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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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561<br />

Dios en el Edén instigaba la desobediencia de Adán y Eva, o de lo que la venida de Cristo instiga al pecado en rechazo suyo. Simplemente<br />

significa que la carne, o el pecado, o el diablo, usa los buenos dones de Dios como ocasiones engañosas para descarriar a<br />

la gente. Pero Dios en ningún modo es derrotado por eso, ya que en su insondable designio sus buenos dones sirven de este modo<br />

para desenmascarar el pecado al ofrecerle un nuevo ímpetu. Así, el concepto bastante formal de ἀφορμή asume un carácter más<br />

material en el NT, encontrando un puesto junto a términos tales como «transgresión» y «tentación», y junto a figuras retóricas tales<br />

como «redes» y «trampas».<br />

[G. Bertram, V, 467–474]<br />

ὄρος [montaña]<br />

τὸ ὄρος significa «monte, montaña» o «cordillera, cadena de montañas»; en plural «montañas» o «cordillera, cadena de montañas».<br />

A. La montaña en la antigüedad.<br />

1. Como objetos naturales impresionantes, las montañas siempre han sido honradas como divinidades o como morada de los dioses.<br />

Con sus picos se vinculan dioses de la luz y de la vida; los dioses de la oscuridad y de la muerte se vinculan con el interior de las<br />

montañas o con los bosques o desiertos montañosos. Un concepto mitológico común es el de la montaña primigenia.<br />

2. En el Cercano Oriente las montañas suelen ser figuras de poder. Para los babilonios las montañas son remotas e inaccesibles, y<br />

hay montañas orientales y occidentales sobre las cuales descansa el arco <strong>del</strong> [p 713] cielo (cf. las dos montañas puras y las dos<br />

oscuras de los mandeos). Se hacen diversas referencias a las montañas donde han nacido los dioses, al monte de la asamblea donde<br />

se reúnen, y al monte de los vientos cuya cumbre alcanza los cielos y cuya base está en el mar, etc.<br />

3. Los griegos alaban sus montañas boscosas como ornamento de su país. De ellas derivan una sensación de poder, y las asocian<br />

(especialmente el Olimpo) con los dioses. El Olimpo, que se eleva hasta el cielo, simboliza la perfección natural y ética.<br />

4. En Asia Menor, el culto de la gran madre está asociado con una montaña. La madre de la naturaleza se percibe en la tormenta y se<br />

experimenta en la danza extática en el bosque, por la noche. La montaña pertenece al lado más oscuro de la vida (cf. el lazo de<br />

Cibeles con las cavernas de las montañas).<br />

5. En Siria y Palestina, se rinden honores divinos a las montañas como tales, y la adoración cultual tiene lugar en ellas. Los montes<br />

son también moradas y sitios de asamblea de los dioses. También aquí se usan como símbolos de poder.<br />

B. La montaña en el AT y en el judaísmo.<br />

1. La LXX casi siempre usa ὄρος para traducir el hebreo רה, ַ que también puede referirse ya sea a un solo monte o a una cordillera.<br />

En 2 Samuel 1:6, 21 el MT y la LXX vacilan entre el singular y el plural al referirse al monte Gilboa.<br />

2. Hay muchas referencias a colinas en el AT. Posteriormente las colinas son deforestadas (anteriormente cf. Jos. 17:18). Es así<br />

como leemos principalmente de prados (Sal. 147:8). Los cerros sirven para poner faros (Is. 13:2). Desde lejos se puede ver en ellos<br />

a los mensajeros (Is. 52:7). Ofrecen amplios panoramas (Dt. 34:1ss). La voz se transmite de una colina a otra (2 S. 2:25–26). Pero<br />

dificultan los viajes (2 R. 19:23). Por su soledad (1 S. 23:14), son un lugar vergonzoso para morir (Salmos de Salomón 2:26) pero<br />

también son un refugio (Jue. 6:2).<br />

3. En la profecía y la poesía, las montañas manifiestan el poder de Dios. Dios las afirma (Sal. 65:6), las pesa (Is. 40:12), las aplasta<br />

(41:15), las vuelca (Job 9:5) y las allana (Is. 40:4). Tiemblan ante él (Jue. 5:5), son consumidas por él (Dt. 32:22), y se derriten<br />

ante él (Miq. 1:4). El monte puede simbolizar también el poder político (Jer. 51:25; Dn. 2:44). En Enoc Etíope 18:13, etc. los ángeles<br />

caídos son montes ardientes, y en 52:2, 6–7 los montes de hierro y de oro representan el poder <strong>del</strong> hierro y <strong>del</strong> oro. En los escritos<br />

rabínicos el impulso malo se presenta como una gran montaña que el justo debe vencer, y la montaña se usa como título de<br />

honor para personas eminentes. Las sentencias autoritativas también se comparan con montañas.<br />

4. En las visiones de los últimos tiempos se esperan cambios topográficos. Las montañas destilarán vino (Am. 9:12). Serán allanadas<br />

para el regreso de los cautivos (Is. 40:4). Al final, el Monte de los Olivos desaparecerá (Zac. 14:4), y el Monte Sión será más elevado<br />

que todas las otras colinas (Miq. 4:1).<br />

5. El AT asocia las montañas con la proximidad de Dios. Isaac debe ser sacrificado sobre un monte (Gn. 22:2). Moisés ora sobre un<br />

cerro (Éx. 17:9–10). Desde dos montañas se pronuncian bendiciones y maldiciones (Dt. 11:29). Elías ora sobre el Carmelo (1 R.<br />

18:42). La circuncisión se realiza en una colina (Jos. 5:3), el arca se coloca sobre una colina (1 S. 7:1), y Samuel sacrifica en un

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