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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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(1) Deuterocanónicos y Pseudoepigráficos. Estas obras tienen μετανοέω y μετάνοια para la conversión en el sentido pleno (Si.<br />

48:15, etc.). El uso hace eco <strong>del</strong> llamado profético a la conversión, como un don y una tarea puesta por Dios. Dios mismo la concede<br />

como un medio en virtud <strong>del</strong> cual los pecadores pueden llegar a la vida eterna. Pero, si bien la meta es un cambio total, hay<br />

una tendencia a enfatizar los pecados individuales que se abandonan, y las leyes individuales que se obedecen. Es así como un celo<br />

legalista mezquino tiende a nublar el concepto verdadero. Por otro lado, cuando la conversión se relaciona escatológicamente con<br />

la meta final de la fe y la esperanza, se la ve en el sentido profético como el don y la obra de Dios para Israel.<br />

[p 628] (2) Filón. En Filón se ve la síntesis de la cultura griega y la religión judía. Filón usa los términos para «cambio de mente»,<br />

pero también les da el matiz religioso de la conversión religiosa y moral, e. d. el cambio total de volverse a Dios y apartarse <strong>del</strong><br />

pecado, que afecta la totalidad de la vida y de la conducta. Sin esa conversión no hay salvación. Claro que en su descripción Filón<br />

adopta elementos filosóficos y místicos, p. ej. cuando dice que la conversión cumple el ideal estoico, o cuando muestra que ella<br />

trae armonía en el pensamiento y en la palabra. Pero no concuerda con los estoicos en que el sabio no necesite de μετάνοια, y en<br />

su visión total el concepto <strong>del</strong> AT retiene su sabor distintivo.<br />

(3) Josefo. Como Filón, Josefo usa los términos tanto en el sentido común como en el sentido religioso y moral. Sus afirmaciones,<br />

sin embargo, son ecos con poca profundidad. Atribuye significación a las formas externas, se centra en vicios y virtudes individuales,<br />

y relaciona la conversión con el evitar el castigo. Aún así, la meta de una nueva vida se halla detrás de las manifestaciones<br />

individuales.<br />

D. La conversión en la literatura rabínica. Los rabinos dan expresión lingüística a la visión veterotestamentaria de la conversión,<br />

con su frecuente uso de los términos para «convertirse» o «conversión». Si bien no elaboran la teología de la conversión de manera<br />

sistemática, sí tienen un interés religioso interior por el asunto. Enaltecen la conversión como grande, y le atribuyen un significado<br />

salvífico. Sus puertas están siempre abiertas. Es un rompimiento con los actos malvados, y, cuando es necesario, involucra la restitución.<br />

Llega a su expresión en la oración penitencial. Su lado positivo es la obediencia a la ley. Aunque Dios debe darla, los seres<br />

humanos la logran, en parte en forma de ejercicios piadosos. Se repite con frecuencia, ya que hay nuevas transgresiones a la ley. Al<br />

pecar con obstinación, uno puede malograrla e incurrir en el castigo final. Algunos rabinos piensan que la conversión de Israel es<br />

una condición para la venida <strong>del</strong> Mesías, pero otros opinan que el tiempo está fijado por Dios. Otra esperanza es que el Mesías<br />

conducirá al pueblo hacia Dios mediante la conversión. La médula <strong>del</strong> punto de vista rabínico es en gran medida la misma que la<br />

de la enseñanza judía helenística.<br />

E. μετανοέω y μετάνοια en el NT.<br />

1. El entendimiento lingüístico. Donde son más comunes estas dos palabras es en los Sinópticos y en los Hechos (el verbo 21 veces,<br />

el sustantivo 14). Pablo usa el verbo sólo una vez, y el sustantivo cuatro veces. El verbo figura 12 veces en el Apocalipsis, el sustantivo<br />

tres veces en Hebreos y una vez en 2 Pedro. El sentido popular figura en Lucas 17:3–4 y 2 Corintios 7:9–10 («pesar» o<br />

«remordimiento»). El significado habitual es «cambio de mente» o «conversión», con el pleno matiz <strong>del</strong> AT. Este matiz es importante,<br />

ya que hace una gran diferencia si el llamado a Jesús a arrepentirse es un llamado a la conversión total o sencillamente un<br />

llamado a dolerse por los pecados, a un cambio de mentalidad, o a actos de restitución.<br />

2. El concepto de conversión.<br />

(1) Juan el Bautista. La conversión es la médula <strong>del</strong> mensaje de Juan, quien proclama la inminencia <strong>del</strong> juicio y exige volverse a<br />

Dios, así como Dios se está volviendo a nosotros. La convocatoria adquiere nueva urgencia en cuanto a que se halla bajo la luz de<br />

la revelación escatológica. Se trata de una conversión de una vez por todas, un cambio interior, que se les exige incluso a los justos,<br />

y que debe hallar su expresión en actos de amor. Un bautismo de conversión significa que Dios está en acción para cambiar<br />

nuestra naturaleza para el nuevo eón. Dios mismo otorga la conversión tanto como don cuanto como tarea; nos toca a nosotros<br />

dejar que se dé, y autenticarla como la base divina de un nuevo existir.<br />

(2) Jesús. En la enseñanza de Jesús, μετανοεῖτε es el imperativo que está implícito en el indicativo <strong>del</strong> mensaje <strong>del</strong> reino. La<br />

conversión es un requisito básico que se sigue de la realidad <strong>del</strong> reino escatológico tal como se hace presente en la persona de<br />

Jesús. La predicación y los milagros son un llamado a la conversión y a una decisión final e incondicional, en un volverse a Dios<br />

de una vez por todas en obediencia total (cf. Mr. 1:15; Mt. 12:39ss; 11:20ss; Mt. 4:17). Este es el punto de la enseñanza de Jesús,<br />

aún cuando no se usen los términos. Hay que renunciar no simplemente al mal, [p 629] sino a cualquier cosa que se pudiera anteponer<br />

a Dios (Mt. 5:29–30; 10:32ss, etc.). La conversión es aplicable a toda la gente, y exige un compromiso completo que busca<br />

el perdón en una plena confianza y entrega. La fe es su aspecto positivo (cf. Mr. 1:15). No es un logro humano, por cuanto implica<br />

hacerse pequeño y receptivo como un niño (Mt. 18:3). Es un don de Dios, pero en cuanto a tal es un requisito vinculante. Por el<br />

bautismo <strong>del</strong> Espíritu, Jesús imparte el poder divino que crea a aquellos que están sujetos al reinado divino, e. d. la gente convertida.<br />

Con toda su severidad, pues, el mensaje es un mensaje de alegría. La μετάνοια no es ley, sino evangelio.

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