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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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que «por su llaga fuimos curados». Filón favorece el uso figurado, pero más para la curación interior que para el perdón, aunque<br />

esta curación proviene de Dios, <strong>del</strong> λόγος, o de la divina ἔννοια.<br />

C. Enfermedad y curación en el NT.<br />

1. La enfermedad y el arte de curar a la luz <strong>del</strong> NT. A veces el NT relaciona la enfermedad con los demonios (cf. la posesión y Mt.<br />

12:22ss), pero también la ve como un juicio (Ap. 6:8), aunque no en términos de un dogma rígido de retribución (cf. Mr. 2:5; Jn.<br />

9:3–4; 11:4). Pablo, entonces, puede clasificarla junto con todos los demás sufrimientos (Ro. 8:28) incluso bajo la carga de lo que<br />

quizás era un mal físico que Dios no quitaba (2 Co. 12:17ss). En el NT se ve que la enfermedad contradice el plan de Dios para la<br />

creación, de modo que a pesar de Marcos 5:26 no es posible oponerse a ningún esfuerzo por librarnos de ella (cf. Lc. 10:34; Col.<br />

4:14; 1 Ti. 5:23).<br />

2. Jesús el médico. El uso de los términos en los Evangelios. Jesús causó una gran impresión como Sanador. Todos los Evangelios,<br />

especialmente Lucas, usan ἰᾶσθαι para su obra. ἴασις es literal en Lucas 13:32, y figurado sólo al citarlo. Jesús se llama a sí mismo<br />

«médico» más de una vez (cf. el dicho parabólico en Mr. 2:17 y el dicho proverbial en Lc. 4:23).<br />

3. Los milagros de curación de Jesús a la luz de la historia de la religión. Los relatos de curaciones similares a las de Jesús plantean<br />

muchas preguntas.<br />

a. La tradición. Muchos relatos de curación provienen de excavaciones en Epidauro. Algunas de las curaciones son grotescas, pero<br />

otras parecen ser auténticas. Los relatos de curaciones en el judaísmo contienen adherencias legendarias, pero con frecuencia los<br />

elementos esenciales bien pueden ser históricos. Cuando están presentes dos o más recensiones, estas confirman la tenacidad de la<br />

tradición popular. No existe ningún testimonio original de los milagros de Jesús, ni se puede rastrear una tradición no quebrantada<br />

(a pesar de Papías), de modo que en algunos casos bien se puede haber dado una expansión (cf. Mr. 5:21ss; Lc. 7:11ss; Jn. 11:1ss).<br />

Sin embargo, difícilmente puede haber habido cambios sustanciales después <strong>del</strong> siglo I. La tradición tomó su forma básica antes<br />

que la consignación escrita (cf. 1 Co. 15:6) y se autentica a sí misma por su vividez y simplicidad (en comparación con los relatos<br />

apócrifos). La comunidad surgió bajo el impacto de actos poderosos que difícilmente podrían ser reemplazados y que los cristianos<br />

mismos no mostraban deseo alguno de imaginarse (cf. el hecho de que al Bautista no se le acreditan milagros, y el relato tan objetivo<br />

de lo que le ocurrió a Pablo en Hch. 14:20 y lo que dijo en Hch. 20:10). Algunos rasgos comunes de los relatos de milagros<br />

son (1) el fracaso de la destreza médica, (2) un encuentro, y (3) la prontitud y seguridad <strong>del</strong> milagro. Las motivaciones para narrar<br />

los relatos varían, p. ej. en Epidauro para infundir confianza, entre los rabinos para mostrar el poder de la observancia de la ley, y<br />

en los Evangelios para conducir a la fe en Cristo.<br />

b. La naturaleza de los milagros. En Epidauro y en el judaísmo se relatan milagros que involucran a la naturaleza. En los Evangelios<br />

se dan unos cuantos, pero son más comunes las curaciones. Los males que se curan incluyen más que desórdenes nerviosos, y<br />

también hay exorcismos. Los relatos se narran no desde el punto de vista de los pacientes ni de sacerdotes interesados en sí mismos,<br />

sino desde [p 343] el punto de vista de la misericordia de Jesús, de modo que la fuerza central es el amor, no el egoísmo. No<br />

hay curaciones de animales, ni pagos, ni castigos, ni elementos burlescos. Jesús no está dispuesto a usar los milagros para causar<br />

sensación, y la única exigencia que pone es el discipulado, de modo que se pueda gozar de una bendición espiritual así como de<br />

curación física.<br />

c. Las curaciones. El modo de curar en los Evangelios es sencillo y no implica ninguna terapia empírica. Debe haber habido alguna<br />

razón especial para el uso de saliva en Marcos 7:33; 8:23; Juan 9:6. No encontramos el sueño sanador, y la imposición de manos<br />

sustituye a otros contactos más burdos. Algunas curaciones se hacen a distancia. La curación suele ser de palabra, no en el sentido<br />

de magia, sino por la palabra de mando de Jesús en respuesta a los ruegos de ayuda y en virtud <strong>del</strong> poder recibido en la oración<br />

(Mr. 9:29; cf. los rabinos). La fe es condición previa y consecuencia. Jesús mismo tiene fe, la exige a aquellos a quienes cura, y<br />

promete poder a los discípulos sólo en la medida en que tengan fe. Sin embargo, la fe que se exige no es una creencia en la credibilidad<br />

de los milagros sino la fe en Jesús mismo. Implica una relación de confianza, una convicción <strong>del</strong> poder de Dios, y el consiguiente<br />

compromiso de obediencia. Esta fe, que queda bien ilustrada en Mateo 8:5ss (el centurión), recibe no simplemente la curación<br />

física sino la salud plena de la salvación (Mr. 5:34; Lc. 7:50).<br />

d. Valoración teológica: la singularidad de las curaciones de Jesús. Los milagros de curación están bien atestiguados a partir de<br />

diversas fuentes, y las «leyes» naturales son relativas, de modo que no se puede de manera racionalista descartar las curaciones<br />

realizadas por Jesús. También se debe tomar en cuenta el impacto de la personalidad de Jesús y de sus poderes especiales. Ya que<br />

estos se ponen al servicio de la propia obra de Dios en la historia, no debemos medirlos con criterios ordinarios. En comparación<br />

con otras curaciones, las de Jesús son singulares en razón de su propio amor santo y misericordioso, que es a la vez supremamente<br />

intenso y supremamente comprensivo, y que abarca tanto el ser exterior como el interior. Jesús no interrumpe la conexión entre el<br />

mal y el pecado, pero no considera la enfermedad como una retribución ni cree que el quedar libres de la enfermedad sea una meta<br />

primordial. Su interés principal es liberar <strong>del</strong> pecado, y si bien puede usar la curación como un primer paso en esta dirección, tam-

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