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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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c. El NT coloca los actos individuales de Dios bajo la rúbrica englobante de la obra divina de salvación. En Mateo 11:2 al Bautista le<br />

cuesta correlacionar las obras específicas de Jesús con su misión total. En Juan, sin embargo, las obras dan testimonio de Jesús y<br />

de la salvación que él trae (cf. Jn. 5:20, 36; 7:3, 21; 10:25; 14:10ss; 15:24). Lo hacen no simplemente como obras poderosas o<br />

gloriosas, sino también como obras buenas que manifiestan la acción de Dios, tanto en cuanto obra suya en Jesús, como en cuanto<br />

la obra que le ha confiado a él. La unidad de la obra salvífica de Dios se tiene siempre como trasfondo (cf. 9:3; 17:4). La participación<br />

en esta obra se da mediante la fe (6:29). Pablo manifiesta una visión similar. La obra de Dios es la edificación de la comunidad<br />

(Ro. 14:20; cf. 1 Co. 3:9). Esto lo hace Dios por el Espíritu, por medio de la misión apostólica (1 Co. 9:1). Como la creación,<br />

la iglesia es obra <strong>del</strong> Verbo y <strong>del</strong> Espíritu. Los ayudantes de Pablo tienen parte en esta obra de Dios (1 Co. 16:10; Fil. 2:30). Todo<br />

lo que se hace en fe es a la vez la obra <strong>del</strong> Señor y una obra para el Señor (1 Co. 15:58; cf. Ef. 4:12). Todo es acción de Dios (Fil.<br />

1:6), y esta obra fecunda es lo único que da sentido a la vida cristiana (Fil. 1:22).<br />

C. El trabajo humano.<br />

1. El trabajo humano como maldición. Conectado con la caída, el trabajo humano es visto como una maldición porque es necesario<br />

(cf. Gn. 3:17). El judaísmo helenístico enfatiza este lado negativo <strong>del</strong> [p 251] trabajo, en contraste con la obra de la era escatológica<br />

que se realizará sin esfuerzo. Le resulta difícil hablar <strong>del</strong> ἔργον sin menosprecio (cf. Si. 30:33; Pr. 31:15 LXX).<br />

2. El trabajo humano como pecado y vanidad. En el judaísmo helenístico, la maldición de Génesis 3:17 tiene también la implicación<br />

que todo lo que en la vida humana se llama ἔργον es pecado cuando se mide según el criterio último. De manera que los ἔργα<br />

como obras humanas (junto con el verbo correspondiente) se suelen ligar con la maldad, etc. (cf. en el NT Mt. 7:23; Lc. 13:27).<br />

Las traducciones de Job 11:4 y 21:16 lo muestran así, como también Job 22:3; 33:9. A lo largo <strong>del</strong> AT y hasta llegar al NT, «obras<br />

de las manos de los hombres» es un término convencional para designar a los ídolos (Dt. 4:28; 2 R. 19:18; Is. 2:8; Jer. 1:16; Ap.<br />

9:20). Esta valoración negativa <strong>del</strong> trabajo humano asume un carácter radicalmente teológico en el NT, donde encontramos expresiones<br />

tales como obras de las tinieblas (Ro. 13:12), de la carne (Gá. 5:19), <strong>del</strong> diablo (Jn. 8:41) y de impiedad (Jud. 15), así como<br />

obras malas, inicuas y muertas (1 Jn. 3:8; 2 P. 2:8; Heb. 6:1). El contexto puede dar también una connotación negativa, como en<br />

Mateo 23:3; Lucas 11:48; Juan 8:41; Tito 1:16.<br />

3. La rectitud de las obras en el judaísmo posterior. La doctrina de Pablo sobre la ausencia de rectitud en todas las obras humanas no<br />

descansa simplemente en el desprecio helenístico por el trabajo, ya que es aplicable incluso a obras que la piedad judía considera<br />

favorablemente, p. ej. acciones de culto, u obras que cumplen la ley y que forman la base <strong>del</strong> logro moral, y que pueden ser realizadas<br />

incluso sin la ley escrita, tales como las obras de Abraham (Jn. 8:39), o las obras de la ley que está escrita en el corazón, ya<br />

sea en la edad futura (Jer. 31:33) o en el caso de los gentiles (Ro. 2:15). Hay que tomar una decisión entre las obras de Dios y las<br />

obras de la voluntad egoísta; las primeras son buenas y las segundas son malas. Surge entonces una división entre los justos que<br />

guardan la ley, y los pecadores que no logran guardarla. En algunos textos hallamos incluso la idea de obras de amor que son meritorias<br />

porque exceden lo exigido por la ley. Pero la esperanza en la misericordia de Dios por los malvados, a veces por intercesión<br />

de los justos, no queda excluida.<br />

4. La rectitud de las obras y la idea de retribución. Que Dios nos recompensa conforme a nuestras obras es un concepto básico de la<br />

Escritura. Sin embargo, el énfasis se pone en la justicia de Dios más que en nuestro premio. La idea que las obras no hacen diferencia<br />

alguna es intolerable (Ec. 8:14–15) porque parece echar dudas sobre la justicia divina. No obstante, posteriormente se vuelve<br />

más prominente la idea de una recompensa por la rectitud. Como dice Aqiba, la preponderancia de obras buenas o malas es lo<br />

que decidirá nuestro destino: el premio o el castigo. Las buenas obras serán las que aboguen en favor nuestro.<br />

5. El trabajo humano como tarea encomendada por Dios. El concepto de premio y castigo presupone que Dios nos encarga realizar<br />

los ἔργα. Este es el punto en Génesis 2:15 (cf. Is. 28:23ss). Dios respalda toda la obra de la civilización, y si Génesis 1 y 2 difícilmente<br />

constituyen una base para el gozo en el trabajo o para el trabajo como parte de la revelación divina, ciertamente ofrecen una<br />

base para la creencia en que el trabajo se hace por encargo divino. En parte esto conduce al concepto moral de la redención mediante<br />

las obras, cuyo presupuesto es la labranza <strong>del</strong> paraíso, y en parte a la ética <strong>del</strong> trabajo de los rabinos, en virtud de la cual la<br />

ocupación terrenal está bajo la bendición de Dios, al igual que las buenas obras, y el trabajo manual se tiene en alta estima. El<br />

cristianismo recoge el mismo tema con la exhortación al trabajo en 1 Tesalonicenses 4:11; 2 Tesalonicenses 3:10ss; Efesios 4:28, y<br />

con el ejemplo que da Pablo de sustento propio. Aquí todo el trabajo sirve directa o indirectamente a la comunidad, y en última<br />

instancia es la acción de Dios en nosotros. Para el NT el trabajo es fruto de la fe. La fe se pone en acción en el amor (Gá. 5:6). Hay<br />

una obra de fe y un trabajo de amor (1 Ts. 1:3). Dios lleva a plenitud la obra de la fe mediante su poder (2 Ts. 1:11). Las obras son,<br />

entonces, la base para el juicio (Ro. 2:6). Las verdaderas obras son hechas en Dios (Jn. 3:21), de modo que, aunque nosotros seamos<br />

responsables por ellas, ellas no portan mérito alguno sino que son la respuesta al mensaje de arrepentimiento. Sólo con los<br />

padres apostólicos comenzamos a encontrar cierta ambivalencia en este respecto, e. d. una nueva tendencia nomística.<br />

[p 252] 6. Palabra y acto, fe y obras. Por doquier en el mundo griego encontramos una cierta tensión entre palabra y acto (ἔπος o<br />

λόγος y ἔργον). La filosofía presupone su armonía lógica y ética. También la Biblia exige que estén en correspondencia mutua,

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