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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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despliegue de las cosas. En estas líneas, se lo puede llamar el hijo de Dios, pero sólo en equiparación con el mundo, y no como el<br />

unigénito que llega a ser un solo hombre históricamente único, σάρξ.<br />

[H. Kleinknecht, IV, 77–91]<br />

C. La palabra de Dios en el AT.<br />

1. Equivalentes hebreos de los términos griegos para «palabra». Las raíces רמא y רבד son los principales equivalentes para λόγος,<br />

λόγιον, ῥῆμα y ῥῆσις. La primera tiene una referencia más poética cuando se usa para «dicho» (cf. Sal. 19:2–4; 68:11; Job<br />

22:28), y la segunda ofrece los términos clásicos para «palabra» en la historia, la ley, la profecía y la poesía. Etimológicamente, el<br />

sentido de la raíz parece ser «atrás». La referencia, entonces, es al trasfondo o contenido o significado de lo que se dice. En el<br />

habla, el contenido representa la cosa. La cosa asume entonces un elemento histórico en su palabra. La palabra (ר ָבדּ) ָ contiene un<br />

pensamiento. Da a conocer una cosa, de modo que captar la palabra es captar el pensamiento. Pero la palabra es también dinámica.<br />

Está llena de un poder que es sentido por aquellos que la reciben, pero que está presente independientemente de esa recepción.<br />

Como lo ven y lo proclaman los profetas, donde con mayor fuerza se ven estos dos aspectos es en la palabra de Dios.<br />

2. El uso general de ר ָבדּ ָ para λόγος y ῥῆμα. La LXX trata a λόγος y ῥῆμα como sinónimos, y usa ambos términos para traducir<br />

ר ָבדּ. ָ ῥῆμα es más común en el Pentateuco, Job, Josué, Jueces y Rut, pero λόγος toma la <strong>del</strong>antera en los demás libros históricos y<br />

en los libros poéticos, y figura ocho veces más frecuentemente que ῥῆμα en los profetas. Cuando se le dan atributos tales como<br />

verdadero, bueno, recto, etc., λόγος (o ῥῆμα) permanece fácilmente comprensible para los griegos, pero otras combinaciones, p.<br />

ej. esperar en la palabra en Salmo 119:74, o recurrir a ella en busca de vida en Salmo 119:154, dan evidencia <strong>del</strong> concepto dinámico<br />

<strong>del</strong> original hebreo. Más aún, puesto que el significado de una cosa va implícito en la palabra, de modo que palabra y cosa son<br />

coextensivas, la cualidad más importante de la palabra es la verdad. Así como la palabra de Dios es verdad (2 S. 7:28), así debe<br />

serlo la nuestra (Gn. 42:16). Para darle validez a una palabra se debe pronunciar un Amén (Dt. 27:15ss). La suma de la palabra de<br />

Dios es verdad (Sal. 119:160). Al relacionar significado y realidad, y también hablante y oyente, la palabra pertenece a la esfera<br />

moral como testimonio de algo para las personas respectivas.<br />

3. El ר ָבדּ ָ de la revelación profética.<br />

a. La revelación en el signo. En 2 Samuel 23:1ss David es arrebatado por el Espíritu de Dios y su palabra, y él mismo habla la<br />

palabra de Dios en una temprana profecía mesiánica (para un discurso directo semejante cf. Balaam en Nm. 24:4, 16). En un arrobamiento<br />

profético, el hablante tiene ojos y oídos para esa visión suprasensorial, y puede por ende impartir el misterio. Hay una<br />

relación entre imagen y palabra. La visión mesiánica contiene la palabra profética; la visión ha de ser puesta en palabras. Los profetas<br />

posteriores están familiarizados con una relación parecida entre visión y palabra; cf. los llamamientos de Isaías (cap. 6) y<br />

Ezequiel (cap. 1), las visiones de Amós (caps. 7ss), y las visiones de Zacarías (caps. 4–5), aunque a veces incluso el profeta necesita<br />

un intérprete que pueda traducir la visión en palabras (cf. Zac. 1:9; 2:4; 4:4; 6:4).<br />

b. La revelación en el signo y la palabra. Sin embargo, en los profetas que escriben, la revelación visual es menos significativa. La<br />

voz que habla no es la de ellos sino la de Dios. Los juegos de palabras (cf. Am. 8:2; Jer. 1:11–12) [p 499] destacan la relación<br />

entre imagen y palabra, pero la palabra no tiene que ir combinada con una imagen. Sea largo o corto, el discurso halla su nervio<br />

vital en la palabra recibida de Dios, de modo que la locución completa puede en sí misma ser llamada palabra de Dios. La recepción<br />

de la palabra es un proceso espiritual. Esto es implícito, si bien hay pocas referencias expresas al Espíritu (cf. 2 S. 23:2; Nm.<br />

24:2; Os. 9:7).<br />

c. Disolución <strong>del</strong> signo. La palabra se va liberando cada vez más <strong>del</strong> signo, y llega a ser pura expresión de la revelación. Como en el<br />

llamado de Samuel (1 S. 3), Dios mismo es el que habla, y esta palabra es un llamamiento que le da poder al propio Samuel para<br />

hablar la palabra de Dios (1 S. 9:27) con su promesa, su exigencia y su juicio (1 S. 15:23, 26). La palabra se convierte entonces en<br />

una fuerza en la historia de Israel. Dada a conocer por los profetas, llega a cumplirse (1 R. 2:27; Jue. 13:12), es irresistible (2 R.<br />

1:17), y permanece para siempre (Is. 40:8).<br />

d. Los profetas que escriben. La fórmula «Vino la palabra <strong>del</strong> Señor» en el encabezamiento de los libros proféticos (Os. 1:1; Miq.<br />

1:1; Sof. 1:1) implica que el libro entero es palabra de Dios, sin distinción entre la voz divina en el profeta y su expresión escrita.<br />

La idea de revelación está presente en el concepto, y hay una transición hacia la comprensión de todo el AT como palabra de Dios.<br />

Si esta palabra es enseñanza, tiene un aspecto dinámico como bendición (Is. 2:3; Am. 8:11–12) y como limitación (Am. 3:8). La<br />

palabra es puesta en los labios de Jeremías (Jer. 1:9). Es su gozo y su <strong>del</strong>eite (15:16), pero también lo coloca bajo compulsión<br />

(20:7ss). No es un sueño vano, ya que, aunque venga revestida de una visión, es una fuerza irresistible (23:29) que es conocida<br />

porque infaliblemente llega a cumplirse (28:9). La claridad respecto a ella viene sólo con la oración, ya sea como sujeción de sí<br />

(15:10ss) o como intercesión (42:7ss). En Isaías 40ss, la palabra permanece para siempre (40:8) y lleva dentro de sí misma su

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