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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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lugar alto (9:12ss). David captura Jerusalén, y Salomón construye un templo en una altura sobresaliente. Sión se convierte entonces<br />

en el signo de la presencia de Dios, y en el único lugar legítimo para ofrecer sacrificios. Pero Dios no es específicamente un<br />

Dios de las montañas (1 R. 10:23, 28–29), y el Sinaí y el Sión no son lugares santos en cuanto a tales. Sión es la colina que Dios ha<br />

escogido. Las profecías se pronuncian desde las montañas (Balaam en Nm. 23:7, y cf. 1 S. 10:5), pero los grandes profetas que<br />

escriben no tienen relación particular con las montañas.<br />

6. Hay en el AT poca mitología referente a las montañas. Tal vez se puedan hallar alusiones poéticas o ecos en Génesis 49:26; Salmo<br />

68:15; 48:2; Zacarías 6:1. Isaías 14:12ss y Ezequiel 28:11ss hacen uso [p 714] irónico <strong>del</strong> mito de un monte de los dioses en cantos<br />

que se burlan de la caída de gobernantes paganos. Los pseudoepígrafos recogen con más fuerza los temas míticos, p. ej. al equiparar<br />

el paraíso con el monte de Dios (Enoc Etíope 24–25). La razón por la cual la imaginería mitológica es menos importante en el<br />

AT no es que contraponga una descripción espiritual a una sensorial, sino que su interés es el Dios que actúa en la historia.<br />

C. La montaña en el NT.<br />

1. También en el NT el ὄρος puede ser una sola montaña (Jn. 4:20–21) o la cordillera (Mr. 5:11). El plural denota una cordillera en<br />

Mateo 18:12; Marcos 13:14, etc.<br />

2. Muchos dichos reflejan la geografía palestinense, p. ej. la ciudad sobre un monte (Mt. 5:14), las ovejas que se dejan en las colinas<br />

(18:12), la fe que mueve montañas (Mr. 11:23), el grito a las montañas para que sirvan de protección (Lc. 23:30), y la advertencia<br />

de huir a las montañas (Mr. 13:14). Los montes que se mencionan son el Gerizim (Jn. 4:20–21) y el de los Olivos (Lc. 19:37), y cf.<br />

la colina sobre la cual estaba construida Nazaret (Lc. 4:29).<br />

3. Jesús sube con frecuencia a las montañas (Mt. 5:1; Mr. 3:13; Mt. 15:29, etc.). Ora en las montañas, tal vez por la soledad (Mr.<br />

6:46; 1:35). Enseña desde una montaña en Mateo 5:1ss, posiblemente porque desde allí se transmite bien la voz, posiblemente para<br />

hacer que la multitud decida si lo va a seguir, posiblemente para aprovechar el efecto de retirarse <strong>del</strong> entorno diario, posiblemente<br />

para ofrecer un paralelo con la promulgación de la ley en el Sinaí.<br />

4. Tradicionalmente se ha dicho que la transfiguración tuvo lugar en el Monte Tabor. El nombre no interesa para los autores <strong>del</strong> NT,<br />

y no es tan probable que Jesús fuera al Tabor desde Cesarea de Filipo. La mención de un monte alto tal vez sugiera que Jesús usa<br />

el significado evocador de la montaña para sintonizar a sus discípulos con el mundo de Dios. El monte de la tentación (Mt. 4:8) no<br />

se puede identificar con precisión. El examinar todos los reinos <strong>del</strong> mundo se representa como mirar desde una montaña alta; Lucas<br />

dice sencillamente que «el diablo lo llevó». Hay un paralelo en Apocalipsis 21:10 (cf. Ez. 40:2), donde el mirar desde una<br />

montaña alta simboliza el examinar los acontecimientos escatológicos en el Espíritu.<br />

5. El NT contiene algunos dichos escatológicos importantes acerca de las montañas. Lucas 3:4–5 da un alcance más amplio a Isaías<br />

40:3ss. La imagen de Apocalipsis 8:8 es la <strong>del</strong> poder destructivo. La sacudida de los montes en Apocalipsis 6:14 anuncia la conmoción<br />

de cielo y tierra. En 16:20 los montes y las islas desaparecen, y luego el cielo y la tierra perecen en el clímax de 20:11. Las<br />

islas son sitios de seguridad para los gentiles, y las montañas son símbolos de poder. El punto, entonces, es la sacudida y luego la<br />

destrucción <strong>del</strong> poder y la seguridad de los paganos. En el Apocalipsis no hay montañas nuevas que reemplacen a las antiguas, así<br />

como no hay un nuevo templo ni altar en el mundo nuevo donde Dios habita entre nosotros (Ap. 21:3). El Apocalipsis también usa<br />

ὄρος para las siete colinas sobre las cuales está sentada la mujer. Probablemente no se trate de las siete colinas de Roma en sentido<br />

específico, ya que Babilonia representa el poder y la cultura secular en un modo más general, y el número siete denota esta totalidad.<br />

El mundo (cf. 1 Jn. 2:16) está entronizado sobre todos los poderes mundanos, las colinas, y el anticristo, la bestia, tiene la<br />

naturaleza de esos poderes (17:11).<br />

[W. Foerster, V, 475–487]<br />

→ Σινᾶ, Σιών<br />

ὀρφανός [huérfano]<br />

1. Esta palabra significa «enlutado, privado de un ser querido», «sin padres o sin hijos», «huérfano». En la LXX se asocia habitualmente<br />

con «viuda» (Is. 1:17). De vez en cuando tiene el sentido figurado de «abandonado», «desamparado».<br />

[p 715] 2. El término figura dos veces en el NT. Santiago 1:27, haciendo eco <strong>del</strong> AT, invita a la protección de viudas y huérfanos (cf.<br />

Éx. 22:21). Esto concuerda con la enseñanza y la práctica legal <strong>del</strong> judaísmo, y encontramos exhortaciones similares en Bernabé<br />

20.2; Hermas, Mandatos 8.10, etc. El segundo caso <strong>del</strong> NT se halla en Juan 14:18, donde el uso es figurado. Jesús no dejará «huérfanos»<br />

a sus discípulos, e. d. no los dejará «abandonados» o «desprotegidos».<br />

[H. Seesemann, V, 487–488]

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