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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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. Aquellos que tienen la ley y la guardan son resguardados <strong>del</strong> pecado en un sentido ético, y no sólo en un sentido legal; pero los<br />

que están fuera de Israel no tienen una posibilidad análoga. Esto se debe a su rechazo de la ley, y se pone de manifiesto en su idolatría,<br />

su impureza ritual, su ausencia de ética sexual, y su mala conducta generalizada.<br />

2. Esto sugiere que los justos, si bien pueden cometer pecados, no se conciben a sí mismos como pecadores en un sentido absoluto.<br />

Las ideas de la pecaminosidad general y <strong>del</strong> pecado colectivo están presentes, pero también se afirma la posibilidad de la impecabilidad<br />

por medio de la ley (cf. Lc. 18:11–12; Fil. 3:6), y hay un sentido de distinción respecto a los «pecadores» mediante una<br />

relación positiva con la ley. Ni siquiera el pecado de los gentiles es un destino impuesto, sino que se da por decisión histórica.<br />

D. El <strong>Nuevo</strong> <strong>Testamento</strong>.<br />

1. Evidencia léxica. En el NT ἁμαρτωλός, que es tanto un adjetivo como un sustantivo, sigue teniendo un matiz derogatorio y se<br />

usa: a. para los que viven en oposición consciente a la voluntad de Dios en la ley (cf. Mt. 9:10), o la mujer en casa de Simón (Lc.<br />

7:37), a diferencia de las personas respetables (Mt. 11:19; cf. 1 Ti. 1:9; Stg. 4:8); b. por parte de los fariseos para referirse a aquellos<br />

que no guardan las ordenanzas, e. d. la mayoría de la gente, inclusive Jesús y sus discípulos (cf. Mt. 9:13; 12:1ss; 15:2); c. por<br />

parte de los judíos para referirse a los gentiles (Mt. 26:45; Gá. 2:15), uso que se evita en los Hechos; d. para la humanidad culpable,<br />

mientras está todavía sin Cristo y sin reconciliarse (Ro. 5:8; Gá. 2:16ss); e. para individuos que han incurrido en culpas específicas<br />

(Lc. 13:2; 15:7, 10; Heb. 7:26); y f. en forma adjetiva en todos los sentidos mencionados. En Romanos 7:13 ἁμαρτία se<br />

vuelve [p 59] ἁμαρτωλός más allá de toda medida, en el sentido que la ley le da al pecado conciencia de sí mismo y así saca a la<br />

luz su naturaleza y abre el camino para liberarse de él.<br />

2. La actitud de Jesús.<br />

a. Tomando en cuenta la realidad <strong>del</strong> pecado, aunque sin analizarla, Jesús adopta las fórmulas en boga (no de manera irónica) y las<br />

utiliza en su misión. A los que son llamados pecadores los considera verdaderos pecadores y los atrae hacia sí, haciendo ver que el<br />

verdadero obstáculo es un sentido de rectitud antes que un sentido de indignidad, puesto que Jesús ha venido a satisfacer la necesidad<br />

<strong>del</strong> pecado.<br />

b. Entonces él, con la mediación de una total comunión con él mismo y con Dios, acepta a las personas tales como son, exigiendo<br />

sólo una confesión de la necesidad, no de pecados específicos, contraponiendo la idea que una relación correcta con Dios viene por<br />

medio de la observancia legal, e induciendo, mediante su bondad, santidad y majestad, a una renuncia a la voluntad egoísta y a una<br />

disposición a la obediencia absoluta. Sólo rara vez se usa ἁμαρτωλός en una descripción que alguien hace de sí mismo (cf. Lc.<br />

5:8; 18:13); Jesús no exige una conciencia de pecado hasta el punto de un abyecto desprecio o condenación de uno mismo.<br />

c. También los justos necesitan una nueva relación con Dios. Jesús no dice que la rectitud de ellos sea pecado, pero juzga su carácter<br />

interno como algo que satisface sólo las normas humanas y no las divinas, y que conduce a la complacencia, el orgullo y la crueldad,<br />

de modo que los justos también son llamados al arrepentimiento. De este modo Jesús trasciende la distinción entre justos y<br />

pecadores, pero al hacerlo así trae un ofrecimiento universal de perdón y de una relación nueva y sumisa con Dios, en la cual el<br />

único límite para que Jesús pueda quitar el pecado es la oposición de la persona a que le sea quitado.<br />

3. La actitud de los escritores <strong>del</strong> NT. Es la misma que la de Jesús, con la excepción que la cruz les impide a los escritores <strong>del</strong> NT<br />

considerar como pecadores sólo a los demás. Por eso ἁμαρτωλός es poco común fuera de los sinópticos y no aparece en los<br />

Hechos, mientras que en Juan sólo lo usan los fariseos. Para Pablo es un término fuerte que él se aplica a sí mismo, y que significa<br />

el rechazo <strong>del</strong> señorío de Dios. La nueva característica es la ausencia de frontera alguna entre pecadores y justos, pues la nueva<br />

frontera se halla entre aquellos que todavía están sujetos al pecado y aquellos que en Cristo han sido rescatados <strong>del</strong> pecado y puestos<br />

al servicio de Dios. Se trata de una frontera más clara, pero no involucra ningún sentido de superioridad, puesto que los creyentes<br />

no se engrandecen a sí mismos como justos, sino que engrandecen la gracia mediante la cual han llegado a ser justos, y procuran<br />

señalarles a todos los seres humanos este camino de gracia, puesto que también es para todos ellos.<br />

49<br />

ἀναμάρτητος. Esta palabra, que se encuentra desde el tiempo de Herodoto, es común y significa «sin falta», ya sea en un sentido<br />

general o en un sentido figurado aunque no necesariamente moral o religioso. Aparece tres veces en la LXX, en 2 Macabeos 8:4<br />

para «sin culpa ante Dios». Filón la usa sin referencia alguna a Dios, pero sí tiene esa referencia en su única aparición en Josefo,<br />

La guerra de los judíos 7.329.<br />

El único ejemplo <strong>del</strong> NT es en Juan 8:7, donde Jesús desafía a los que estén sin culpa a que lancen la primera piedra contra la mujer<br />

sorprendida en adulterio. El significado obvio de ἀναμάρτητος es sin culpa ante Dios, pero el contexto parece descartar cualquier<br />

referencia específica al pecado sexual. Algo extraño es que esta palabra no se use para referirse a la impecabilidad de Jesús,<br />

quizás para destacar la grandeza de su libertad respecto al pecado, al evitar cualquier insinuación de que se trataba de una mera<br />

incapacidad de pecar.

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