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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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καυστηριάζομαι. Este término poco común, que significa «quemar con hierro ardiente», aparece figuradamente en 1 Timoteo 4:2,<br />

donde se dice que los falsos maestros tienen la conciencia «cauterizada» o «insensibilizada a fuego». La idea parece ser que son<br />

esclavos de fuerzas demoníacas. En la antigüedad se marcaba a fuego a los esclavos fugitivos y a los criminales; también a veces a<br />

los prisioneros de guerra, los trabajadores de las minas y municiones, y los reclutas de un ejército. Es esta práctica lo que subyace a<br />

la metáfora.<br />

[J. Schneider, III, 643–645]<br />

καυχάομαι [jactarse], καύχημα [jactancia, motivo de orgullo], καύχησις [jactancia], ἐγκαυχάομαι [jactarse, gloriarse],<br />

κατακαυχάομαι [jactarse contra]<br />

καυχάομαι, καύχημα, καύχησις<br />

A. El uso griego. El significado de este grupo es «jactarse», «jactancia», generalmente en mal sentido, de modo que en los filósofos<br />

y satiristas encontramos advertencias contra ello.<br />

B. El AT, la LXX y el judaísmo.<br />

1. La LXX usa este grupo para diversos términos hebreos relacionados con el gloriarse. Si bien el AT encuentra lugar para un<br />

orgullo justificable (Pr. 16:31; 17:6), hay muchos proverbios contra la jactancia (1 R. 20:11; Pr. 25:14). Es la actitud básica de los<br />

insensatos y de los impíos (Sal. 52:1; 74:4). Jactarse de la riqueza es confiar en ella (Sal. 49:6). No hay lugar para jactarse <strong>del</strong>ante<br />

de Dios (Jue. 7:2). Sin embargo, uno puede gloriarse en el conocimiento de Dios (Jer. 9:23–24). Dios trata con Israel para su propia<br />

gloria (Dt. 26:19). Por eso los justos pueden gloriarse de la ayuda de Dios (Sal. 5:11). Jactarse en este sentido equivale a «regocijarse»<br />

y tiene significación escatológica, puesto que llegará a hacerse realidad en el tiempo final (Zac. 10:12). Este gloriarse va<br />

de la mano con el dejar de fijarse en uno mismo y el confesar a Dios confiadamente.<br />

2. El judaísmo mantiene la misma tensión entre la jactancia falsa y la verdadera, pero con una tendencia a enfatizar la ley como<br />

razón para la verdadera jactancia (Si. 39:8).<br />

3. Los rabinos hallan una fuente para jactancia en la ley, o incluso en su cumplimiento, pero enfatizan que la ley no debe observarse<br />

por interés propio, advierten contra el orgullo, y encuentran también una ocasión para jactarse en el sufrimiento recto.<br />

4. Para Filón, el gloriarse es incorrecto porque en él no reconocemos a Dios como el Dador de todo bien, sino que nos olvidamos de<br />

él y usurpamos su gloria. Los justos, al someterse humildemente a la gracia divina, obtienen una alta posición ante Dios y alcanzan<br />

así la verdadera gloria.<br />

[p 418] C. El NT y el cristianismo antiguo.<br />

1. Pablo.<br />

a. La actitud cristiana básica. Pablo, quien es el que casi exclusivamente emplea este grupo de palabras en el NT, contrapone a la<br />

vanagloria jactanciosa la actitud apropiada de fe que Cristo posibilita y exige. La fe excluye la jactancia (Ro. 3:27); Abraham, el<br />

padre de la fe, no tiene nada de que jactarse <strong>del</strong>ante de Dios (4:2). La jactancia válida <strong>del</strong> judaísmo se ha convertido en una falsa<br />

jactancia en la ley (2:17, 23). Nuestro único motivo legítimo de jactancia está en Cristo (5:11), quien ha negado toda la grandeza<br />

tanto de judíos como de gentiles (1 Co. 1:18ss). Los creyentes, que se jactan sólo en Cristo (Fil. 3:3), han abandonado toda vana<br />

jactancia (3:7ss). Se glorían sólo en la cruz (Gá. 6:14). Sobre esta base, por la gracia de Dios, ellos pueden mantenerse en la presencia<br />

de Dios, pero sólo como receptores <strong>del</strong> don divino (1 Co. 3:21; 4:7). Paradójicamente, pues, los creyentes pueden gloriarse<br />

en sus sufrimientos, no porque se trate de logros ascéticos, sino porque en ellos se manifiesta el poder de Dios (2 Co. 11:23ss;<br />

12:9; 4:10–11), de modo que, al regocijarse en ellos, se regocijan también en la esperanza de la gloria de Dios (Ro. 5:2).<br />

b. La jactancia apostólica. El rechazo de la jactancia personal no excluye para Pablo una jactancia válida en su obra apostólica (2 Co.<br />

7:4, 14, etc.), en parte porque esto expresa confianza en las iglesias, pero principalmente porque lo que él hace descansa sobre lo<br />

que Cristo hace por medio de él (Ro. 15:17–18; 1 Co. 15:10). Por eso la obra depende de la gracia y no <strong>del</strong> mérito, y la jactancia se<br />

da sólo dentro de los límites asignados de la labor (2 Co. 10:13) y no se da por comparación con la labor de otros (10:12ss). Pablo<br />

puede recomendarse a sí mismo solamente porque Dios lo recomienda, y se mide a sí mismo sólo por su propio encargo (2:14–<br />

7:4). Ni siquiera tenemos que medirnos a nosotros mismos comparándonos con el Israel incrédulo (Ro. 11:18ss), sino que hemos<br />

de jactarnos sólo sobre la base <strong>del</strong> autoexamen (Gá. 6:4). Entonces la jactancia será ocasión para la acción de gracias y para la<br />

alegría, puesto que será un reconocimiento de la gracia de Dios. En este sentido Pablo encuentra su gloria en las iglesias (1 Ts.<br />

2:19–20). En efecto, él mismo debe ser la jactancia de esas iglesias (2 Co. 1:14), ya que su labor fortalece la fe de ellas, y así ellas<br />

tienen mayor razón para gloriarse en Cristo (Fil. 1:26). El hecho que todo sea por gracia explica porqué para Pablo rehusar al dere-

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