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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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acto de revelación. El conocimiento humano por su propia cuenta resulta aquí un estorbo (Mt. 11:25). Pero incluso para los sencillos,<br />

la revelación es equívoca (cf. Mr. 4:11ss). Las parábolas pueden esconder al tiempo que revelan. Si se hace uso de ciertas<br />

presuposiciones generales tales como el gobierno de Dios en la naturaleza y un sentido <strong>del</strong> bien; si se puede resumir la ley (Mr.<br />

12:28ss) y los dichos de sabiduría tienen un lugar (Lc. 14:7s), entonces un fundamento cósmico <strong>del</strong> ser no desplaza al Dios viviente,<br />

ni la moral natural desplaza la voluntad santa de Dios, tal como éstos se pueden conocer en la Escritura. El objetivo de Jesús es<br />

el honrar y cumplir la revelación <strong>del</strong> Dios de la alianza (cf. Mr. 7:8ss; Mt. 5:17). Esta revelación es para toda la gente (Mt. 8:11),<br />

pero sólo en el sentido de que Dios se ofrece a sí mismo a todos los pecadores y con miras a su respuesta en una fe y confesión<br />

obedientes.<br />

2. La comprensión de la revelación en la comunidad primitiva. Aquí encontramos una orientación todavía más fuerte hacia el futuro.<br />

El Mesías que ha venido vendrá otra vez. Escondido en el cielo, un día se manifestará (Hch. 3:21). Las palabras y obras terrenales<br />

dan cumplimiento a las promesas <strong>del</strong> AT, pero la meta se alcanzará sólo con esta manifestación gloriosa (10:36ss). El envío <strong>del</strong><br />

Espíritu es el nexo actual entre el pasado y el futuro. Si bien los helenistas tienen una actitud más libre con respecto al culto (cf.<br />

Esteban), no tenemos documentación alguna de un helenismo, sea judío o gentil, que pudiera haber reemplazado la revelación<br />

histórica con una tendencia mística al éxtasis, como se halla en el gnosticismo posterior.<br />

3. La revelación en las epístolas <strong>del</strong> NT.<br />

a. En las epístolas la revelación es primordialmente la venida histórica de Dios que se cumple en Jesús y que se consumará en el<br />

último día. El AT es la letra sagrada de la revelación, que no se llama en sí revelación, sino que se pone al servicio de su cumplimiento<br />

en el NT (Ro. 4:23–24). El verdadero punto focal es la escatología, e. d. la manifestación de Cristo (1 Co. 1:7), <strong>del</strong> juicio<br />

de Dios (Ro. 2:5) o su ira (1:18), <strong>del</strong> anticristo (2 Ts. 2:3), pero también de la justicia de Dios (Ro. 1:16), de sus hijos (Ro. 8:19),<br />

de la gloria de éstos (8:18) y de su salvación (1 P. 1:5). El destino de los creyentes por medio de la gracia de Dios es un misterio<br />

que se devela por medio de la autorrevelación de Cristo, y que es conocido para los mensajeros de Cristo (Ef. 3:3ss; Ro. 16:25–26;<br />

Gá. 1:12, 16). Por soberana decisión divina, la fe se revela como el medio de salvación (Gá. 3:23). La proclamación y la recepción<br />

son la revelación así como el mensaje (cf. 1 Ts. 2:13). No podemos enseñar ni aprender lo decisivo; es el Espíritu quien lo revela<br />

(1 Co. 2:10–11), no místicamente, sino en orientación hacia el autoofrecimiento histórico de Dios por nosotros en Cristo. Pablo no<br />

usa ἀποκάλυψις para referirse a la vida terrena de Jesús. Ésta tiene el carácter de ocultamiento. Pero la revelación de Dios se da<br />

ahora por vía de ese ocultamiento (1 Co. 1:18ss). Aunque sea en ocultamiento, la vida terrena es revelación escatológica. La preexistencia<br />

de Cristo, aunque no se enfatiza, hace evidente esto (cf. Fil. 2:6ss; Gá. 4:4; 2 Co. 8:9). Cristo está presente incluso con<br />

Israel en el desierto (1 Co. 10:4). Fue su Espíritu el que inspiró a los profetas (1 P. 1:11–12). Toda la historia de la salvación se<br />

coloca entonces en la luz matutina de la revelación que alcanzará su clímax con la parusía. Desde luego, también puede haber<br />

revelaciones directas (cf. Hch. 16:9–10; 2 Co. 12:1, 7; Gá. 2:2). Pero este uso más general queda integrado al uso más estricto, ya<br />

que estas revelaciones especiales de Cristo son para confirmación, dirección o edificación. Deben pasar la prueba <strong>del</strong> amor cristiano<br />

y el servicio.<br />

b. En Pablo la cuestión de la revelación natural es difícil. Él afirma claramente que Dios se da a conocer en la creación, que los<br />

gentiles conocen a Dios, y que ellos hacen por naturaleza lo que está escrito en la ley (Ro. 1–2; cf. Hch. 14:15ss; 17:22ss). Pero<br />

también argumenta que esto los hace inexcusables a causa de su pecado e idolatría (Ro. 1:20, 32; 2:12ss). Esto explica porqué<br />

puede decir que [p 406] los gentiles no conocen a Dios (Gá. 4:8), que el mundo no conoce a Dios mediante la sabiduría (1 Co.<br />

1:21), y que el conocimiento <strong>del</strong> decreto de Dios no implica su observancia (Ro. 1:32). Dios se propone claramente que toda la<br />

gente lo conozca, pero ellos frustran su propósito mediante su resistencia, y así se hacen culpables de una desobediencia y una<br />

ignorancia que son inexcusables. El uso que Pablo hace aquí de esos términos no es sistemático, sino misionero y polémico. Su<br />

valoración teológica radica en 1 Corintios 2:14. El pensamiento natural de los pecadores no puede captar las cosas <strong>del</strong> Espíritu.<br />

Sólo cuando pasa bajo el juicio de la cruz logra llegar al verdadero conocimiento. Incluso en Romanos 1 Pablo habla desde dentro<br />

<strong>del</strong> conocimiento de la revelación, y nunca usa estos términos cuando habla acerca de lo que los gentiles conocen o pueden conocer<br />

acerca de Dios. La única revelación es la <strong>del</strong> juicio de Dios y la concomitante justicia de Dios, que significa salvación para los<br />

creyentes.<br />

4. La revelación en la literatura juanina.<br />

a. El evangelio y las epístolas. La teología juanina no usa los términos que nos ocupan, pero es una teología suprema de la revelación.<br />

Al reclamar para Cristo el término λόγος, vincula la creación entera con la revelación en Cristo, y así hace una afirmación<br />

exclusiva para Cristo. Si el Logos es cósmico (Jn. 1:3), es también personal y, en Jesús, es histórico (1:14). Todos los puntos de<br />

interés, sean mesiánicos o místicos (la luz, la vida, el gozo, la unión espiritual con Dios) confluyen en el Logos encarnado. Pero<br />

esto no es por sincretismo ni por revelación natural, sino gracias a la revelación única, absoluta e histórica. La nota suprema es el<br />

amor. La escatología no se excluye, pero la esperanza descansa ahora en la posesión. La historia precristiana de la salvación va<br />

ligada al Preexistente (cf. 8:58). La obra terrena de Jesús se ve ante todo desde el ángulo de la manifestación (1:14; 1 Jn. 1:1ss). Al

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