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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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[p 51] b. Las cuatro raíces principales que portan la idea de pecado tienen los sentidos variados de «pecado o negligencia»,<br />

«rebelión», «culpa» y «error», lo cual basta para mostrar la variedad <strong>del</strong> pensamiento acerca <strong>del</strong> pecado, muy por aparte de las<br />

muchas otras raíces.<br />

2. El contenido legal y teológico <strong>del</strong> concepto de pecado en el AT.<br />

a. Estadísticamente, la raíz אטח con sus derivados es el término principal, y esto se compagina con el hecho que ofrece la mejor<br />

definición. Es básicamente metafórica y tiene el sentido de «errar, perder», p. ej. el camino (Pr. 19:2), lo que se busca (Pr. 8:36), el<br />

blanco (Jue. 20:16). Esta palabra, aunque se usa predominantemente para una acción incorrecta, siempre sugiere entonces la idea<br />

de descarriarse. El uso legal, <strong>del</strong> cual hay muchos ejemplos, fortalece la conjetura que el término hebreo no tiene el sentido primario<br />

de «pecado», porque lo que con frecuencia se tiene en mente es la transgresión de la costumbre, o de la ley, o de un tratado, o<br />

de una obligación, con la culpa que esto implica (cf. Gn. 43:9).<br />

b. El cambio <strong>del</strong> uso legal al religioso es importante en la medida en que muestra que la vida religiosa también se considera como<br />

algo ordenado, e. d., que el trato con Dios debe seguir una pauta. Pero una raíz como el término para «rebelarse» nos advierte que<br />

va incluido un elemento volitivo. En la esfera secular, Israel se subleva contra la dinastía de David (1 R. 12:19). Así como los hijos<br />

se rebelan contra sus padres, así Israel se rebela contra Dios (Is. 1:2). Lo que se denota es una reacción humana contra lo santo y lo<br />

divino. El errar incluye algo de esa misma dimensión, aunque en su uso principalmente ritual describe la negligencia por ignorancia<br />

más que la transgresión <strong>del</strong>iberada (cf. Lv. 4:13). Pero cuando se aplica en sentido religioso (cf. Job 12:16) comporta la idea<br />

que no tenemos acceso a Dios porque no podemos. Los falsos videntes, en su desvarío cuasi-ebrio, son en parte culpables y en<br />

parte tienen la mente nublada por Dios mismo (Is. 28:7–8). No viendo cómo salir de su error, deben sufrir el dolor <strong>del</strong> enigma<br />

divino (Job 19:4). Para el Salmo 119, sólo el estudio de la ley puede sacarnos <strong>del</strong> error y su aflicción (Sal. 119:67). Este aspecto<br />

más sombrío, sin embargo, no es predominante en el concepto de pecado <strong>del</strong> AT. Desde un punto de vista más racional y teológico,<br />

el pecado es lo «impuro». Si también detrás de este concepto se halla el sentimiento personal, su contenido esencial es el no<br />

lograr mantener una norma. La frase «con la mano en alto, con soberbia» (p. ej. Nm. 15:30) da por entendido que la norma es<br />

conocida (como no lo era, p. ej., para la gente de Sodoma y Gomorra, Gn. 18:20). Así en el Salmo 32, aquel que ora es conducido<br />

a ver y confesar el pecado por medio <strong>del</strong> sufrimiento, e. d. a reconocer que incluso las violaciones <strong>del</strong> ritual, que podrían dar la<br />

impresión de no ser pecado, en realidad son pecado contra Dios.<br />

c. Los escritos sapienciales generalmente tienen un punto de vista más intelectual que religioso acerca <strong>del</strong> pecado. Mediante la<br />

instrucción llegamos a saber lo que es conveniente en relación con Dios y cómo aplicarlo a la vida (a diferencia <strong>del</strong> insensato, Sal.<br />

14:1). El pecado es entonces insensatez, y los rectos son superiores a ella. Una visión más profunda se da en Éxodo 20:5; Deuteronomio<br />

5:9, donde la oposición a los mandatos de Dios se define como odio, y el pecado es entonces un proceso inexplicable que<br />

involucra cosas tales como la abominación, la violencia y el engaño. Todo esto tiende a sugerir que un concepto teológico <strong>del</strong><br />

pecado fue una elaboración posterior. Por otra parte, era también una elaboración correcta fundamentada en categorías firmes cuya<br />

validez no podía ser discutida por nadie en el antiguo Israel. La censura, la afirmación de la culpa y el conocimiento de la voluntad<br />

exigente de Dios son todos factores que confluyen en ella para ofrecer una interpretación de la experiencia y el destino humano. Si<br />

la voluntad de Dios es la ley suprema de la vida, la apostasía con respecto a Dios tiene que llegar a su expresión en el error, e. d. en<br />

términos de cómo debería ser la vida y la desviación respecto a esa norma. En este punto se puede discernir una conexión con la<br />

alianza. Más aún, ya sea que consideremos que la aberración es grave o es trivial, su carácter como transgresión queda establecido<br />

por el concepto de Dios y su orden, al cual hay que rendir cuentas. La violación de la norma de Dios es la sustancia <strong>del</strong> conocimiento<br />

<strong>del</strong> pecado. En una perspectiva muy audaz, se ve inclusive que el pecado cumple un propósito al conducir a un reconocimiento<br />

de la validez incondicional de la norma divina. El fracaso humano queda entonces implacablemente colocado en el orden<br />

divino, y se le da una interpretación religiosa como pecado (Sal. 51).<br />

[p 52] d. Entonces, para el AT en su conjunto, el pecado es un término legal y teológico para lo que va contra la norma. El uso<br />

teológico es prominente pero no exclusivo. En su forma racional es menos una cuestión de experiencia que de su esclarecimiento<br />

teológico. Las diferentes fórmulas transmiten diferentes perspectivas teológicas en un intento por expresar el fenómeno religioso<br />

subyacente. El concepto tiene muchos matices pero no carece de cierta unidad, y ambas cosas quedan ilustradas por la acumulación<br />

de sinónimos (cf., p. ej., Sal. 32:5; Job 34:37; Lv. 16:21). Lo que está en su raíz es la aberración respecto a la norma, pero esto<br />

puede considerarse ya sea como el proceso interior, la acción, o la situación resultante. Es el contexto, más que la raíz seleccionada,<br />

lo que habitualmente muestra dónde se pone el acento. En el análisis, entonces, tenemos que habérnoslas con posibilidades que<br />

van desde una sobria afirmación intelectual hasta una convicción espiritual de pecado. Pero siempre habrá un elemento teórico<br />

que, aunque de valor pedagógico, puede tender a reducir múltiples fenómenos religiosos a un denominador común. Los términos<br />

que denotan aberración tienen siempre un aspecto figurativo, y tal vez sea la raíz «rebelarse» la que nos acerque más a la médula<br />

<strong>del</strong> asunto, con su énfasis en la motivación. Sin embargo, incluso esto impone un cierto orden intelectual sobre la experiencia irracional.<br />

Por eso es en las oraciones donde el problema irracional se manifiesta mejor, con su vocabulario de confesión o de queja.<br />

Algo significativo es también que el relato de la caída esquive los términos acostumbrados para el pecado.<br />

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