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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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3. ὀργίλος y θυμώδης. Estas palabras, que significan «enojado», «airado» figuran principalmente en la literatura sapiencial, y en<br />

todos los casos menos uno se refieren sólo al atributo humano.<br />

4. (κότος), χόλος y μῆνις. Estas palabras, comunes en el griego secular para «enojo», no se usan para referirse a la ira de Dios en la<br />

LXX. κότος no aparece <strong>del</strong> todo, χόλος sólo cinco veces (una vez χολᾶν) con referencia a la cólera humana, y μῆνις sólo cuatro<br />

veces (μηνίαμα o μήνιμα sólo una vez, y el verbo μηνίειν cinco veces), otra vez con referencia al enojo humano, excepto el verbo<br />

en Jeremías 3:12; Salmo 103:8. Tal vez los traductores evitan usar para la ira de Dios términos que se asocian con el enojo de<br />

los dioses griegos.<br />

II. Interpretaciones y paráfrasis. En general la LXX traduce correctamente el hebreo, aunque a veces es mecánica, p. ej. al usar<br />

θυμός cuando la referencia hebrea es al «veneno», u ὀργή cuando el hebreo significa «molestia». Cuando el hebreo se refiere de<br />

modo antropomórfico a la nariz de Dios, la LXX prefiere el antropopático ὀργή. A veces reemplaza la ira de Dios con el pecado<br />

que la provoca, y elige hacer una paráfrasis (y altera el sentido) en Malaquías 1:4; Isaías 66:14, y Zacarías 1:12. En un versículo<br />

como Deuteronomio 32:22 ofrece la traducción de que como resultado <strong>del</strong> enojo de Dios (no en su enojo) se enciende el fuego. Un<br />

tratamiento directo de la revelación <strong>del</strong> enojo de Dios figura en Sirácida 48:1. (Para los detalles completos, ver el TDNT en inglés,<br />

V, 411–412).<br />

[O. Grether y J. Fichtner, V, 409–412]<br />

D. La ira de Dios en el judaísmo tardío.<br />

I. Deuterocanónicos y pseudoepígrafos.<br />

a. Los escritos judíos posteriores continúan en las mismas líneas que el AT, usando algunos de los mismos términos hebreos, y en<br />

griego ὀργή y θυμός (y sus derivados).<br />

b. El enojo humano se juzga de diversas maneras. Puede haber enojo justo, p. ej. ante las transgresiones de la ley. El enojo de los<br />

gobernantes paganos contra los transgresores también es justificable, y puede incluso servir como ilustración de la ira de Dios. En<br />

general, sin embargo, el enojo es considerado como una pasión que lleva al pecado y a la ruina. El enojo feroz de los gobernantes<br />

paganos (p. ej. contra Israel) es objeto de condena. Estrictamente hablando, el enojo sólo es propio de Dios; [p 703] el enojo<br />

humano, en particular, provoca el enojo de Dios. Incluso según los criterios seculares, el enojo es contrario a la sabiduría, aunque<br />

la razón también puede dominarlo.<br />

c. Dado que el juicio sobre el enojo es predominantemente negativo, tal vez resulte sorprendente que casi todas estas obras hablen<br />

sin inhibición acerca de la ira de Dios. Incluso 4 Macabeos, teñido de helenismo, toma en cuenta la ira de Dios. ὀργή denota la<br />

pasión en sí, como expresión de la naturaleza de Dios y de su justa oposición al mal. También puede denotar sus efectos como<br />

juicio airado. Esto vale especialmente para la ira escatológica. La personificación de la ira sirve para preservar el aspecto personal,<br />

mientras que hasta cierto punto se la separa de Dios mismo. La apocalíptica tiende a enfatizar la misericordia divina y, como razones<br />

por las que se refrena la ira divina, menciona el pequeño número de los justos, la ignorancia de las masas, la universalidad <strong>del</strong><br />

pecado, y la sujeción <strong>del</strong> mal mismo a la voluntad divina. Cuando la ira se manifiesta, tiene primero una fase histórica en la cual va<br />

dirigida contra individuos y naciones, incluyendo a Israel (con límites). La ira histórica, sin embargo, es un tipo de la ira escatológica.<br />

Esta va dirigida contra las naciones y contra todos los pecadores impenitentes. Los objetos de la ira, p. ej. los gobernantes,<br />

pueden también ser sus instrumentos, como lo son los ángeles. Los modos de alejar la ira son el culto, la conducta recta, la intercesión,<br />

el sufrimiento vicario, y la propia acción de Dios que salva.<br />

[E. Sjöberg y G. Stählin, V, 412–416]<br />

II. El rabinismo. Los rabinos no tienen problema alguno con la idea de la ira divina. Pueden incluso describirla en términos<br />

humanos, aunque condenan el enojo humano aparte de la indignación justa. A veces personifican el enojo en formas angélicas. El<br />

enojo divino nunca está divorciado de la justicia esencial de Dios. Incluso en su enojo Dios continúa con su cuidado misericordioso<br />

<strong>del</strong> mundo. Al castigar a los malvados, es bondadoso con los justos y misericordioso con los penitentes. En efecto, sigue dando<br />

buenos dones a los pecadores. Esto no debilita, sin embargo, el terror de su ira. El día <strong>del</strong> juicio es un día de ira, aunque con mayor<br />

énfasis en la justicia.<br />

[E. Sjöberg, V, 416–417]<br />

III. Filón. Filón reconoce un enojo justo contra el pecado y los pecadores, pero bajo influencia estoica considera el enojo como una<br />

pasión que hay que suprimir. Habla <strong>del</strong> enojo de Dios como un regaño, y encuentra su manifestación en los acontecimientos terrenales,<br />

pero sugiere que el enojo es algo que se le atribuye a Dios en vez de ser una realidad divina, y explica las referencias bíblicas<br />

como una acomodación divina a las capacidades de los oyentes.

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