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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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2. πεινᾶν. Este término se usa para los efectos de la hambruna (Gn. 41:55), el agotamiento en una campaña o viaje (Jue. 8:4–5; Dt.<br />

25:18), o el hambre persistente.<br />

II. La interpretación <strong>del</strong> hambre en el AT. El hambre se proclama como juicio en Isaías 5:13; Deuteronomio 28:47–48. A ello va<br />

relacionada el hambre de escuchar la palabra de Dios (Am. 8:11). El hambre presente es un medio de instrucción (Dt. 29:5). Le<br />

enseña a la gente a recibir los bienes básicos de la vida en forma de la promesa divina de salvación (Is. 55:1–2). Es Dios quien<br />

satisface a los que languidecen (Jer. 31:25). A veces a los oprimidos se los llama hambrientos (cf. 1 S. 2:5; Sal. 107:36ss). Dios va<br />

a satisfacer sus necesidades, pero también traerá el hambre sobre los eminentes y poderosos como señal de rechazo (Is. 65:13). El<br />

hambre se convierte entonces en señal de esperar en Dios, pero también en figura de condenación.<br />

III. El judaísmo. Los pseudoepígrafos extienden una promesa de pobreza, ya sea como prueba, como castigo, o como criterio de<br />

postura frente a Dios. Los rabinos, sin embargo, la consideran un infortunio. La pobreza crece muchísimo bajo Herodes el Grande,<br />

y los grupos religiosos aseguran la subsistencia de sus miembros mediante la ayuda mutua. Después <strong>del</strong> 70 d. C. el fuerte crecimiento<br />

de la beneficencia privada y pública se asegura de que haya al menos suficiente alimento para el pueblo.<br />

C. πεινᾶν en el NT.<br />

1. Los Evangelios sinópticos.<br />

a. La bienaventuranza de los hambrientos. En Mateo 5:6; Lucas 6:21 a los que tienen hambre se les llama bienaventurados. La<br />

referencia primaria es a aquellos que tristemente carecen de lo básico de la vida, y en su angustia recurren a Dios. No son mendigos,<br />

sino creyentes que le piden ayuda a Jesús. Mateo ve en el recurrir a Dios un tener hambre de rectitud, e. d. una presteza a que<br />

se haga la voluntad de Dios. Lucas contrapone el hambre que significa salvación al hambre <strong>del</strong> rechazo. De esto son ejemplos el<br />

rico y Lázaro (Lc. 16:19ss). Lázaro no es el que tiene hambre de las posesiones <strong>del</strong> rico, sino que busca sólo lo básico, y finalmente<br />

alcanza la salvación. La saciedad autosuficiente <strong>del</strong> rico, si no se convierte en una carencia que busca ayuda sólo en Dios, será<br />

finalmente un hambre que no comporta ya promesa alguna. Sólo aquellos que viven por la gracia de Dios tienen lo que es esencial<br />

para la vida verdadera (Lc. 15:21ss; cf. 1:53).<br />

b. Jesús y el hambre. Jesús mismo sufre de hambre por causa de su obra. En Mateo 4:1–2 mantiene en alto la fe que Israel ha<br />

aprendido por medio de sus experiencias en el desierto. Mateo 4:4 (Dt. 8:3) nos señala hacia lo que viene de Dios. Jesús deja que<br />

sus discípulos arranquen espigas de trigo en sábado cuando tienen hambre (Mt. 12:1ss), no porque los hambrientos tengan derecho<br />

a servirse su ración, sino porque, habiéndose expuesto al hambre por causa de él, pueden recibir lo que él tiene derecho de otorgarles.<br />

Todo está a la disposición de aquellos que están a disposición de Dios (cf. 1 Co. 3:22–23). El hambre que se halla detrás <strong>del</strong><br />

servicio a Dios o <strong>del</strong> esperar en Dios es calmada por Jesús. Es por eso que alimenta a las multitudes que tienen hambre. Al traer el<br />

reino, él da todo lo que es necesario para vivir, y así coloca el pan terrenal en su verdadera perspectiva (Mt. 6:33).<br />

c. Enseñanza. Cuando, en Mateo 21:18–19, Jesús, que tiene hambre, no logra encontrar fruto en la higuera, el punto de la parábola<br />

dramatizada es que él tiene hambre <strong>del</strong> fruto de rectitud en Israel, y proclama el juicio sobre aquellos en quienes no lo encuentra.<br />

En Mateo 25:34ss, sin embargo, promete bendición a aquellos que dan de comer a los hermanos de él que tienen hambre, ya que la<br />

misericordia que se les muestra a ellos es misericordia para con Jesús mismo, quien sufrió hambre [p 801] por causa nuestra. Es en<br />

virtud de la relación de ellos con él que los hambrientos mismos pueden ser llamados bienaventurados, como coherederos <strong>del</strong> reino<br />

(Mt. 5:6).<br />

2. Las Epístolas paulinas. En 1 Corintios 4:6ss, Pablo contrasta irónicamente la supuesta plenitud de vista de los corintios, con sus<br />

propias penurias mientras espera en fe la consumación. Su hambre y su sed son una señal <strong>del</strong> ministerio (2 Co. 11:27). Ellas no<br />

podrán separarlo de Cristo (Ro. 8:35). Sus necesidades expresan su morir con Cristo, y son por lo tanto una prenda de participación<br />

en la resurrección (2 Co. 4:7ss). Él no se muestra estoicamente indiferente a la necesidad o a la abundancia, sino que puede afirmar<br />

las dos a la luz de la muerte y resurrección de Cristo (Fil. 4:11ss).<br />

3. Los escritos juaninos. En Juan 6:35, Jesús cumple para los creyentes la promesa de la era de la salvación (Is. 49:10). Ningún pan<br />

terrenal (Jn. 6:27ss) puede satisfacer la necesidad recurrente de alimento en el sentido más profundo. Sólo el Hijo que tiene vida en<br />

sí mismo puede hacerlo, dirigiendo la necesidad a su verdadera meta. El deseo que está encerrado en el ansia de alimento es quitado<br />

y satisfecho por la fe en él. No hay implícito ningún dualismo, sino que se destaca la médula espiritual de la promesa, y se presenta<br />

su significación abarcante. Así, Apocalipsis 7:16–17 promete que en el futuro se pondrá fin al hambre. Aquí la promesa se<br />

experimenta sólo en la áspera disonancia de 1 Corintios 4:6ss. Sólo se conocerá en su totalidad física en el nuevo mundo de Apocalipsis<br />

21:4ss.<br />

[L. Goppelt, V, 12–22]

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