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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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(d) La fe ve un período de ira y un período de gracia, pero en Cristo estos se superponen, de modo que en el tiempo presente se<br />

manifiestan tanto la justicia como la ira (Ro. 1:17–18). La ley, cuando es transgredida, acarrea ira, pero esta es la reacción <strong>del</strong><br />

amor desdeñado, ya que la ley, como el evangelio, es un don de amor.<br />

(e) La anticipación de la ira escatológica significa que hay un estado presente de ira (Jn. 3:36). Esto no elimina el elemento escatológico,<br />

pero plantea la pregunta de si finalmente la ira será eterna. El pensamiento griego acepta esto, el AT parece cuestionarlo en<br />

Jeremías 3:12, y el judaísmo se muestra inseguro. En el NT muchos pasajes apoyan una duración eterna (Mt. 3:12; 18:34; Ap.<br />

14:10), aunque la referencia es al castigo más que a la ira. La ira de Dios sin duda es duradera como su oposición santa a todo lo<br />

que no es santo (Ap. 20:10, 14; 21:18). Sin embargo, la eternidad de la ira no es definitivamente lo que se quiere decir en 1 Tesalonicenses<br />

2:16 (cf. Ro. 9–11), donde el εἰς τέλος podría significar «para siempre» en el sentido de «eternamente», pero aquí tiene<br />

un sentido retórico más débil, y podría incluso significar hasta la alborada <strong>del</strong> tiempo final.<br />

4. La ira divina en la imaginería <strong>del</strong> NT.<br />

a. En las parábolas de Jesús encontramos las imágenes humanas <strong>del</strong> rey airado (Mt. 18:34) y <strong>del</strong> juez (Mt. 25; Lc. 13:6ss).<br />

b. Para los que han sido golpeados por la ira divina encontramos la imagen de vasos en los que ella se vierte (Ro. 9:22). Una imagen<br />

familiar se usa también en Efesios 2:3 con su referencia a los hijos de la ira. En ambos casos hay opuestos, e. d. vasos de misericordia<br />

e hijos de Dios por adopción.<br />

c. Para la ira en sí encontramos la imagen de (a) el fuego, que une el juicio, el tormento y el fuego <strong>del</strong> infierno; (b) el diluvio, que<br />

como en el AT lleva la idea <strong>del</strong> agua que salva y a la vez destruye (cf. el bautismo de Juan); (c) la copa o vaso, que porta la doble<br />

idea <strong>del</strong> castigo y la estupefacción (Ap. 14:8ss), y que va acompañada de la imagen <strong>del</strong> lagar (14:19–20); y (d) el tesoro (Ro. 2:5)<br />

que se acumula en el cielo y que será restituido en el juicio final (cf. el tesoro opuesto en Mt. 19:30).<br />

5. Los objetos de la ira y sus instrumentos.<br />

a. Objetos. En el NT la ira no es parte de la esencia de Dios, pero siempre tiene objetos. Dios está enojado con Israel (Mt. 3:7; Lc.<br />

21:23; 1 Ts. 2:16). Está airado con toda la humanidad pecadora (Ef. 2:3) y con todas las naciones (Ap. 11:18; 14:8; 18:3). Está<br />

airado con los poderosos y los ricos (Ap. 6:15ss). Está airado con la tierra entera (especialmente con Babilonia) a causa de su culto<br />

al anticristo (Ap. 14:8ss; 16:1, 19). Está enojado con el mundo demoníaco que opone su propia ira a la de Dios (cf. Ap. 12:17).<br />

b. Instrumentos. Dios usa las fuerzas demoníacas como instrumentos de su propia ira (Ap. 11–12). Estas fuerzas ocasionan desastres,<br />

pero se evita el dualismo al afirmar su subordinación a Dios. Incluso estando en oposición a Dios, el diablo le sirve sin saberlo y<br />

sin quererlo (1 Co. 2:8). Como las grandes potencias <strong>del</strong> AT, incluso como instrumento él es también un objeto (e. d. un vaso en el<br />

doble sentido). El poder político también sirve como instrumento de la ira divina (Ro. 13:4). Como el diablo, el poder político<br />

puede hacer eso aunque en sí mismo sea impío y por lo tanto se vuelva sujeto de la misma ira que ejecuta (cf. Ap. 13).<br />

c. El cristiano. Todos están bajo la ira de Dios (Ro. 3:23). Sin embargo, los cristianos son librados de ella (1 Ts. 1:10). Al mirar atrás<br />

ven entonces que no estaban destinados a la ira, sino preparados como vasos de misericordia (Ro. 9:23).<br />

[p 707] 6. Causas y efectos de la ira.<br />

a. Causas. La causa principal de la ira es el desprecio a Dios. El mundo se halla bajo ira porque hace caso omiso de su revelación en<br />

la creación, y transgrede su voluntad en la impiedad y la maldad (Ro. 1:18ss). La ὀργή es el desagrado de Dios ante el culto falso<br />

(cf. Pablo en Hch. 17:16 y Jesús en Jn. 2:15ss) y el mal (Ro. 12:19). El pecado, la apostasía y el odio a Dios son las razones de la<br />

ira (Ro. 5:8, 10). La apostasía provoca la ira de Dios especialmente en su forma de culto a la bestia (Ap. 14). Pero junto al desprecio<br />

por la ley, el desprecio por el amor santo y la paciencia de Dios es una causa decisiva de la ὀργή (Lc. 14:16ss; Ro. 2:4). Un<br />

rechazo a Jesús tiene como respuesta un rechazo en la ira divina (1 Ts. 2:14ss). El desprecio a Dios también puede asumir la forma<br />

de una falta de amor o de compasión (Mr. 3:5; Mt. 18:23ss), lo cual fácilmente se expresa como un juicio a los demás (Ro. 2:5). El<br />

desprecio al amor de Dios y la falta de amor a los demás, que en su raíz son lo mismo, son ambos razones para la ira. Detrás de<br />

todas las otras causas se halla la voluntad de Dios como la base verdaderamente normativa. Así, Romanos 9:22 y 1 Tesalonicenses<br />

5:9 insinúan una ordenación a la ira. La ley se da para colocar a los pecadores inequívocamente bajo la ira (Ro. 3:19). La voluntad<br />

divina no significa que se quite la culpa a los hombres. La ordenación divina y la culpa humana están inextricablemente entretejidas,<br />

no menos que la tentación diabólica y la transgresión humana (Ef. 2:2–3).<br />

b. Causas y efectos. Las causas más graves de la ira divina son también sus efectos, de modo que los grandes actos de ira son<br />

ocasiones de nueva ira. Si el pecado y la falta de fe son causas de ira, son también efectos suyos (Ro. 1; 9:22). El pecado y el castigo<br />

convergen, ya que Dios paga con la misma moneda. Los actos de los pecadores recaen sobre sus propias cabezas.

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