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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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b. La morada de los dioses. El cielo en este sentido es el Olimpo; los dioses <strong>del</strong> Olimpo son moradores <strong>del</strong> cielo. El señor <strong>del</strong> cielo es<br />

el señor <strong>del</strong> universo (Zeus). La plegaria se dirige al cielo, los juramentos se hacen por el cielo, y los crímenes pueden llegar al<br />

cielo.<br />

c. Los escritos órficos. Estos integran cielo y tierra (cf. el huevo cósmico, <strong>del</strong> cual el cielo es el cascarón superior). Los iniciados<br />

recuperan esta unidad volviéndose divinos. El cielo se presenta también como el manto <strong>del</strong> mundo.<br />

d. Los papiros mágicos. El cielo es importante en estos papiros, p. ej. en las invocaciones.<br />

4. El gnosticismo. En los escritos herméticos el cielo se divide en siete «ciclos». Es creado por el demiurgo y sirve como su morada.<br />

Se extiende por encima <strong>del</strong> éter, <strong>del</strong> aire y de la tierra. El dios celestial es un dios malo; en el cielo se esconden los misterios; allí<br />

rige la necesidad; y sus habitantes tienen almas demoníacas. La luz nos libera de él. El viaje hacia arriba lleva a través de las esferas<br />

celestiales. En general el cielo es un signo de dualismo; el punto de vista sobre él es profundamente pesimista.<br />

5. Filón. Filón combina a Platón, el estoicismo y el AT. Para él el cielo y la tierra son la ofrenda votiva de Dios. El cielo, que es<br />

incorpóreo, representa el cosmos, aunque tiene una contraparte material. El hombre celestial es el prototipo <strong>del</strong> terrenal, pero el<br />

hombre mismo es un cielo con naturaleza similar a los astros. Para Filón el cielo es un signo de la unidad cósmica y ayuda a hacerla<br />

realidad.<br />

[H. Traub, V, 497–502]<br />

B. El AT.<br />

1. El cielo en el antiguo Israel. El término hebreo para el cielo es םִימַ ָשׁ (palabra plural de etimología oscura). Se describe primeramente<br />

como algo fijo, con ventanas, pilares y cimientos. En gran medida equivale a «firmamento». Sobre él está el océano celestial,<br />

que puede bendecir con la lluvia o destruir con el diluvio. El cielo puede denotar también la atmósfera, pero no se limita a este<br />

sentido. A veces se sugiere la existencia de esferas celestiales (cf. los «confines» <strong>del</strong> cielo), pero la expresión «cielo de los cielos»<br />

es en gran medida hiperbólica. «Días <strong>del</strong> cielo» es una frase que denota una duración [p 718] extensa (Dt. 11:21). El cosmos consta<br />

<strong>del</strong> cielo, la tierra y las aguas inferiores (Éx. 20:4), pero con frecuencia se mencionan sólo el cielo y la tierra. Sólo figuran fragmentos<br />

de ideas míticas. En la imaginería poética el cielo es una tienda (Is. 40:22), o un rollo extendido (34:4). Tiene cámaras para<br />

la nieve, el granizo, el viento y el agua (Job 37:9; 38:22, 37). Es también un lugar de señales y de referencias para el calendario. En<br />

general se presenta sobre la base de la simple observación.<br />

2. Dios y el cielo. Dios creó el cielo (Gn. 1:1). Habita en él, aunque también habita en el santuario, en el arca, etc. Posiblemente la<br />

doble morada refleje las ideas <strong>del</strong> Cercano Oriente de los templos de habitación y los templos de manifestación. Si bien el arca, p.<br />

ej., es un lugar de presencia temporal, el cielo es la verdadera morada de Dios. Pero la presentación <strong>del</strong> AT es compleja. La creencia<br />

de que Dios es el Dios <strong>del</strong> cielo es indudablemente antigua, como lo es el concepto de la corte celestial y la hueste celestial (1<br />

R. 22:19ss; Job 1:6ss). Puede haber aquí cierta influencia <strong>del</strong> panteón cananeo, pero la descripción es clara, ya que la hueste celestial<br />

puede estar formada por espíritus (1 R. 22:19), pero también puede ser el ejército celestial (Jos. 5:14), o simplemente los astros<br />

(Gn. 2:1). El culto a la hueste celestial es objeto de fuerte oposición (2 R. 17:6; cf. Jer. 7:18). Como Dios habita en el cielo, se<br />

elevan las manos al cielo al hacer juramentos (Dt. 32:4) o al orar (Éx. 9:29), y se le pide a Dios que mire desde el cielo (Dt. 26:15).<br />

El Deuteronomio explica que en la revelación <strong>del</strong> Sinaí Dios realmente habla desde el cielo, no desde la montaña (4:36), y si Dios<br />

habita en el santuario, es en cuanto pone su nombre y lo hace habitar ahí, siendo el nombre la representación de Dios que se vuelve<br />

a Israel en una autorrevelación (cf. Dt. 12:5, 11; 14:23–24; 26:2). En la práctica cultual, desde luego, el interés principal es por la<br />

manifestación. Ezequiel describe el trono-carro que viene desde la trascendencia celestial, pero su mensaje se relaciona con el Dios<br />

revelado. La tierra es la esfera de dominio de Dios (Dt. 4:39), pero el cielo mismo no puede contenerlo (1 R. 8:27). Entronizado en<br />

las alturas, él rige sobre la tierra (Sal. 113:5–6). En tiempos de aflicción parece estar envuelto en nubes (Lm. 3:44), y se ora pidiéndole<br />

que rasgue el cielo y descienda (Is. 63:19). Elifaz acusa a Job de pensar que unas nubes densas lo cubren de manera que<br />

no puede ver (Job 22:13). El Eclesiastés advierte contra las palabras insensatas en vista de la trascendencia divina (5:2). En su<br />

línea principal, sin embargo, el AT vincula la morada de Dios en el cielo con sus obras poderosas en la tierra. El «Dios <strong>del</strong> cielo»<br />

<strong>del</strong> período tardío es el Dios que en su omnipotencia histórica rige los destinos de los imperios y va desplegando su plan para el<br />

mundo.<br />

3. El cielo como el lugar de la salvación. Como morada de Dios, el cielo es la fuente de bendición, el entorno de la vida, y el lugar<br />

donde la salvación planeada por Dios está ya presente. La idea aislada <strong>del</strong> arrebato (2 R. 2:11) se relaciona con este concepto. La<br />

idea de la palabra de Dios fija en el cielo (Sal. 119:89) tiene una aplicación más general (cf. 89:2). En el cielo hay un mo<strong>del</strong>o <strong>del</strong><br />

tabernáculo terrenal (Éx. 25:9, 40), y Ezequiel (2:1ss) se refiere a un rollo que es preexistente en el cielo. En las visiones de Zacarías<br />

el reino de Dios ya está preparado en el cielo. En Daniel 7:13ss el reino <strong>del</strong> Hijo <strong>del</strong> Hombre es un reino que desciende <strong>del</strong><br />

cielo, en contraste con los imperios terrenales que vienen de abajo (v. 17). Puesto que el cielo también es creado, también él puede

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