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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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El autor, sin embargo, no está tratando de dar un relato teológico sino uno popular. Es la piedad, más que la teología, lo que brota a<br />

la expresión en su sencilla presentación. Un generoso deseo por la verdad le da su impronta inolvidable. En ningún otro lugar <strong>del</strong><br />

AT nos encontramos con un tratamiento religioso que sea tan penetrante y a la vez tan sustentado por la piedad. El narrador no está<br />

urdiendo una teoría, sino hablando a partir de la experiencia irresistible de la tensión interior, y tratando de darles a sus lectores<br />

cierto sentido de la grave situación que es inseparable de la existencia humana. Porqué Dios nos hizo así es cosa que no intenta<br />

decir. Es en este silencio donde se ha de encontrar su religión.<br />

[G. Quell, I, 267–286]<br />

B. Matices teológicos de ἁμαρτία en la LXX. La presente sección sirve de suplemento a las secciones A. y D. de este artículo, y a<br />

la sección B. <strong>del</strong> artículo sobre ἁμαρτωλός, señalando algunos matices importantes que son en parte <strong>del</strong>iberados y en parte debidos<br />

a dificultades de traducción. Ante todo, la LXX da mayor prominencia a la arrogancia como el pecado principal, al traducir<br />

arrogante como ἁμαρτωλός (Si. 11:9). El pecado se identifica también con la riqueza (Hab. 3:14). Una vez más, es enfermedad<br />

(Is. 53:4; Dt. 30:3). En Job 42 la LXX enfatiza la idea <strong>del</strong> perdón, que en hebreo apenas se insinúa, e. d. al poner la idea <strong>del</strong> pecado<br />

de Job en lugar de la ira de Dios en el v. 7, y al introducir la idea de la remisión en el v. 9. Un reemplazo similar de la ira de Dios<br />

por la transgresión [p 54] humana se da en Jueces 1:18 (cf. Is. 57:17). El pecado se equipara con la apostasía en 2 Crónicas 12:2<br />

(cf. 30:7). La insensatez y la ignorancia también se pueden expresar como ἁμαρτία, según la conocida idea <strong>del</strong> AT que la insensatez<br />

es pecado. La idea de pecado se introduce en Isaías 66:4 con su referencia a la causa <strong>del</strong> castigo más que al castigo mismo (cf.<br />

24:6). En Ezequiel 23:49 se puede hallar una espiritualización. La idea de la escuela <strong>del</strong> sufrimiento, que presupone un fuerte sentido<br />

<strong>del</strong> pecado, se introduce en Job 15:11. La fuerza de la LXX, entonces, consiste en hacer de ἁμαρτία un término general para<br />

el pecado. Al hacerlo así coloca los pecados individuales bajo el concepto <strong>del</strong> pecado básico que nos separa de Dios, y que nos<br />

domina mientras no recibamos la obra salvadora de Dios. Para los detalles lingüísticos, ver el TDNT en inglés, I, 286ss.<br />

[G. Bertram, I, 286–289]<br />

C. El concepto de pecado en el judaísmo.<br />

1. En el judaísmo es determinante el concepto de la ley. La ley como un todo –lo legal así como lo cultual y lo moral– revela la<br />

voluntad de Dios. Por eso toda transgresión es pecado. Se desarrollan dos tendencias: una para rebajar al mismo nivel, ya que incluso<br />

las infracciones menores son pecado; la otra para diferenciar, p. ej. entre <strong>del</strong>itos flagrantes, actos de rebeldía y contravenciones<br />

involuntarias. Sobre la base de esta distinción se considera que pecados tales como la violencia, el desenfreno y especialmente<br />

la idolatría son mortales, ya que cometerlos significa cometer todos los pecados, mientras que ciertas infracciones menos graves se<br />

pueden expiar mediante las buenas obras, las purificaciones y los sufrimientos.<br />

2. La tendencia en el judaísmo es considerar el pecado como algo individual más que colectivo (cf. Ez. 18:2ss). El pecado, en tanto<br />

transgresión <strong>del</strong> individuo, tiene consecuencias individuales. Se entiende que el mandamiento significa que Dios castiga los pecados<br />

de los padres sobre sus hijos obstinados hasta la tercera y cuarta generación. Aún así, queda un sentido de los efectos generales<br />

de los que son pecados incluso individuales. La universalidad <strong>del</strong> pecado no encuentra oponentes. Si los israelitas pecan al quebrantar<br />

la ley, los gentiles pecan al quebrantar las alianzas con Adán y con Noé, o incluso al resistirse a la ley cuando se les presenta.<br />

Excepciones a la condición universal de pecado se ven en santos tales como Moisés y Elías, y el evitar el pecado es posible por<br />

la libertad y por el don de la ley. Más aún, se espera plenamente que el Mesías va a ser sin pecado, como también que en el reino<br />

mesiánico se dejará por fuera el pecado y se establecerá la impecabilidad.<br />

3. En cuanto al surgimiento <strong>del</strong> pecado, se remonta a Adán y Eva, o a veces a los ángeles caídos (Gn. 6:1ss). Más fundamentalmente,<br />

el pecado tiene su origen en el impulso maligno que es implantado por Dios, que seduce a pecar, y que puede y debe ser derrotado<br />

mediante la observancia de la ley. Si eso no se hace, el pecado trae consecuencias tales como pecados ulteriores, la separación de<br />

Dios, la perturbación <strong>del</strong> designio bondadoso de Dios, y los castigos como la enfermedad, la muerte y la condenación eterna. Pero<br />

con respecto a todas estas penas tenemos la oportunidad de arrepentirnos y retornar a Dios. Nosotros pecamos, pero Dios nos<br />

muestra antes de morir el camino de la conversión.<br />

[G. Stählin y W. Grundmann, I, 289–293]<br />

D. Uso lingüístico e historia de ἁμαρτάνω, ἁμάρτημα, y ἁμαρτία antes y en el NT.<br />

1. ἁμαρτάνω, que significa «no acertar», «fallar», aparece ya desde Homero y también se usa figuradamente para «quedarse corto<br />

intelectualmente», «equivocarse», o «quedarse corto moralmente», «proceder mal». En la LXX predomina el sentido moral.<br />

2. ἁμάρτημα denota el resultado de ἁμαρτάνω, «falla», debida primero a la insensatez, posteriormente, sobre todo en derecho, en el<br />

sentido de «infracción». En la LXX generalmente tiene un sentido moral o religioso, «pecado» o «castigo por el pecado». Es poco<br />

común en el NT.

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