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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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2. Contra Dios. El enojo humano puede ir dirigido contra Dios cuando el proceder de Dios parece enigmático o injusto (cf. Samuel<br />

en 1 S. 15:11, David en 2 S. 6:8, Job en 11:2–3, etc., y Jonás en Jon. 4:1ss). El enojo de los justos ante la prosperidad de los malvados<br />

se dirige en última instancia contra Dios (Sal. 37:1, 7–8; Pr. 3:31–32).<br />

3. Evaluación. En los Proverbios se mide el enojo humano en términos de la sabiduría práctica. El enojo es peligroso en vista de sus<br />

resultados (6:34; 15:1, etc.). Debemos esperar a que Dios juzgue al malvado (24:19–20; cf. Sal. 37:7ss). La paciencia es la verdadera<br />

sabiduría (Pr. 14:29), y el enojo es insensatez (14:17, 29). [p 700] Los sabios ven que el enojo humano conduce a la injusticia<br />

(14:17; cf. Stg. 1:20). Los amigos de Job condenan su enojo porque le hace daño a él (Job 18:4), socava el temor a Dios (15:4), y<br />

ataca la justicia de Dios (8:2–3). Dios endosa el veredicto, aunque con mucho mayor profundidad (38ss), y el propio Job se arrepiente<br />

(42:6).<br />

III. La ira divina.<br />

1. Datos lingüísticos. En el AT los términos para la ira denotan más comúnmente el enojo divino que el humano, especialmente en<br />

combinaciones que distinguen la ira de Dios por su poder. La ira se vincula constantemente con Yavé, el Dios de la alianza. Posteriormente<br />

hay una tendencia a aflojar el fuerte lazo con Dios. El uso absoluto de «ira» en Crónicas llama la atención. Isaías 63:5<br />

distingue entre Yavé y la ira de Yavé, pero el siguiente versículo muestra que es una personificación poética.<br />

2. Los objetos. Israel conoce a un solo Dios, con quien se halla en una relación especial de alianza. El concepto de la ira divina está<br />

entonces dominado por el conocimiento de la fe con su perspectiva histórica <strong>del</strong> pasado, el presente y el futuro. Israel no está tratando<br />

con una fuerza irracional e impersonal, sino con la voluntad divina personal. Esto da forma y vitalidad a lo que se dice acerca<br />

de la ira. Un fuerte sentido de la distancia de Dios mantiene dentro de los límites apropiados el antropopatismo que va implícito.<br />

La ira no es lo mismo que el juicio, ya que tiene que ver con un proceso o una emoción dentro de Dios. Pero esta emoción afecta,<br />

no el ser intrínseco de Dios, sino sólo su ser en relación con el mundo y sus entidades.<br />

La ira divina va dirigida a. contra Israel. Es un factor recurrente en las peregrinaciones por el desierto, la conquista y la historia<br />

subsiguiente. Cuando recae sobre individuos tales como Moisés, Aarón, María, los reyes o profetas (Éx. 4:14; Dt. 9:20; Nm. 12:9;<br />

1 S. 15; Jer. 21:1ss), lo que suele estar en juego es la función representativa de esas personas. Pero también puede recaer sobre el<br />

pueblo como tal a causa de pecados individuales (cf. Acán en Jos. 7, o David en 2 S. 24). Para algunos profetas, al ira divina es un<br />

tema primordial, aunque no todos usan el término (cf. Amós). El objetivo de esos profetas es quebrantar un falso sentido de seguridad<br />

(cf. Am. 3:2; Os. 13:9ss; Miq. 3:11; Sof. 2:2). En particular, Jeremías y Ezequiel son profetas de la ira de Dios. La ira es<br />

menos prominente después <strong>del</strong> exilio, pero cf. Hageo 1:5ss; Zacarías 1:3, 12.<br />

b. Otras naciones y sus gobernantes también están sujetos a la ira divina. La mayoría de los profetas aseguran esto (cf. Is. 13:3ss; Jer.<br />

50:13, 15; Ez. 25:14). Los Salmos también lo cantan (cf. 2:5, 11; 110:5). Cuando esta ira se desata, afecta a la tierra entera (Dt.<br />

32:22).<br />

3. Su ejercicio. Diversos medios se usan para describir la ira de Dios, pero ella siempre amenaza la existencia de los destinatarios.<br />

Las figuras que se usan expresan su fuerza destructiva e irresistible. El fuego es una metáfora común (cf. Jer. 15:14). Otro símbolo<br />

es la tormenta (cf. Jer. 30:23). Comúnmente se dice que es derramada como un líquido (Os. 5:10). A veces se derrama como fuego<br />

o como brea ardiente (Is. 30:33); otras veces hay que beberla (Jer. 25:15). Dios puede dar curso a su ira por medio de las naciones<br />

(Is. 10:5; 13:5), pero también se dice que su propio brazo es agente de su ira (Is. 30:30). De su ira se dice, de diversos modos, que<br />

se enciende y se calma (Ez. 5:13), que es acarreada o enviada (2 Cr. 36:16; Job 20:23), y ejecutada (1 S. 28:18). Cuando termina,<br />

Dios cesa en su ira (Éx. 32:12), o la hace a un lado (Jer. 4:8), aunque esta última expresión podría denotar sólo una suspensión. El<br />

objetivo final de la ira divina es la destrucción total en forma de derrota histórica y de destierro <strong>del</strong> país. Algunas manifestaciones<br />

más detalladas son la opresión temporal, el hambre, la plaga y la sequía. En su dimensión escatológica representa el triunfo total de<br />

Dios. El día de Dios será un día de ira inclusive para Israel (Am. 5:18ss). Sólo mediante la gracia y el perdón divinos lograrán<br />

algunos escapar <strong>del</strong> juicio que recaerá inevitablemente sobre las naciones y sobre los malos <strong>del</strong> país (Sal. 9:16–17; 7:6, etc.). En la<br />

vida de los justos, la ira divina asume la forma de diversos problemas tales como la enfermedad, la persecución, la amenaza de una<br />

muerte temprana, y una sensación de lejanía respecto a Dios (Sal. 88:16; 90:7ss; 102:8, 10–11, 23). Job es un ejemplo <strong>del</strong> justo que<br />

sufre una manifestación aparentemente inexplicable de la ira divina.<br />

[p 701] 4. Sus motivos. En algunos casos parece no haber razón para la ira de Dios. Simplemente sobreviene con una fuerza<br />

primigenia (cf. Gn. 32:23ss; Éx. 4:24–25). Es una intervención que ocasiona la muerte cuando se viola la santidad de Dios (Éx.<br />

19:9ss). No se puede dar una verdadera explicación de la oposición de Dios al censo realizado por David (1 S. 24) ni para los sufrimientos<br />

infligidos a Job o al justo de los Salmos. Parece como si tuviéramos aquí un factor imponderable que bordea en la arbitrariedad.<br />

Pero en otras ocasiones las razones de la ira resultan claras. El Dios de la alianza castiga a su pueblo, o a ciertos grupos<br />

dentro de él, cuando ellos se oponen a su voluntad salvadora y no logran responder con confianza y obediencia (cf. Nm. 11:1;<br />

17:6ss; Jos. 7:1; 1 S. 15, etc.). La apostasía es una razón obvia para la ira divina (Éx. 32; Nm. 25, etc.). En los profetas el contexto

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