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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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b. El oficio <strong>del</strong> sumo sacerdote <strong>del</strong> AT halla su límite en el pecado. El sacerdote <strong>del</strong> AT tiene que hacer ofrendas por sus propios<br />

pecados (7:27), su mediación no abarca los pecados hechos con voluntad (5:2), y la culpa continua va creando una constante necesidad<br />

de nuevas ofrendas, de modo que en realidad el culto es un recordatorio <strong>del</strong> pecado (10:3).<br />

c. Este fracaso tiene su raíz en la naturaleza terrenal <strong>del</strong> culto. El sacerdote es mortal, el sacrificio debe repetirse, la purificación es<br />

externa, y el santuario forma parte de la creación corruptible. La cortina <strong>del</strong> templo expresa la naturaleza indirecta y provisional de<br />

la relación con Dios (9:9).<br />

3. Cristo como sumo sacerdote exaltado.<br />

a. Solidaridad con la humanidad. La síntesis de Hijo y sumo sacerdote entraña primeramente la humildad <strong>del</strong> Jesús histórico en<br />

solidaridad compasiva con aquellos a quienes ha venido a auxiliar (4:15). En este sentido él corresponde al sumo sacerdote terrenal,<br />

pero con la salvedad de que es sin pecado (4:15; 7:26).<br />

b. El sumo sacerdocio eterno surge por el testimonio de la filiación. Jesús cumple los requisitos para ser sumo sacerdote al mostrar<br />

que es el Hijo, en obediencia leal por medio <strong>del</strong> sufrimiento (3:2; 5:7–8). Su llamamiento e institución se basan en la declaración<br />

de filiación (Sal. 2:7) que él acredita por su perfección (7:28).<br />

c. El sumo sacerdote sin pecado. En tanto sumo sacerdote, Jesús es sin defecto como el sumo sacerdote <strong>del</strong> AT (7:27); pero al ser<br />

además sin pecado no necesita hacer ofrenda en beneficio propio (7:27–28), habiendo demostrado su impecabilidad en una obediencia<br />

que le da el derecho de representar y salvar a aquellos con quienes es solidario (2:17).<br />

[p 356] d. El contraste con la ofrenda carnal. El sacrificio de este sumo sacerdote es una suprema y personal ofrenda de sí, en la cual<br />

el sacerdote es también víctima (7:27). La ofrenda de sangre es también una ofrenda de vida que es hecha definitiva por el Espíritu<br />

eterno (9:14). Esta ofrenda vicaria es de una vez para siempre (7:27; 9:24ss), en el doble sentido de ser históricamente única y<br />

eternamente definitiva.<br />

e. Cristo, sumo sacerdote, abre el acceso al trono, a la presencia plena de Dios. Este sumo sacerdote entra en el cielo, así como el<br />

sumo sacerdote terrenal entra en el santo de los santos. Así hace que el lugar de la presencia de Dios sea accesible a la esperanza<br />

(4:14ss; 6:17ss). Cristo sacerdote está también sentado en el trono como rey. Es sacerdote de manera eterna y omnipotente (7:16,<br />

24–25). Ningún cambio, ningún azar, ni siquiera la muerte, puede interrumpir su obra.<br />

4. Deducciones radicales de la interpretación cristológica <strong>del</strong> culto. Se da un rompimiento radical con el antiguo orden. La primera<br />

ofrenda cesa con la validez eterna <strong>del</strong> sumo sacerdote que da el cumplimiento (10:9). Dios anula el mandamiento anterior (7:18) y<br />

sustituye la alianza antigua (8:13).<br />

5. La eficacia salvífica y las implicaciones prácticas de la verdad proclamada.<br />

a. El beneficio salvífico es la redención total (cf. 9:12, 15; 10:18). Esto abarca no sólo el perdón sino también la purificación de la<br />

conciencia y la santificación para Dios.<br />

b. Esta salvación es una posesión (4:4), un acceso (12:22) y una realidad confesada (3:1) que la comunidad puede disfrutar con<br />

libertad (4:16; 10:19, 22).<br />

c. Las únicas ofrendas que hay que hacer ahora son las de la acción de gracias y la comunión amorosa (13:15ss). No debemos ni<br />

continuar ni reemplazar el antiguo sistema cultual, ya que Cristo le ha dado su cumplimiento definitivo, y él es el único que permanece.<br />

F. ἀρχιερεύς y ἱερεύς en la iglesia antigua.<br />

1. Cristo como sumo sacerdote o sacerdote. Ignacio, I Clemente, Justino, Clemente de Alejandría y Orígenes reflejan todos el<br />

lenguaje y pensamiento de Hebreos.<br />

2. El sacerdocio general de la comunidad. Ireneo, Tertuliano y Orígenes de refieren, en diferentes líneas, al sacerdocio general, y<br />

Justino puede incluso usar el término «sumo-sacerdotal» para referirse a la iglesia (Diálogo 116.3).<br />

3. Los clérigos como sacerdotes. Didajé 13.3 llama a los profetas «vuestros sumos sacerdotes»; 1 Clemente usa los órdenes <strong>del</strong> AT<br />

como mo<strong>del</strong>o para la iglesia (40–41). Tertuliano llama al obispo sacerdote principal, y Eusebio, en Historia eclesiástica 10.4.2,<br />

tiene un pasaje en el cual al clero se le habla como a ἱερεῖς.

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