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Diccionario Teológico del Nuevo Testamento - Compendio - Kittel

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2. Jesús y su negación de la ley. Jesús afirma la ley pero también la niega al reemplazar su oficio de mediación. La respuesta a la<br />

violación de la ley es la conversión y el perdón, no la obediencia a la ley (cf. Lc. 15). El guardar la ley no garantiza una relación<br />

correcta con Dios (Lc. 15:25ss). Es la actitud ante Jesús lo que determina la relación con Dios (cf. Mt. 10:13ss). El descanso se<br />

alcanza acercándose a Jesús (Mt. 11:28ss), y la justificación se alcanza por medio <strong>del</strong> arrepentimiento (Lc. 18:14). [p 637] La ley<br />

sigue siendo válida, pero ha venido un nuevo eón (Lc. 16:16–17) que está entrelazado con la palabra y la persona de Jesús (Mr.<br />

2:21), el cual es él mismo libre en relación con la ley.<br />

3. Jesús y su afirmación de la ley. (a) Si bien Jesús niega el papel mediador de la ley, afirma la ley en el juicio sobre el pecado que<br />

queda implicado por su perdón. El transgredir la ley acarrea la muerte, y es esta la situación remediada por el acto <strong>del</strong> indulto escatológico.<br />

(b) La conversión restaura a los pecadores a la obediencia a la ley, y en este sentido es su afirmación (cf. Mt. 5:20;<br />

7:16ss; 11:29). (c) Jesús afirma la ley al observarla él mismo (cf. Mt. 9:20; Lc. 2:22ss). Su venida entera es en efecto un cumplimiento<br />

de la ley (Mt. 5:18). (d) Jesús afirma específicamente que hacer la buena voluntad de Dios y guardar los mandamientos son<br />

una misma cosa (Mr. 10:18ss). Una disposición correcta exige una acción obediente, que exprese el amor abnegado por Dios y por<br />

el prójimo. Los que ven esto no están lejos <strong>del</strong> reino (Mr. 12:34). (e) Las críticas detalladas, p. ej. de refugiarse de la desobediencia<br />

tras la ley, o de apelar a la ley para evadir el discipulado, o de colocar la observancia legal por encima <strong>del</strong> servicio amoroso, son de<br />

hecho una afirmación radical basada en el centrar la ley en el amor a Dios y al prójimo. Esta concentración restaura la ley a su<br />

sentido veterotestamentario original, de un llamado hecho por Dios en orientación al prójimo. La diferencia es que Jesús trae en<br />

persona el acto divino que crea la verdadera obediencia. Cuando Jesús ataca la casuística, el punto principal es que la exigencia<br />

divina sobre la persona entera se tome en serio. De modo que la ley queda abierta a la crítica cuando no expone el pecado en la raíz<br />

condenando la actitud y no el acto por sí solo. También falla en cuanto a que puede refrenar el pecado (cf. Mt. 5:21ss) pero no<br />

puede dejarlo de lado, como lo hace Jesús mismo al establecer la obediencia <strong>del</strong> amor. No obstante, al traer el perdón y la filiación<br />

divina, Jesús posibilita un auténtico cumplimiento de la ley, no como medio de autojustificación, sino como expresión de la nueva<br />

relación.<br />

4. La interrelación entre negación y afirmación de la ley. El reconocimiento de Jesús a la ley exige un arrepentimiento completo, el<br />

cual adquiere hondura y se concreta a partir de las exigencias de la ley. También manifiesta la verdadera obediencia, que se basa<br />

en la restauración de la comunión mediante el nuevo acto creador de Dios. La confrontación con la exigencia incondicional de<br />

Dios, y la liberación de la mediación de la ley, son dos factores que se promueven y se controlan el uno al otro. El nuevo acto de<br />

Dios establece la exigencia, y aquellos que reciben el perdón ofrecen por ese medio la verdadera obediencia <strong>del</strong> amor.<br />

II. El conflicto referente a la ley.<br />

1. La comunidad primitiva.<br />

a. Al principio la comunidad primitiva observa la ley sin reflexionar mucho acerca de ella. La extensión <strong>del</strong> evangelio a los gentiles<br />

plantea la cuestión, y se llega a una primera postura en el concilio apostólico (Gá. 2.; Hch. 15). Este concilio acepta la concordancia<br />

entre el mensaje de Pablo y el de la iglesia de Jerusalén al declarar que la observancia de la ley no es necesaria para la salvación.<br />

Al mismo tiempo, concuerda en que los cristianos judíos deben guardar la ley, y esto deja sin aclarar la cuestión <strong>del</strong> compartir<br />

la mesa con los gentiles, que se convierte en punto discutido en Antioquía (Gá. 2).<br />

b. Implícita en el debate resultante está la cuestión de porqué siquiera los judíos tienen que guardar la ley, si la salvación es por fe en<br />

Jesús. La principal razón que se da es el interés por la misión entre los judíos (cf. 1 Co. 9:20–21). Para resolver la cuestión <strong>del</strong><br />

compartir, el decreto apostólico adopta medidas que puedan ser defendidas ante el mundo judío, el cual permite de hecho compartir<br />

con los incircuncisos en el culto de la sinagoga.<br />

c. La comunidad primitiva obviamente considera la fe en Cristo como su distintivo principal, considerando la observancia de la ley<br />

como obediencia en aras <strong>del</strong> amor en servicio al evangelio. Esta postura la deriva <strong>del</strong> propio Jesús, puesto que históricamente es<br />

muy difícil que haya retrotraído su propia actitud hacia los actos y enseñanzas de Jesús: el judaísmo mesiánico no ofrece ninguna<br />

base para esto por lógica interna alguna de desarrollo, y el judaísmo helenístico no provee verdaderos paralelos (cf. el relato de<br />

Esteban en Hch. 6:9ss).<br />

[p 638] d. Del concilio apostólico brotan desarrollos ulteriores. Los judaizantes radicales se oponen celosamente a la decisión <strong>del</strong><br />

concilio, y afirman que la circuncisión es necesaria para la salvación y para ser miembro en la comunidad. Es posible que en algunos<br />

casos esto se deba a temores de dificultades en el mundo judío (cf. Gá. 6:12–13), pero en otros bien puede ser por devoción a<br />

la ley. Algunos argumentos en apoyo de esa postura son el mandato de la ley, el ejemplo de Jesús, la dudosa autoridad apostólica<br />

de Pablo (cf. Gá. 3; 2 Co. 11), y la posibilidad <strong>del</strong> antinomianismo.<br />

e. El principal grupo judaico, representado por Santiago y Pedro, se atiene a las líneas establecidas por el concilio. La ley no es<br />

necesaria para la salvación, pero debe ser observada por los cristianos judíos en atención a la misión entre los judíos. Se acepta el

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