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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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(a) Términos. φιλοξενία es el término para hospitalidad; el φιλόξενος es el anfitrión; y el lugar de alojamiento es la ξενία (Flm.<br />

22).<br />

(b) La historia de Jesús y su mensaje. La hospitalidad es importante en los Evangelios. Jesús depende de ella (Mr. 1:29ss; 2:15ss,<br />

etc.). La considera importante en las parábolas (Lc. 10:34–35; 11:5ss, etc.). La hospitalidad de Dios es parte esencial de su mensaje<br />

(cf. la generosidad divina en Lc. 14:16ss; 12:37; 13:29, etc.).<br />

(c) Exhortación. La ἀγάπη implica la φιλοξενία. Esta última es expresión de ἀγάπη en Romanos 12:9ss. Se conecta con la<br />

φιλαδελφία en Hebreos 13:1–2. Debe ser practicada por todos (Mt. 25:35ss), pero especialmente por los obispos, etc. (1 Ti. 3:2).<br />

También debe ser practicada para con todos (Ro. 12:13–14), aunque de hecho se practicará sobre todo para con los hermanos en la<br />

fe (Gá. 6:10; 1 P. 4:9).<br />

(d) Motivaciones. Si bien la motivación última es la ἀγάπη, existe también una motivación carismática –la hospitalidad es un<br />

carisma–; una motivación escatológica –los cristianos son extranjeros y peregrinos que pasan por aflicciones–; una motivación<br />

metafísica –la esperanza de hospedar ángeles sin saberlo (Heb. 13:2)–; y sobre todo una motivación misionera –ayudar a los evangelistas<br />

itinerantes (cf. Mt. 10:11ss; Hch. 10:6, 18, 32; Flm. 22; 3 Jn. 8)–, lo cual, en el caso de auténticos mensajeros, desempeña<br />

una parte importante en la difusión <strong>del</strong> evangelio y puede conducir al bautismo de familias enteras (cf. Hch. 16:15, 33; Ro. 16:4–<br />

5).<br />

b. La iglesia antigua. La hospitalidad se convierte en un rasgo prominente en la iglesia antigua (cf. 1 Clem. 1.2), aunque Orígenes se<br />

queja de la brecha entre la predicación y la práctica (Homilía 5.1 sobre el Génesis). Hermas, Mandatos 8.10, incluye la hospitalidad<br />

en la lista de las virtudes cristianas. Con el incremento misionero se hace necesaria cierta organización, y en el siglo IV Antioquía<br />

atiende diariamente a 3.000 viudas, enfermos y forasteros. De los obispos y las viudas se espera de un modo especial que sean<br />

hospitalarios, tanto en privado como oficialmente. Posteriormente las iglesias y santuarios más grandes establecen alojamientos, y<br />

en aquellos casos en que la atención se centra en los enfermos, tales centros se convierten en hospitales.<br />

4. Cristo, el Anfitrión. Si bien Cristo viene a la tierra como huésped, también se lo describe como el Anfitrión celestial. En el AT con<br />

frecuencia se presenta a Dios como el Anfitrión (cf. Sal. 15:1; 23:5), y como en el juicio, así también en el banquete escatológico<br />

con él relacionado, Jesús es el Anfitrión que está al lado de Dios o en lugar suyo (cf. Mt. 22:2ss). En ese festín, que es para los<br />

pecadores, Cristo ofrece una pródiga hospitalidad (Mt. 6:31ss), atiende él mismo a sus huéspedes (Lc. 12:37), les lava los pies (Jn.<br />

13:1ss), y corona su servicio ofreciéndose él mismo como su alimento eterno (Mr. 14:22ss).<br />

D. El extranjero como concepto religioso.<br />

1. El punto de vista griego y el bíblico.<br />

a. El punto de vista griego. La condición de extranjero tiene un aspecto religioso en el pensamiento griego. Pero el enfoque es<br />

principalmente antropológico. El alma pertenece al mundo noético, y por designación divina se halla temporalmente alojada como<br />

extranjera en el cuerpo. Anda ansiosa en este mundo ajeno, y anhela su hogar celestial.<br />

[p 650] b. El punto de vista bíblico. El enfoque bíblico es teológico. El mundo le pertenece a Dios, pero ha sido alejado de él por un<br />

poder ajeno, de modo que la antítesis de la humanidad no es con el mundo sino con Dios. La acción de Dios, sea en la gracia o en<br />

el juicio, nos es ajena. Israel, sin embargo, ha sido colocado en la tierra de Dios como un forastero residente bajo su protección, y<br />

en cuanto tal, guardando la ley de Dios, llega a ser un cuerpo extraño en el mundo de la humanidad.<br />

2. El judaísmo helenístico. Según lo representa Filón, el judaísmo helenístico introduce ideas griegas en el mundo bíblico. Las almas<br />

de los sabios son de origen celestial y por lo tanto son forasteras en la tierra. Los sabios prefieren la ciudadanía celestial, aun cuando<br />

ello signifique que aquí son extranjeros. Hillel dice que su alma es un huésped en el cuerpo.<br />

3. El NT.<br />

a. Dios y Cristo. El NT sigue la pauta <strong>del</strong> AT. Dios y el mundo son ajenos el uno para con el otro, a causa de la alienación humana<br />

respecto a Dios (cf. Hch. 17:23; Ef. 4:18). Esta alienación significa hostilidad. A causa de ella Cristo viene al mundo como un<br />

extranjero (Mr. 12:1ss; Jn. 8:14, 25ss). Viene desde el Dios desconocido (Jn. 7:25ss). Vive como en una tienda (Jn. 1:14). Está<br />

sujeto a malentendidos (3:4). Hasta sus discípulos tienen que preguntar quién es él (21:2). Su reino no es de este mundo (18:36).<br />

Debe regresar al cielo para asumir su reino (Mt. 25:15; Lc. 19:12).<br />

b. Los cristianos.

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