en la LXX) hace eco de la distintividad histórica <strong>del</strong> concepto veterotestamentario de Dios y su poder, porque Dios es Señor de<br />

todos los poderes, y el culto a los poderes bajo la forma de deidades astrales queda prohibido (2 R. 17:16; cf. el agudo contraste en<br />

Dt. 4:19 y 4:20). Cierto es que Dios se manifiesta en el volcán o en la tormenta (Sal. 29), pero lo hace como Dios de la historia; la<br />

naturaleza es el teatro de sus actos y se origina en su voluntad (cf. Is. 40:26). El mismo poder que da forma a la historia crea el<br />

mundo y lo sustenta (cf. Jer. 27:5; 32:17). También afecta el destino individual. El poder superior de Dios (Job 12:13, 16) efectúa<br />

y controla todas las cosas, de modo que en la necesidad individual uno debe recurrir a él en busca de ayuda, y sacar fuerzas de él<br />

(Sal. 46:1; 86:16; cf. Dt. 8:17–18; Is. 41:10). El poder de Dios no es caprichoso, porque expresa su voluntad y por lo tanto está<br />

determinado por su rectitud (Is. 5:16). Al tener la energía interna de la santidad, es eficaz como poder de juicio y de gracia, y está<br />

al servicio de la manifestación y magnificación de su gloria (Sal. 24:8). Quedan, pues, excluidas todas las ideas de magia. Somos<br />

llevados a la esfera de una relación en la cual la obediencia, la oración y el sacrificio reemplazan a los encantamientos y los ritos.<br />

La singularidad <strong>del</strong> concepto de Dios y de su poder en el AT desemboca en doxologías que tienen paralelos en otras religiones,<br />

pero que se distinguen por su referencia a los actos poderosos de Dios en la historia y por el resplandor <strong>del</strong> gozo en Dios, de la<br />

pasión, y de la experiencia de Dios. En cuanto a ejemplos cf. 1 Crónicas 29:10ss; Salmos 21:13; 59:16; 2 Crónicas 20:6; Daniel<br />

3:27–28.<br />

C. Las ideas de poder en el judaísmo rabínico y helenístico.<br />

1. a. La conciencia de la demostración <strong>del</strong> poder de Dios en el éxodo persiste y de hecho queda resaltada por la liberación de los<br />

Macabeos. La grandeza de Dios se ve en la creación, y su poder en el éxodo. Pero también la creación es la obra de la palabra<br />

como instrumento <strong>del</strong> poder de Dios. Los individuos pueden contar también con el poder de Dios.<br />

b. Sin embargo, se desarrolla un énfasis en la manifestación escatológica <strong>del</strong> poder de Dios. Esto tiene una base en el AT, como en<br />

Isaías 2:19; Ezequiel 20:33. Actualmente tienen lugar muchas cosas que van en contra de la voluntad de Dios, y que se deben a la<br />

sujeción a otros poderes. Hay entonces esperanza y anhelo de una manifestación decisiva <strong>del</strong> poder de Dios en un conflicto final.<br />

Las fuerzas hostiles que ahora se encuentran entre Dios y nosotros son concebidas como demonios y a veces se las llama<br />

δυνάμεις, tal vez sobre la base de las huestes celestiales <strong>del</strong> AT en cuanto son consideradas como separadas de Dios. Estas potencias<br />

parecen ser fuerzas naturales personificadas como ángeles, e. d. como seres intermedios que rigen el ámbito que se halla entre<br />

el cielo y la tierra. Algunas son buenas y engrandecen a Dios, pero otras pertenecen a Belial o Satán, quien gobierna a la humanidad<br />

por medio de ellas. El género humano es entonces un campo de batalla de fuerzas buenas y malas, y el paganismo adora a esas<br />

criaturas intermedias en vez de adorar al Dios verdadero y viviente. En el desarrollo de estas ideas de δυνάμεις demoníacas se<br />

puede ver cierta influencia <strong>del</strong> helenismo.<br />

c. Pero la supremacía de Dios permanece vigente. La esencia de Dios se halla en su poder, de modo que cuando se evita el nombre<br />

de Dios, se puede usar «poder» como designación suya, como en Mateo 26:64. No se trata de una hipostatización, sino de una<br />

paráfrasis <strong>del</strong> nombre divino. Por lo que respecta al poder salvador de Dios, se halla en la ley. La fuerza que Dios le da a su pueblo<br />

no es otra cosa que la ley. Por la ley él crea el mundo, dirige a su pueblo, y da santificación y poder a quienes la obedecen. La ley<br />

es entonces poder salvador en tanto revelación de la voluntad de Dios.<br />

[p 189] 2. Filón tiende más hacia el helenismo al considerar a Dios como puro ser, y al hacer entonces una hipóstasis de su poder.<br />

Dios es el poder supremo, pero los poderes son independientes de Dios, aun cuando pertenecen a su mundo eterno y están vinculados<br />

con su λόγος y sus nombres. Aprovechando la visión veterotestamentaria y ética de Dios, Filón atribuye a los poderes funciones<br />

éticas. Tienen su fuente en la santidad de Dios y sirven a la meta única de superar la contaminación humana. En Filón, entonces,<br />

la visión helenística <strong>del</strong> poder se une con la visión veterotestamentaria de Dios.<br />

D. El concepto de poder en el NT.<br />

1. El hecho de Cristo. Como todos los conceptos <strong>del</strong> NT, el concepto neotestamentario <strong>del</strong> poder recibe su sello decisivo <strong>del</strong> hecho<br />

de Cristo. Este hecho está obviamente ligado con la visión <strong>del</strong> AT sobre el Mesías, el cual siempre es relacionado con la fuerza de<br />

Dios (cf. Is. 9:5; 11:2; Sal. 110:2; Miq. 5:5). Esta fuerza es ante todo regia, pero también va incluido el poder profético (cf. Miq.<br />

3:8; Hch. 7:22 [Moisés]; Lc. 1:17 [el Bautista]). El aspecto profético logra mayor prominencia en el NT (cf. Lc. 24:19). Pero Cris-

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