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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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b. Un segundo significado resultante es «ira» como la manifestación más impactante de la pasión impulsiva. A diferencia de θυμός,<br />

término complementario, ὀργή se orienta especialmente a la venganza o el castigo. Por eso se aplica a los gobernantes que deben<br />

vengar la injusticia.<br />

c. Se desarrolla entonces el sentido de «castigo». Aparte de esta forma legítima, sin embargo, se reconoce que ὀργή es un mal, o la<br />

fuente de otros males. Algunos filósofos la consideran natural y necesaria, aunque sólo con moderación, pero el estoicismo la<br />

enumera como una pasión primaria que hay que erradicar por completo.<br />

II. La ira de los dioses en el mundo griego. Las deidades coléricas y vengativas tienen un puesto bien firme en la religión griega. Las<br />

Furias piden retribución cuando se rompen los lazos de la naturaleza (p. ej. la sangre y la familia). La ira puede darse entre los<br />

dioses cuando hay exigencias conflictivas, pero también se dirige contra los humanos cuando son arrogantes, o cuando descuidan<br />

deberes tales como el sacrificio, la hospitalidad y la honra a los muertos. Esta ira, a la cual lo mejor es someterse, no es simple<br />

furia ciega sino que se basa en un derecho. En un sentido extraño, confiere una dignidad negativa a sus víctimas al señalarlas o<br />

confinarlas dentro de límites específicos. Al principio, palabras como χόλος, κότος y μῆνις se usan para esta ira divina, pero la<br />

tragedia comienza a usar ὀργή, haciendo una distinción entre la ira divina y la humana. La filosofía tiene cierta dificultad con el<br />

concepto de la ira divina, en vista de su enseñanza de que la deidad no debe tener pasión. Pero Platón [p 699] se refiere a los sufrimientos<br />

que recaen sobre diversas razas a causa de la ira divina, y los filósofos posteriores, si bien son críticos respecto a las<br />

concepciones mitológicas, aceptan la idea de los castigos divinos. En la creencia popular la ira divina tiene una conexión cultual,<br />

cuando se hacen intentos por aplacarla, y fenómenos tales como la tempestad o la peste, así como la deformidad o la enfermedad,<br />

se aceptan como evidencias claras de la ira de los dioses o de los demonios.<br />

III. La ira de los dioses en el mundo romano. Los romanos tienen en gran medida las mismas opiniones que los griegos en cuanto a<br />

la ira de los dioses, y sus filósofos expresan las mismas reservas. En particular los prodigios manifiestan la ira divina, y ella desemboca<br />

en hambrunas, enfermedades y plagas. El descuido cultual es la causa común de ese enojo, y se inventan ritos expiatorios<br />

para alejar el desastre. Se pueden hacer plegarias para dirigir la ira divina contra los enemigos, y los que hacen juramentos invocan<br />

sobre sí la ira divina en caso de perjurio. La ira recae especialmente sobre los impíos, y esta es una razón por la cual, de un modo<br />

supersticioso, los romanos están prestos a reconocer los cultos más variados. Los males políticos tales como la guerra civil y la<br />

insurrección se consideran también como manifestaciones de la ira divina, y las ciudades conquistadas o los enemigos derrotados<br />

se consideran víctimas suyas. Si los sacrificios y otros ritos resultan ineficaces para alejar la ira divina, un sacrificio voluntario <strong>del</strong><br />

yo es la modalidad suprema de expiación. La ira divina desempeña un papel muy significativo en la historia y la literatura romanas.<br />

Para Tácito, la suerte de Roma está vinculada con ella, y en la Eneida la ira divina es una fuerza dominadora que conduce a<br />

Eneas a Roma. La ira y el destino son dos caras de la misma moneda. La ira de los dioses, así como su aplacamiento, dan expresión<br />

a la oposición y las reversiones, y su superación, que señalan el cumplimiento <strong>del</strong> destino histórico. Esta referencia histórica<br />

es el factor distintivo en el punto de vista romano.<br />

[H. Kleinknecht, V, 382–392]<br />

B. La ira divina y humana en el AT.<br />

I. Términos hebreos. El hebreo es rico en términos para el enojo. a. El más común es ףא, ַ que tiene el sentido básico de bufar; se usa<br />

principalmente para el enojo divino (170 veces), pero también para el humano (40 veces). b. Otra palabra es ה ָמ ח, ֵ que lleva el<br />

sentido de «furor» o «pasión», y se usa a menudo para la furia divina (90 veces) o humana (25). c. Sólo para la ira de Dios se usa<br />

ןוֹרח ָ en la expresión ףא ַ ןוֹרח. ָ d. Otra palabra es הרָ ְב ֶע, y entre otros términos tenemos ס ַע ָכּ, ם ַע ָז y ף ַע ָז; todos estos expresan facetas<br />

de la ira tales como la furia, la indignación, el regaño, etc. (Para los pormenores cf. el TDNT en inglés, V, 392ss).<br />

[O. Grether y J. Fichtner, V, 392–394]<br />

II. La ira humana.<br />

1. Contra otras personas. Si bien estos términos pueden denotar la ira divina y la humana, hay diferencias materiales importantes<br />

entre los dos casos. Los objetos de la ira humana son generalmente individuos, grupos, naciones o sus gobernantes. La ira de otras<br />

naciones es una amenaza para Israel (Am. 1:11), pero es insignificante en vista de la protección de Dios (Is. 7:4). La ira humana se<br />

dirige principalmente contra otras personas, y está justificada cuando no es sólo un asunto de interés egoísta (cf. 2 S. 12:5; Neh.<br />

5:6). Esto vale especialmente cuando se defiende la causa de Dios (cf. Moisés en Éx. 16:20; Lv. 10:16, Elías en 2 R. 13:19, Elihú<br />

en Job 32:2, y Jeremías en Jer. 6:11). Pero el enojo humano también puede ser egoísta (p. ej. Caín en Gn. 4:5, Esaú en 27:44–45,<br />

Balac en Nm. 24:10, Saúl en 1 S. 20:30, Potifar en Gn. 39:19).

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