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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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a. Como el AT, el NT concibe el oír en función <strong>del</strong> oído físico. En Marcos 7:33; Lucas 22:50–51 Jesús cura oídos verdaderos.<br />

571<br />

b. Es al oído adonde Jesús dirige su mensaje. Procura impactar los oídos verdaderos de sus oyentes, en su tiempo y situación<br />

específica. Su mensaje es «hoy» un acontecimiento escatológico (Lc. 4:21). A los oyentes se les hace la advertencia de que deben<br />

tener oídos para oír (Mt. 11:15; 13:43; Mr. 4:9). El punto no es simplemente el oír bien, sino el oír correctamente.<br />

c. En Marcos 7:31ss se da una señal mesiánica (Is. 35:5–6) con la apertura de los oídos <strong>del</strong> sordo. En este caso Jesús no esquiva el<br />

uso de la medicina popular para mostrar en cuáles miembros se puede esperar el milagro.<br />

d. Los oídos de los discípulos son bienaventurados porque oyen la proclamación de la edad de la salvación (Mt. 13:16). Jesús mismo<br />

es el misterio de esta edad, y lo que ellos oyen de él deben anunciarlo desde las azoteas (Mt. 10:27). Deben primero ser oyentes<br />

antes de ser predicadores. La advertencia en Lucas 9:44 apunta al misterio <strong>del</strong> camino mesiánico <strong>del</strong> sufrimiento, que sólo los<br />

oídos creyentes entenderán posteriormente. En Lucas 1:44 el Espíritu Santo tiene que abrirle los oídos a Isabel para que entienda el<br />

verdadero sentido <strong>del</strong> saludo de María; ambas mujeres se hallan aquí en la esfera <strong>del</strong> acontecimiento mesiánico y de la acción <strong>del</strong><br />

Espíritu.<br />

e. El verdadero misterio <strong>del</strong> gobierno divino de Jesús está escondido en parábolas que algunas personas sólo oyen con el oído natural<br />

(Mr. 4:1ss). La fe y el entendimiento están relacionados con el verdadero oír (cf. Mr. 4:20; Mt. 13:23; Lc. 8:15). En Lucas 4:21 el<br />

punto es que el cumplimiento se da en la persona de aquel que los pone en sus oídos, de modo que debe penetrar sus corazones<br />

como una palabra viva. Pero el oír puede provocar endurecimiento en lugar de fe (cf. la versión libre de Is. 6:9–10 en Mt. 13:11ss;<br />

Lc. 8:10). Si bien Juan (12:40) remite esta profecía a toda la enseñanza de Jesús, los autores de los Sinópticos la remiten específicamente<br />

a las parábolas. Lo que distingue a los que oyen con fe y entendimiento de los que oyen sólo con los oídos naturales es<br />

una conciencia <strong>del</strong> amanecer <strong>del</strong> señorío divino, en cuanto se pone frente a ellos, de modo visible y audible, en la persona de quien<br />

lo proclama. El ἵνα tiene la fuerza de un «con el fin de que» muy serio, pero el μήποτε («no sea que acaso») deja abierta una posibilidad<br />

de gracia y conversión. Sólo Dios puede abrir los oídos, pero el desafío de oír mantiene toda su seriedad si el oído ha de<br />

captar este mensaje que es el más asombroso de todos. Los discípulos que sí oyen son como el resto de Isaías, y sus oídos son por<br />

lo tanto bienaventurados (Mt. 13:16). Pero ni siquiera sus oídos tienen certeza <strong>del</strong> verdadero oír (Mr. 8:18). No pueden dar por<br />

sentado su entendimiento, sino que deben esforzarse por oír responsablemente.<br />

f. En los Hechos, la incircuncisión de los oídos está relacionada con la resistencia a la acción <strong>del</strong> Espíritu Santo (7:51). El taparse los<br />

oídos para no oír la blasfemia es en realidad un cerrar los oídos al Espíritu (v. 57). En Hechos 28:25ss Pablo aplica el dicho de<br />

Isaías 6:9–10 no solamente al propio ministerio de Jesús sino al ministerio apostólico. En contraste con los judíos incrédulos, los<br />

gentiles a quienes él ha sido enviado sí van a oír.<br />

2. Las Epístolas de Pablo. En Romanos 11:8, que cita Deuteronomio 29:3 con el apoyo de Isaías 29:10, Pablo hace eco de Isaías<br />

6:9–10. Tratando de entender porqué Israel no cree, encuentra una acción divina de desconcierto cuyo resultado son ojos que no<br />

ven y oídos que no oyen. En 1 Corintios 2:9 (que hace eco de Is. 64:3; 65:17; Jer. 3:16) el ojo, el oído y el corazón deben ser primero<br />

liberados [p 726] por el Espíritu para poder ver las cosas buenas que Dios ha preparado para los que le aman (cf. v. 10). El<br />

oído es una de las partes <strong>del</strong> cuerpo que se enumeran en 1 Corintios 12:16.<br />

3. Las Epístolas católicas. En estas epístolas tenemos referencias a los oídos de Dios en citas <strong>del</strong> AT (Stg. 5:4 que cita Is. 5:9, y 1 P.<br />

3:12 que cita Sal. 34:15). 1 Pedro 3:12 conecta la seguridad de ser oído con el llamado (v. 9) y con la obediencia (v. 8).<br />

4. El Apocalipsis. En cada una de las siete cartas, el Apocalipsis emite el desafío de Jesús a escuchar lo que dice el Espíritu (2:7, 11,<br />

17, 29; 3:6, 13, 22). Por el Espíritu, el Señor resucitado tiene un mensaje para los que leen y escuchan la profecía (1:3). En 13:9 la<br />

forma abreviada de la advertencia común añade urgencia a la amenaza y al llamado a la vigilancia.<br />

ὠτίον. Este diminutivo significa «lóbulo» u «oreja pequeña». En el NT figura solamente en Mateo 26:51 (la escena <strong>del</strong> arresto de<br />

Jesús, en que a uno le cortan la oreja). Lucas 22:50 usa οὖς y añade que se trata de la oreja derecha. El amor sanador de Jesús<br />

contrasta aquí con la violencia de un discípulo que no ha captado el peso <strong>del</strong> momento (Lc. 22:51).<br />

ὠτάριον. Este es otro diminutivo. En el NT figura en Marcos 14:47 y Juan 18:10, en el relato <strong>del</strong> corte de la oreja (derecha) durante<br />

el arresto.<br />

ἐνωτίζομαι. Esta palabra, que significa «oír», «escuchar», figura en el NT sólo en Hechos 2:14, donde Pedro pide a sus oyentes<br />

que escuchen con atención lo que les va a decir.<br />

[F. Hauck, V, 543–559]

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