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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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a. La comunidad de discípulos. Los grupos sólidos asociados con grandes maestros continúan cuando los maestros mueren, teniendo<br />

como punto de unidad los intereses de sus maestros, y con la responsabilidad adicional de presentar estos intereses como el motivo<br />

impulsor. Las escuelas más antiguas son gremios religiosos. A veces los maestros originales designan a sus propios sucesores, pero<br />

también las escuelas pueden designar futuros líderes, puesto que el énfasis se pone en las escuelas como tales y no en sus directores.<br />

b. El principio de tradición. La lealtad a la enseñanza <strong>del</strong> maestro halla su expresión en el principio de tradición, e. d. el deseo de<br />

cumplir sus intenciones y de preservar sus dichos. Este principio funciona de manera dinámica y no estática. Si la escuela vive por<br />

su tradición, la escuela misma es el terreno en el cual la tradición se renueva. La orientación más fuerte hacia el maestro se halla<br />

entre los epicúreos, quienes transmiten muy cuidadosamente los dichos supuestamente formulados por Epicuro. Las cosas son<br />

parecidas en el estoicismo, en el cual Crisipo presenta su propia enseñanza como una elaboración de la de Zenón, de modo que a<br />

los estoicos a menudo se los llama simplemente la escuela de Zenón. La palabra παράδοσις como tal se usa rara vez en conexión<br />

con las escuelas filosóficas, pero el principio de tradición es generalmente aceptado en la práctica.<br />

B. El AT y el judaísmo.<br />

1. μαθητής en el AT (LXX).<br />

a. La LXX. μαθητής no figura en la tradición establecida de la LXX.<br />

b. El AT. El equivalente hebreo דימִ לְ תּ ַ figura solamente en 1 Crónicas 25:8 (LXX μανθάνοντες).<br />

2. El problema material en el AT.<br />

a. Razón de la ausencia de los términos. Como se vio anteriormente, el AT relaciona el grupo דמל con la voluntad revelada de Dios;<br />

para la instrucción humana se usan otros términos (gr. παιδεία). Una vez más, Dios ha escogido al pueblo entero para que aprenda<br />

su voluntad y le sirva. Los individuos son escogidos sólo con el fin de que realicen tareas especiales en favor <strong>del</strong> todo. Por eso es<br />

inapropiado usar una palabra <strong>del</strong> grupo דמל (o μαθητής) para diferenciar a un grupo especial <strong>del</strong> pueblo entero.<br />

b. Ausencia de la relación. (a) En el AT las relaciones individuales, p. ej. entre Moisés y Josué, difieren de las relaciones que se<br />

hallan en el mundo griego y helenístico. Es así como Josué es el servidor de Moisés, llega a ser sucesor suyo solamente por proclamación<br />

divina (Nm. 27:15ss), y por lo tanto [p 547] goza de plena autoridad por derecho propio (Jos. 1:2ss). (b) Los profetas<br />

<strong>del</strong> AT no tienen discípulos. Los videntes se organizan en gremios, pero el foco de su unidad es la dotación carismática más que la<br />

devoción a un líder. Eliseo es más un asistente de Elías que un discípulo (cf. Giezi y Eliseo). Cuando Elías echa sobre él su manto,<br />

esto es más una apropiación para el servicio que una designación a la sucesión. Como Josué, Eliseo recibe su designación directamente<br />

de Dios, y por eso tiene una autoridad propia, no la heredada de Elías (2 R. 2:9ss; 3:11). También Baruc funge como asistente<br />

de Jeremías, especialmente como escribano e intérprete (Jer. 36:4ss). Trabaja muy de cerca con él (cf. 43:3), pero en ningún<br />

sentido es su sucesor. En efecto, desaparece de la escena junto con Jeremías. (c) Los escribas. La presencia de escribas en el AT (1<br />

Cr. 2:55) posiblemente da cierto impulso a la formación de escuelas, pero lo más que podemos decir con seguridad es que hay<br />

gremios de escribas.<br />

c. Ausencia <strong>del</strong> principio de tradición. El AT no da evidencia alguna de un principio de tradición similar al que se halla en el mundo<br />

griego. El AT es conscientemente mosaico. Todos los que vienen después se sostienen sobre los hombros de Moisés. La vida <strong>del</strong><br />

pueblo está arraigada en su obra. Pero a Moisés nunca se lo venera como un libertador ni como fundador de una religión. De<br />

hecho, rara vez se lo menciona en los profetas. La tradición en la forma de orientación hacia una persona es ajena al AT. No es de<br />

extrañar, entonces, que no haya ninguna tradición religiosa o moral vinculada con profetas individuales. Incluso Isaías 8:16 parece<br />

referirse, no a un grupo de discípulos, sino a una nueva comunidad congregada en torno a un profeta.<br />

3. Razón de estas ausencias. La religión de Israel es una religión de revelación. Los voceros humanos son los agentes mediante los<br />

cuales Dios se proclama a sí mismo y proclama su voluntad. No hablan por sí mismos ni promueven sus propias causas. Son administradores,<br />

que transmiten la palabra de Dios al pueblo de Dios. El compromiso que buscan es un compromiso con Dios. No queda<br />

lugar alguno para la autoridad de un gran personaje ni para la relación resultante maestro/discípulo. Lo que cuenta es el hablar<br />

continuo y dinámico de Dios, ya sea por medio de Moisés o por medio de aquellos que le siguen. Moisés mismo es presentado<br />

como ministro de Dios (Éx. 4:10ss) cuyo afán es la declaración de la voluntad de Dios (Éx. 5) y cuya legislación proviene de Dios<br />

a partir <strong>del</strong> propio acto de liberación de Dios (Éx. 19:20ss). Cuando los profetas procuran recuperar al pueblo, no apelan a Moisés<br />

mismo sino a los días de Moisés. Es Dios, no Moisés, el Maestro en cuyo nombre hablan, de modo que no pueden tener deseo<br />

alguno de posar como maestros para los demás.

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