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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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[G. Bertram, II, 851–854]<br />

D. El concepto de vida en el judaísmo.<br />

1. El judaísmo palestinense.<br />

230<br />

a. La vida y la muerte. El judaísmo palestinense mantiene el concepto veterotestamentario de la vida. Los seres humanos, como<br />

sujetos primordiales, son los vivientes. La vida es una extensión de la existencia natural. Depende de la nutrición, pero Dios es<br />

Señor de la vida y de la muerte, da la vida, ha puesto en nosotros el espíritu de vida, y es invocado como Padre de la vida. La vida<br />

es una bendición; es salud y salvación. La vida larga es recompensa por la obediencia, pero más vale la muerte que una vida miserable.<br />

Puesto que la muerte pone fin a todas las cosas, hay que usar la vida sabiamente. Los mandamientos de Dios son mandamientos<br />

de vida, sus palabras son palabras de vida, la ley es árbol de vida, y tenemos que escoger entre el camino de la vida y el de<br />

la muerte. La muerte es la suerte común a todos y no se tarda. Todos nosotros le tememos, pero trae descanso y a veces se la puede<br />

desear. Sin embargo, es también un castigo por el pecado, ya que entró en el mundo por medio <strong>del</strong> primer pecado y fue acarreada<br />

por el diablo.<br />

b. La vida después de la muerte. La muerte contradice la vida individual. De ahí crece la convicción que la verdadera vida debe ser<br />

eterna, ya que Dios la crea de nuevo en la resurrección. Las creencias varían en cuanto a si los malos también resucitan, qué formas<br />

asumirá la nueva vida, y cómo encaja con la esperada edad de la salvación. Los fariseos defienden la resurrección académicamente,<br />

mientras que la apocalíptica la da por entendida. La vida escatológica no es vida en un sentido completamente nuevo. La<br />

libertad respecto al sufrimiento está en consonancia con la idea <strong>del</strong> AT sobre la vida verdadera. Los únicos rasgos verdaderamente<br />

nuevos son la liberación <strong>del</strong> pecado y de las condiciones presentes. Si bien no hay dualismo, encontramos una tendencia a enfatizar<br />

los aspectos referentes al otro mundo.<br />

2. El judaísmo helenístico.<br />

a. Lingüísticamente, ζῆν se usa para la vida natural: «estar vivo», etc. ζωή y βίος se distinguen a veces, pero no siempre. Uno puede<br />

tanto βίον ζῆν como ζωὴν βιοῦν, y tanto βίος como ζωή pueden denotar el sustento.<br />

b. La forma de entender la vida es judía, con modificaciones helenísticas. Dios, el Dios viviente y Señor de la vida y de la muerte, da<br />

la vida. El alma, como portadora de vida, es inmortal. Tanto ζωή como βίος denotan el modo de llevar la vida (modificación<br />

helenística). La verdadera vida debe concordar con una norma trascendente. La muerte es descanso, pero en el martirio puede ser<br />

un acto <strong>del</strong>iberado y por lo tanto ser buena o gloriosa. Puede ser incluso una liberación <strong>del</strong> alma (cf. Josefo, La guerra de los judíos<br />

344ss).<br />

c. Está muy extendida la expectativa de la vida después de la muerte, pero, si bien la idea <strong>del</strong> ser celestial es similar a la <strong>del</strong> judaísmo<br />

palestinense, la creencia en la inmortalidad <strong>del</strong> alma reemplaza en parte el concepto de la resurrección, y el juicio viene inmediatamente<br />

después de la muerte.<br />

d. Filón usa ζωή filosóficamente para la fuerza vital que está activa en la ψυχή. Esta es común a todos los ζῷα, pero los humanos<br />

también tienen la fuerza racional <strong>del</strong> πνεῦμα infuso. La verdadera vida es vida en conocimiento y virtud. La vida en el cuerpo es<br />

mala y es un estorbo para el alma, de modo que la verdadera vida se da aparte <strong>del</strong> cuerpo y culminará en la vida después de la<br />

muerte o la visión extática.<br />

[p 291] E. El concepto de vida en el NT.<br />

1. La vida natural. En el NT ζωή y ζῆν se refieren primeramente a la vida natural en cuanto distinta de la muerte natural. Esta vida<br />

es corruptible y limitada, pero implica movimiento y capacidad. Vivir significa a veces estar sano (Mr. 5:23; cf. Ro. 7:8). En sentido<br />

figurado las cosas que son eficaces se pueden llamar vida, p. ej. las palabras (Hch. 7:38), la esperanza (1 P. 1:3) y el sacrificio<br />

(Ro. 12:1). El poder forma parte de la esencia de la vida. La vida es un bien supremo (Mr. 8:36–37). Jesús pone en acción su poder<br />

para salvarla o restaurarla (Mr. 5:23; Mt. 9:18). Los pecadores la pierden (Hch. 22:22). El alimento la sustenta pero no la asegura,<br />

y ella se basa también en el πνεῦμα como poder <strong>del</strong> Dios que tiene la vida de modo intrínseco (Jn. 5:26), que vive eternamente<br />

(Ap. 4:9–10; cf. 1 Ti. 6:16), que es Señor de la vida y de la muerte, que juzga a los vivos y a los muertos (1 P. 4:5), y que da vida<br />

mediante su Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). La vida, pues, depende de Dios. Sin embargo, llega a su realización en la manera de<br />

vivirla, y por lo tanto se la puede calificar adverbialmente (cf. Lc. 15:13; Gá. 2:14; Tit. 2:12, etc.). βίος puede usarse para ζωή en<br />

este sentido (1 Ti. 2:2), pero ζωή no asume primeramente en βίος su contenido significativo (como en el pensamiento griego), ya<br />

que es responsable frente a Dios. Los creyentes no viven para sí mismos sino para Dios o para el Señor (Ro. 14:7–8). Vivir para<br />

uno mismo es vivir para el pecado y la muerte (Ro. 6:2). La vida se halla siempre bajo el interrogante de su origen y su meta.

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