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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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[K. L. Schmidt, I, 448]<br />

ἀπώλεια → ἀπόλλυμι<br />

ἀρά [maldición], καταράομαι [maldecir], κατάρα [maldición], ἐπικατάρατος [maldito], ἐπάρατος [maldito]<br />

67<br />

ἀρά. Originalmente «deseo», «petición», pero usado para «maldición» desde tiempos de Homero, y en el NT se halla sólo en Romanos<br />

3:14.<br />

καταράομαι. «Maldecir», así Lucas 6:28; Santiago 3:9 con acusativo de persona (principalmente dativo en el griego no bíblico).<br />

κατάρα (→ ἐξαγοράζω). Derivado de καταρᾶσθαι, «encantar», κατάρα significa «maldición».<br />

1. Maldición (y bendición). Las maldiciones, que se hallan en casi toda la historia religiosa, son palabras que se dicen cuyo propósito<br />

es causar daño mediante la acción sobrenatural. Las hacen sacerdotes, jefes, moribundos, etc. Con frecuencia involucran fórmulas<br />

y ritos especiales. A veces van conectadas a plegarias. Exigen que se crea en su cumplimiento. Desempeñan un papel en el derecho,<br />

p. ej. el maldecirse a sí mismo en caso que uno rompa un juramento. Jesús les prohibió a sus discípulos maldecir (Lc. 6:28), y<br />

les dio autoridad solamente para retener la remisión (Jn. 20:23). La maldición de Dios, p. ej. por medio de los profetas, revela su<br />

juicio en una forma tal que lo pone en marcha (cf. Gá. 3:10, 13), con énfasis en la ineluctabilidad de las consecuencias <strong>del</strong> pecado.<br />

[p 81] 2. Gálatas 3:13. Esta es la maldición de la ley, puesto que la ley la expresa (Dt. 27:26), pero en cuanto tal es la maldición de<br />

Dios. Es aplicable a todos, no sólo al judío o al cristiano judío. Ser pecador es hallarse bajo la ira de Dios y su condenación. La<br />

liberación viene porque Jesús se hizo maldición a causa de nosotros (ὑπέρ) en una acción vicaria que no se relativiza, pero que<br />

tampoco se objetiviza simplemente como si fuera una transacción legal separada de nosotros. La obra vicaria de Jesús establece<br />

eficazmente una nueva comunión entre Dios y nosotros, de modo que la redención es nuestra al hacerse Cristo maldición (v. 13),<br />

así como la reconciliación es nuestra al hacerse él pecado (2 Co. 5:17ss). Que él se hace maldición significa que entra en nuestra<br />

alienación a fin de sacarnos de ella. Porqué esto es necesario es cosa que Pablo no dice. Simplemente acepta la realidad. Pero también<br />

ve que la maldición de la ley da inicio al castigo <strong>del</strong> pecado, de modo que la nueva comunión en realidad es posible sólo porque<br />

Cristo sobrelleva vicariamente el castigo.<br />

ἐπικατάρατος, ἐπάρατος. ἐπικατάρατος figura en el NT sólo en Gálatas 3:13 y significa «maldito». ἐπάρατος en Juan 7:49<br />

(sobre la base de Dt. 27:26) expresa el desprecio de los escribas por la gente inculta; al no conocer la ley, están «malditos».<br />

[F. Büchsel, I, 448–451]<br />

ἀργός [ocioso], ἀργέω [estar ocioso], καταργέω [hacer ineficaz]<br />

ἀργός, ἀργέω. ἀργός significa a. «indolente», «inútil», «desocupado», y b. «incapaz de actuar». En el NT aparece en el sentido<br />

secular en Mateo 20:3 («desocupado»), Mateo 20:6 («inactivo») y Tito 1:12 («ocioso»). También tiene sentido religioso en 2 Pedro<br />

1:8, a saber, «ineficaz», e. d. sin obras que expresen la fe y por lo tanto «inservible» o «sin valor» (en paralelismo con<br />

ἄκαρπος, «sin fruto»). ἀργέω, que en la LXX se usa para «descansar», se emplea en negativo en 2 Pedro 2:3 para expresar la<br />

actividad latente <strong>del</strong> juicio, que «no está ocioso».<br />

καταργέω. En el NT esta palabra tiene los sentidos seculares «condenar a la inactividad, inutilizar» (Lc. 13:7), «destruir» (1 Co.<br />

13:11) y «sacar de la esfera de actividad» (Ro. 7:2).<br />

1. En sentido religioso, Pablo la usa para «hacer ineficaz, anular».<br />

a. Cuando el sujeto es Dios o Cristo, el efecto es benéfico. En 1 Corintios 1:28 se realiza un trastocamiento de valores: Dios «anula»<br />

o «convierte en nada» aquello que es. En Efesios 2:15 «destruye» la ley de los mandamientos; la obra de Cristo nos libera de los<br />

requisitos legalistas de la ley (si bien no invalida sus exigencias éticas; cf. Ro. 3:31). También Dios «despoja» a este mundo y a sus<br />

jefes «de su poder» (1 Co. 2:6), incluyendo a la muerte, y, como lo expresa Hebreos (2:16), al diablo. El cuerpo de pecado, e. d.<br />

nuestra forma en sujeción al pecado, queda entonces «negada», aunque nuestra nueva vida todavía no ha asumido su forma definitiva,<br />

y por eso incluye cosas que han de caducar, p. ej. la profecía y nuestro actual conocimiento (1 Co. 13:8). Porque al llegar lo<br />

perfecto, lo imperfecto «pierde su vigencia» (v. 10).<br />

b. Cuando el sujeto somos nosotros, el efecto es dañino, porque, si adoptamos un enfoque judaizante de la ley, podemos anular la fe<br />

y hacer ineficaz la promesa (Ro. 4:14), o al insistir en la circuncisión «quitamos» el escándalo de la cruz (Gá. 5:11).

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