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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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2. Adán y el destino común de la humanidad.<br />

172<br />

a. El Génesis describe la unidad de la especie y su destino en Adán y la caída. El judaísmo desarrolla esta idea, ya sea en el sentido<br />

de pecado original o de pecados individuales que comienzan con Adán.<br />

b. En el NT el crecimiento, difusión e historia de la humanidad se remontan hasta un punto único (Hch. 17:26). La historia de Adán<br />

es la <strong>del</strong> origen <strong>del</strong> pecado y sus consecuencias (Ro. 5:12). La caída se da históricamente de una vez por todas, e. d. tiene lugar una<br />

sola vez, pero lo hace como primera de una serie. Se convierte entonces en principio <strong>del</strong> pecado que engloba a todos los miembros<br />

de la especie.<br />

c. Al conocer la gravedad de esa condición dada de una vez por todas, captamos entonces la ineludibilidad de nuestra situación. La<br />

muerte reina (Ro. 5:14, 17). Nuestra disposición presente nos empuja a pecar <strong>del</strong>iberadamente y así nos entrega a la muerte. La<br />

caída de Adán crea un hecho histórico que implica tanto una compulsión externa como una corrupción interna de la voluntad, de<br />

modo que todos nos vamos por el camino de Adán (Ro. 3:10ss). Al ser uno con Adán, somos uno en la responsabilidad por el<br />

pecado, el sufrimiento y la muerte.<br />

3. Cristo y la unidad de la iglesia.<br />

a. Adán apunta más allá de sí mismo hacia el segundo hombre, Cristo (Ro. 5:14; 1 Co. 15:47). Así como en Adán todos mueren, así<br />

en Cristo todos serán vivificados (1 Co. 15:21–22). En este antitipo de Adán, a la humanidad se le da un nuevo comienzo y un<br />

nuevo principio (Ro. 5:18). Él es la cabeza de la nueva humanidad. Cristo es hombre y más que hombre; trasciende toda analogía.<br />

Da continuidad al linaje humano, lo rompe, y da inicio a un linaje nuevo. Es más que aquellos que le preceden y también más que<br />

los que le siguen. Incluso como contraparte positiva de Adán, él es único en relación con Adán; es el Hijo divino (Mr. 12:6; Heb.<br />

1:1ss) que nos dota también a nosotros de la condición de hijos. Esta unicidad queda establecida por su posición histórica especial,<br />

no por especulación. Su obra es el centro de la historia. Él pone fin a toda la historia anterior, y le da a la historia un nuevo comienzo<br />

(Heb. 10:11ss). Él es el uno para todos (Jn. 11:50; 1 Co. 15:3). El hecho de Jesús no es simplemente un solo acontecimiento,<br />

ni se limita a ilustrar una ley eterna; es absolutamente decisivo como punto de encuentro de todas las líneas históricas.<br />

[p 215] b. El destino de la nueva humanidad está fijado en Cristo, así como el de la antigua humanidad estaba fijado en Adán. «En<br />

Cristo» denota la unidad <strong>del</strong> pueblo de Dios (Gá. 3:28; Ro. 12:5). Él es la cabeza a la cual la iglesia, como cuerpo suyo, está sujeta<br />

(Col. 2:10). El crecimiento de la iglesia proviene todo de él (Col. 2:19). Su existencia común, centrada en el Espíritu, procede de él<br />

(1 Co. 12:1ss). Tiene un destino común bajo la ley de Cristo; cada miembro debe interceder por los demás y sufrir y regocijarse<br />

con ellos (1 Co. 12:26; Gá. 6:2). Cristo ha vuelto a congregar a la humanidad en sí mismo (Ef. 2:14–15). La propia unidad de la<br />

iglesia es entonces de suma importancia (Ef. 4:4ss). Se efectúa una nueva clasificación, con aquellos que creen en Cristo de un<br />

lado, y aquellos que no creen <strong>del</strong> otro. Cristo mismo está en unidad con el Padre y trae a los suyos a esa misma comunión (Jn.<br />

17:23). Él es el punto de partida y el centro de la nueva humanidad, como Mediador que es por medio <strong>del</strong> acontecimiento histórico<br />

de su muerte y resurrección. La nueva situación creada por este acontecimiento es ahora una realidad positiva en la iglesia, pero en<br />

la iglesia solamente en cuanto que esta toma en serio esta realidad en su fe, su pensamiento y su acción (cf. Ef. 4:3; Fil. 1:27; Ro.<br />

12:6; Hch. 4:32).<br />

c. La unidad de la iglesia no es uniformidad; es una unidad orgánica. Existen diferencias entre los miembros, p. ej. entre ricos y<br />

pobres, o entre hombres y mujeres. Estas diferencias no se eliminan, sino que se trascienden. Brotan otras diferencias, p. ej. entre<br />

los fuertes y los débiles. También el Espíritu se manifiesta en una rica pluralidad de carismas (1 Co. 12:11ss). Pablo no intenta<br />

establecer un cosmopolitanismo cristiano, sino que es judío para los judíos, incluso mientras se opone a la judaización de los gentiles.<br />

Se coloca a sí mismo en el mundo de sus oyentes para mostrar cómo la cruz es a la vez vergüenza y realización para el mundo:<br />

el escándalo que es poder de Dios, y la locura que es sabiduría de Dios. En este sentido Pablo sigue el mo<strong>del</strong>o divino, ya que Dios<br />

trae a judíos y gentiles, por senderos diferentes, a la única salvación. Esto se expresa en Pentecostés, pues es por un solo Espíritu<br />

que los apóstoles predican el mensaje en diferentes lenguas. Teniendo como centro un solo acontecimiento salvífico, existe una<br />

sola iglesia que no es ni nacional ni universal, sino que es la iglesia de las naciones.<br />

[E. Stauffer, II, 434–442]<br />

→ ἅπαξ, πρῶτος, μόνος, θεός<br />

εἰσακούω → ἀκούω; εἰσδέχομαι → δέχομαι; εἰσέρχομαι → ἔρχομαι; εἰσκαλέομαι → καλέω; εἴσοδος → ὁδός; εἰσφέρω →<br />

φέρω; ἐκατόν τεσσεράκοντα τέσσαρες → δώδεκα; ἐκβάλλω → βάλλω; ἐκδέχομαι → δέχομαι; ἐκδημέω → δῆμος<br />

ἐκδικέω [vengar], ἔκδικος [vengador], ἐκδίκησις [venganza]

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