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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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to es más que un profeta dotado de poder; su ser entero es un ser singular que está peculiarmente determinado por el poder de<br />

Dios. Esto llega a su expresión en el paralelismo <strong>del</strong> Espíritu Santo y el poder <strong>del</strong> Altísimo en el relato de la concepción virginal.<br />

No se hace intento alguno por describir el modo; la encarnación comienza con una concepción que trasciende los procesos normales<br />

de generación. En el nacimiento de Cristo, un acto de poder especial y singular le da con razón el título de Hijo de Dios (Lc.<br />

1:35). Sobre esta base, Cristo es portador <strong>del</strong> poder especial <strong>del</strong> Espíritu en su ministerio (Lc. 4:14, 36). Así como la esencia de<br />

Dios es el poder, la dotación de poder está vinculada con el don <strong>del</strong> Espíritu, y este don le confiere a Cristo su autoridad<br />

(ἐξουσία): una autoridad que él tiene el poder (δύναμις) de ejercer al expulsar demonios o curar a los enfermos (cf. Lc. 5:17;<br />

6:19; 8:46). Es por esto que el testimonio de los discípulos es que Dios ungió a Jesús con el Espíritu Santo y con poder (Hch.<br />

10:38). Las obras que él realiza también pueden llamarse δυνάμεις (cf. Mt. 11:10ss; Mr. 6:2; Lc. 19:37; tb. Hch. 2:22). Estas<br />

obras difieren en tres sentidos de los actos similares de poder en el mundo de entonces: a. no tienen conexión alguna con la magia;<br />

b. son realizadas por la palabra, que es la palabra <strong>del</strong> Dios omnipotente cuyo reino ingresa aquí en la historia y derrota el régimen<br />

de las fuerzas hostiles; c. presuponen la fe tanto en aquel que realiza la obra como en aquellos a cuyo favor se realiza, de modo que<br />

se exige una relación personal (cf. Mt. 13:58; Mr. 9:14ss). En la fe, todas las cosas son posibles; hay poder (Mr. 9:23). Es que en la<br />

fe compartimos el gobierno de Dios. La obras poderosas evocan perplejidad y alabanza (Mt. 13:54; Lc. 19:37), y en Herodes,<br />

quizás, una incomodidad de conciencia (Mt. 14:2). El Evangelio de Juan no usa δυνάμεις, pero con ἐξουσία y σημείον emplea el<br />

verbo δύνασθαι, que traslada el énfasis desde el acto hacia la capacidad (cf. Jn. 3:2). Los σημεία, realizados en la plenitud <strong>del</strong><br />

poder mesiánico, son actos singulares. Jesús puede realizarlos sólo porque Dios está con él, e. d., él tiene el poder de Dios en comunión<br />

con el Padre. En Juan 9 el ciego, una vez curado, da testimonio <strong>del</strong> δύνασθαι divino de Jesús (9:33), y algunos de los<br />

fariseos concuerdan (9:16). Asimismo en Juan 11, cuando se pregunta si Jesús no habría podido curar a Lázaro (11:37), él muestra<br />

su δύνασθαι ilimitado resucitándolo. Sólo en la unión con Jesús sus discípulos pueden también hacer cosas (15:5), pero él reconoce<br />

al mismo tiempo que su propio δύνασθαι tiene su fuente en Dios (5:19, 30). Los rasgos especiales en Juan son a. que tenemos<br />

en este δύνασθαι el acontecimiento singular de Cristo, y b. que el poder que actúa en ese acontecimiento es el poder de Dios que<br />

inicia el nuevo eón. Este poder halla una demostración particular en la crucifixión y la resurrección. La propia resurrección de<br />

Cristo respalda su afirmación en Mateo 22:29. En Hechos 2:24 Pedro pone este poder de resurrección, de manera muy impactante,<br />

en negativo: Cristo no puede ser retenido por la muerte. El poder de la muerte queda roto. Así como el poder de Dios le dio fuerza<br />

a Jesús para realizar actos de poder, así le da fuerza para la vida nueva. Pablo establece este punto en 1 Corintios 6:14 y 2 Corintios<br />

13:4. Cristo es declarado Hijo de Dios en poder por su resurrección (Ro. 1:4). Es así como predicamos a Cristo como poder de<br />

Dios (1 Co. 1:24). La resurrección no hace a Cristo Hijo de Dios, ni le da poder como tal; lo que él tiene mediante ella es la filiación<br />

en pleno poder, en contraste con la aparente debilidad de la encarnación (2 Co. 13:4). Si Cristo es llamado poder de Dios en<br />

forma absoluta, no es porque él personifique el poder, sino porque en él el poder de Dios actúa victoriosamente en la historia y la<br />

lleva a su meta. [p 190] En Hebreos este poder es llamado el poder de una vida indestructible; queda fuera <strong>del</strong> alcance de la mortalidad.<br />

Con este poder el Hijo es colocado a la derecha de Dios donde gobierna el mundo. En el Apocalipsis este poder es idéntico a<br />

la gloria (1:16). El Cordero que fue inmolado es digno de recibir poder (5:12). El pueblo de Cristo aguarda su venida con poder<br />

(Mr. 9:1) que dará consumación a su obra y establecerá el perfecto gobierno de Dios con la sujeción de toda otra fuerza (Fil. 3:21).<br />

Esta venida será visible, y Cristo será acompañado por sus ángeles poderosos (2 Ts. 1:7).<br />

2. El poder de Dios, las potestades demoníacas y el poder de la salvación.<br />

a. El acontecimiento de Cristo arroja luz sobre el poder de Dios. El poder de Cristo es el de Dios, de modo que se lo describe como<br />

una dotación. Cristo comparte este poder mediante la comunión personal con Dios. Su poder es entonces el poder histórico de un<br />

acontecimiento escatológico, como en el AT. La omnipotencia de Dios se manifiesta en el acontecimiento de Cristo (Heb. 11:19;<br />

cf. Mt. 22:29). Dios es el δύνατος en virtud de su gobierno omnipotente (Lc. 1:49). Para él todo es posible (Mt. 19:26). Como lo<br />

percibe la fe, todas las cosas declaran de manera manifiesta su eterno poder y deidad (Ro. 1:20). Por eso el NT puede adoptar la<br />

doxología <strong>del</strong> AT, como en Mateo 6:13; Apocalipsis 4:11, etc. Las doxologías de Apocalipsis 11:17–18 y 12:10 implican el reconocimiento<br />

de que el poder de Dios va a destruir a las fuerzas hostiles y va a llevar el mundo a la perfección, como lo ha mostrado<br />

ya el poder en el acontecimiento de Cristo.<br />

b. El acontecimiento de Cristo también arroja una nueva luz sobre las potestades demoníacas. El NT las reconoce (cf. Mt. 24:29). Se<br />

trata de potestades cósmicas pero también angélicas. Han perdido su fuerza con la resurrección de Cristo, y cuando él vuelva serán<br />

públicamente despojadas de esa fuerza. Entre estos dos acontecimientos se da una tensión. Las potestades están desarmadas, porque<br />

la nueva vida de los creyentes se deriva de Dios y está bajo su gobierno (Ef. 1:20–21; Ro. 8:38–39). Aún así siguen combatiendo<br />

(Ap. 13:2) y hay que subyugarlas (1 Co. 15:24). El anticristo vendrá con poder y difundirá el engaño; sólo el retorno de<br />

Cristo lo destruirá finalmente (2 Ts. 2:9).<br />

c. La obra de Cristo también da una nueva respuesta a la cuestión <strong>del</strong> poder de salvación. Cuando los discípulos preguntan quién<br />

puede salvarse, Cristo contesta que no existe ningún poder humano para salvar, sino sólo el poder omnipotente de Dios (Mt.<br />

19:26). Pablo enfatiza agudamente la incapacidad humana en Romanos 8. Debido a nuestra debilidad, ni siquiera la ley puede<br />

salvarnos <strong>del</strong> pecado y de la muerte (v. 3). Hebreos halla la misma incapacidad en el culto (10:1, 4, 11). Como dice Juan 3:3, a<br />

menos que haya un nuevo nacimiento no podremos ver el reino de Dios. Por nosotros mismos no podemos soportar el escuchar la

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