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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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d. Las Pastorales. También estas epístolas enfatizan que Dios no envió al Salvador a causa de las obras (Tit. 3:5; 2 Ti. 1:9). Pero lo<br />

contrario a las obras es ahora la compasión de Dios, más que la fe (Tit. 3:5). Son más prominentes, entonces, los asuntos morales<br />

prácticos. Dios juzga sobre la base de las obras (1 Ti. 5:24–25) y hay una recompensa tanto en este mundo (1 Ti. 4:8) como en el<br />

otro (4:16). Pero las obras sólo son posibles sobre la base de la relación con Cristo (1 Ti. 2:15).<br />

(3) Los escritos juaninos.<br />

a. Un eco de la idea de retribución se puede captar en Juan 9:31, pero en general se trasciende toda idea de recompensa, ya que la<br />

resurrección corresponde a la vida que ya está presente (6:39–40), la vida eterna cumple el nuevo nacimiento de lo alto (3:3, 6),<br />

todo lo que los discípulos logran se deriva de la gracia (1:12, 16), y el pecado y la muerte son superados por el don de la vida divina<br />

(1 Jn. 3:9–10; Jn. 5:24ss).<br />

b. En el Apocalipsis, el juicio es la expresión escatológica de la majestad divina. Los pecadores reciben castigo sobre la tierra (2:22–<br />

23), pero de modo supremo en el juicio (11:18, etc.), cuando los justos recibirán a plenitud las bendiciones <strong>del</strong> reino (2:7; 7:15–16;<br />

11:12, etc.). El juicio es con base en las obras (20:12–13), y las buenas obras les siguen a aquellos que mueren en el Señor (14:13;<br />

cf. 7:9ss; 14:4; 2:19). Pero el Apocalipsis no es legalista, ya que los nombres de los creyentes están desde toda la eternidad en el<br />

libro de la vida (17:8), y ya en la tierra son reyes y sacerdotes (1:6) y testigos. Las obras, pues, son un resultado de la redención, y<br />

la recompensa es una declaración pública de lo que ellos son. Por estar sellados, no tienen que temer al juicio sino que aguardan la<br />

manifestación de la gloria de Dios y de su realeza escondida.<br />

(4) Los escritos post-paulinos.<br />

a. Hechos. Los Hechos hablan de la recompensa <strong>del</strong> Espíritu por la obediencia (1:5; 2:1ss). La presencia <strong>del</strong> mismo Espíritu acarrea<br />

juicio, incluso sobre la tierra, para aquellos que se levantan en una oposición engañosa y egoísta (5:4–5, 9–10; 8:20ss). Se proclama<br />

el juicio (10:42; 17:31; 24:15), pero la vida cristiana descansa sobre la vida, muerte y resurrección de Cristo, y sobre el ministerio<br />

<strong>del</strong> Espíritu, de modo que la gracia reemplaza al mérito. La herencia de 24:32 es el don de Dios más que un pago que se haya<br />

ganado (cf. el papel <strong>del</strong> perdón y la fe en 26:18).<br />

b. Hebreos. Cuando Hebreos advierte a sus lectores contra la recaída, la idea de recompensa asume gran importancia. Hay un castigo<br />

por la apostasía, pero el descanso es la recompensa por la fi<strong>del</strong>idad (4:3), junto con la salvación (9:28) y el reino (12:28). La fe<br />

asegura una participación en la consumación. En cuanto a fi<strong>del</strong>idad, es recompensada; en cuanto a esperanza, se convierte en cumplimiento.<br />

Pero la fe ya ha experimentado la realidad futura (6:19). Los cristianos viven por el Espíritu de gracia (10:29) y despliegan<br />

los poderes <strong>del</strong> eón venidero (6:5). Para ellos el juicio final es gracia (4:16), de modo que avanzan hacia él con un gozo confiado<br />

(10:19ss). No tienen que fiarse de logros meritorios, sino que descansan sobre la gracia (4:16).<br />

[p 592] c. Santiago. Los cristianos nacen de nuevo por la palabra de verdad (1:18). Es la fe la que se expresa en las obras (2:14ss),<br />

conduce a la oración (1:16), y queda confirmada en la aflicción (1:2). El sufrimiento, no la recompensa, viene en esta vida, y aunque<br />

la fe es fútil sin obras, no hay cabida para el mérito, ya que la fe es don de Dios (2:5), la elección es la base de la recompensa<br />

(2:5), y la salvación descansa sobre la palabra que ha sido sembrada (1:21) y sobre el Espíritu que habita dentro de los creyentes<br />

(4:5).<br />

d. 1 Pedro. Esta obra, que se propone fortalecer a los creyentes de cara a la persecución, se refiere a la herencia futura como una<br />

recompensa (5:6) y emite un claro recordatorio <strong>del</strong> juicio. Pero, una vez más, la base de la vida cristiana es la fe en Cristo (1:3), los<br />

cristianos han sido regenerados (2:2) y colocados en la realidad de la resurrección (1:3–4), y su salvación (1:9) o glorificación<br />

(1:11) es la consumación de su llamado, antes que un pago merecido.<br />

e. Judas y 2 Pedro. En sus advertencias contra los herejes, estas epístolas enfatizan el juicio divino (Jud. 4, 6–7; 2 P. 2:3, 9) y la<br />

expectación <strong>del</strong> reino (2 P. 3:13). Sin embargo, también aquí el poder divino es la base de la vida devota (2 P. 1:3–4), y, en cuanto<br />

a partícipes de la naturaleza divina (1:4), los creyentes pueden estar en paz (3:14). En la fe, la oración y el amor a Dios, ellos ansían<br />

el ser presentados sin culpa ante la presencia de la gloria de Dios con regocijo (Jud. 20ss).<br />

(5) Significado de la recompensa para Jesús y el cristianismo primitivo. El NT habla libremente de la recompensa, pero trasciende el<br />

concepto. Una recompensa estricta significaría juicio para todos nosotros. La recompensa, entonces, es un término para la gracia y<br />

la bondadosa generosidad de Dios. Nos recuerda que estamos colocados ante Dios, y nos da conciencia <strong>del</strong> don <strong>del</strong> reino. Implica,<br />

sin embargo, la presencia interior <strong>del</strong> Espíritu, de modo que se descarta el cálculo, y la realidad de la fe y <strong>del</strong> Espíritu es el verdadero<br />

incentivo a la acción moral. La recompensa es el don amoroso <strong>del</strong> Padre, hacia el cual pueden avanzar los creyentes con una<br />

confianza segura y como de niños, en el amor que va a perfeccionar su vocación en la gloria <strong>del</strong> reino.<br />

[H. Preisker, IV, 712–728]

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