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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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gica y centro religioso, recibe nuevos nombres que Dios le confiere y que expresan sus derechos (cf. Is. 62:4, 12; Jer. 3:17; 33:16;<br />

Ez. 48:35; Zac. 8:3). Las descripciones contienen rasgos humanos, ya que la escatología tiene que ver con factores históricos; pero<br />

la acción salvadora de Dios crea una Jerusalén mucho más gloriosa, la cual constituye el punto de partida para el concepto de una<br />

Jerusalén celestial.<br />

d. Dios lava el pecado de los habitantes (Is. 4:4). El resto santo de los redimidos regresa a la ciudad (35:10). Se mantiene la<br />

esperanza de un regreso más amplio desde todas las naciones (27:13). La meta <strong>del</strong> regreso es el establecimiento de una relación<br />

duradera de alianza (Jer. 50:5) en una fi<strong>del</strong>idad y una rectitud impartidas por Dios (Zac. 8:8). Nace en Sión un pueblo nuevo y<br />

honrado (Is. 26:2; [p 1011] 66:8), que vive una vida segura y abundante (Zac. 8:4–5), que goza de prosperidad (2:8), que experimenta<br />

el gozo (2:4), y que derrocha alabanza y acción de gracias (Is. 12:4ss).<br />

e. El juicio cae sobre Babilonia y Edom (Jer. 51:24; Abd. 17–18, 21), y las naciones que atacan a Jerusalén serán derrotadas y<br />

destruidas (Is. 17:12ss; Jl. 3:9ss). Es Dios quien juzga a las naciones y preserva a Jerusalén, pero en otra línea de profecía Dios<br />

tiene también un designio de salvación para todas las naciones (Is. 18:7; 25:6–7; 45:14). Ellas subirán al templo y allí recibirán<br />

enseñanza (Is. 2:2ss). Buscarán a Dios y le servirán (Zac. 8:22; Sal. 102:22). Encontrarán un hogar en Jerusalén (Sal. 87:5). Al<br />

confesar al verdadero Dios, pertenecerán a su pueblo y reinará la paz (Zac. 2:15; Is. 2:4).<br />

7. Aspectos míticos.<br />

a. Ciertos elementos míticos, al ser despojados de su carácter mítico, constituyen metáforas que destacan el significado de Sión,<br />

especialmente los mitos de la montaña más alta y <strong>del</strong> agua de vida (cf. Is. 2:2; Ez. 47:1ss; Zac. 14:8).<br />

b. Menos comunes son las ideas de Jerusalén como ombligo <strong>del</strong> mundo (Ez. 5:5; 38:12), la de la ciudad que se mantiene firme en el<br />

conflicto con el caos (Sal. 46:1ss), la de su juicio como una caída paradisíaca (Lm. 2:1), y la de la ciudad como un árbol cósmico<br />

que da sombra a los pueblos (Ez. 17:22ss).<br />

8. La ciudad de la teocracia. En Crónicas, Jerusalén es un centro teocrático. Dios la ha elegido, ha establecido allí la monarquía, ha<br />

reconocido el templo, y ha hecho de la ciudad un lugar santo al cual podrán venir los gentiles y los verdaderos creyentes <strong>del</strong> estado<br />

<strong>del</strong> norte. Incluso ahora Dios ha hecho real de ese modo su reinado en ella y en torno a ella.<br />

9. Resumen. La posición especial de Jerusalén expresa humilde fe y obediencia bajo el reinado establecido o esperado de Dios, pero<br />

también puede ser fundamento para la obstinación y la frívola confianza en sí misma, en la cual el grito «¡El templo, el templo!» se<br />

convierte en excusa para evadir las exigencias de Dios. Los profetas colocan a Jerusalén bajo las mismas obligaciones, amenazas y<br />

promesas que todas las demás ciudades, ya que es Dios mismo quien es supremo, y si bien él puede elegir a Jerusalén y tener un<br />

futuro para ella, no está atado a ella, sino que puede salir al encuentro de su pueblo en cualquier tiempo o lugar.<br />

[G. Fohrer, VII, 292–319]<br />

B. Sión y Jerusalén en el judaísmo postbíblico.<br />

I. Uso. La forma griega de Sión es Σειών o Σιών. Para Jerusalén la LXX usa Ἰερουσαλήμ (con el artículo ἡ), pero también se da la<br />

forma Ἱεροσόλυμα, y los judíos helenísticos la prefieren porque hace eco de ἱερός. El uso es similar al que se halla en el AT.<br />

II. Desde el período macabeo hasta el 70 d. C. Desde los días de los persas, Jerusalén desempeña apenas un papel político menor,<br />

pero alcanza creciente importancia como centro de culto para todos los judíos creyentes. Los que están impresionados por la cultura<br />

helenística tratan de convertirla en una ciudad helenística, con un gimnasio y con prácticas paganas. El intento de Antíoco Epífanes<br />

de sustituir a Dios por Zeus provoca la revuelta de los Macabeos y la purificación <strong>del</strong> templo. Tras la captura de la fortaleza,<br />

la ciudad restaurada se convierte en residencia de los Hasmoneos, quienes unen el sacerdocio con la monarquía y abren la puerta a<br />

las costumbres paganas. En el 63 a. C. Pompeyo toma la ciudad, e incluso entra al templo. Con el consentimiento romano, Herodes<br />

se establece en Jerusalén y emprende grandes proyectos de construcción, p. ej. consolidar la fortaleza, construir un nuevo palacio,<br />

y reconstruir el templo. Cuando los romanos transfieren el gobierno a los procuradores, estos residen en Cesarea y apenas ocasionalmente<br />

visitan Jerusalén. En el 66 d. C. los judíos expulsan a los romanos, pero las legiones rodean la ciudad y, después de un<br />

largo asedio, la capturan en el 70 d. C. Tito entra en el templo, pero después este se incendia. Los justos ven en esto un castigo<br />

divino.<br />

[p 1012] III. Jerusalén en los días de Jesús. En tiempos de Jesús Jerusalén es una ciudad grande, con no menos de 25.000 habitantes.<br />

Como resultado de los proyectos de Herodes, es próspera. El tribunal supremo, el Sanedrín, se reúne allí para decidir asuntos religiosos.<br />

Escribas de renombre enseñan la ley en Jerusalén, y los estudiantes llegan de lejos para aprovechar sus enseñanzas. Muchas<br />

sinagogas ofrecen oportunidades para el culto y para la lectura y exposición de la ley. El templo se halla en el monte Sión, en un

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